Los primeros poemas de Sarduy en el periódico El Camagüeyano, escritos y publicados, gracias a su mentora, la poeta Clara Niggemann, cuando aún vivía en esa capital de la provincia oriental de la isla, se autodenominaban “baladas krishnamurtianas”. De esa primera poesía teosófica, Sarduy pasó a una poesía, que podríamos llamar “angélica”, en sus colaboraciones para Ciclón.
En cinco de los poemas publicados por Sarduy en aquella revista (“Islas, “Ángeles”, “Historia”, “Fábulas” y el soneto “Caiga tu reino”), entre 1956 y 1959, aparecen ángeles. Los hay que “sitian el sueño”, que “aparecen por la ventana en su flecha celeste quebradizo”, que “se aventuran en su cielo por el rumor del agua convidados”, que “furiosos” profieren “extrañas voces”, “gritos de las bestias del cielo” o que, finalmente, son el poeta mismo y su criatura:
Ángeles
Voy a crearte ahora para que cuando muera,
perdures implacable vigilando la nada.
He sentido la tierra. Tus alas de silencio
en el olvido compactas, blancas, inmemoriales
persiguiendo la mente, acaso confundidas.
Tu palabra enterrada en la amplitud del ánimo
desoyendo los nombres. Oíd, el crujir de dientes
de los que descuidados inclinaron su oído.
Voy a crearte ahora, aunque quizás yo sea
el ángel que proyecto, por otro dios creado.