Alguna vez, a propósito de sendos libros de Alain Badiou y Christopher Domínguez Michael, hablamos aquí de divergentes maneras de pensar el siglo XX. Para unos se trata del siglo de los totalitarismos y para otros del siglo de las revoluciones, para otros más del siglo de la voluntad de poder o del siglo de las vanguardias estéticas.
En la retrospectiva del artista italiano, Maurizio Cattelan (Padua, 1960), en el Guggenheim de Nueva York, podría leerse otra imagen del siglo pasado. La retrospectiva comienza en 1989, año de la primera muestra personal de Cattelan y, también, de la caída del Muro de Berlín. Si la retrospectiva en el Guggenheim no estuviera condensada en la gran instalación All podría pensarse que ese año cumple una función meramente curricular en la trayectoria de Cattelan.
Sin embargo, lo que ha hecho este artista es colgar toda su obra, de 1989 a la fecha, en el hueco que forma la escalera en espiral del Guggenheim, diseñado por Frank Lloyd Wright. Una obra donde no pocos de los personajes representados son íconos del siglo XX, como Hitler y Berlusconi, el Papa y la carreta, Superman y el Zorro, el refrigerador y la televisión.
Tan sólo en un tablero de ajedrez que cuelga, con derroche de equilibrio, el espectador puede ver al Che Guevara, la Madre Teresa, Gandhi, Martin Luther King y George W. Bush. Sin forzar demasiado la interpretación, podría pensarse que la suspensión de todos esos íconos, incluido el ícono del propio Cattelan, tantas veces autorretratado, es una metáfora del siglo XXI como abismo en el que se despeñan las grandezas y miserias del siglo XX.
Libros del crepúsculo
martes, 31 de enero de 2012
lunes, 30 de enero de 2012
Celos, nombres y verbos
La editorial de la Universidad de Yale ha hecho una edición restaurada de Stanzas in Meditation (1956), el libro póstumo de Gertrude Stein (1874-1946). Según cuentan Lynne Tillman en su inteligente comentario y Joan Rettalack en su Introducción, las editoras y restauradoras del libro, Susannah Hollister y Emily Setina, decidieron hacer algunos cambios en la última versión editada a partir del manuscrito original.
Uno de los más curiosos cambios es sustituir, todas las veces que aparece, el verbo can por el verbo may. El cambio, sostienen las editoras, es, en realidad, una restauración. Resulta que Alice B. Toklas, la última compañera de Stein, estaba celosa de May Bookstaver, una amante juvenil de la escritora, y sospechaba que cada vez que Stein utilizaba el verbo "may" aludía a aquel amor juvenil. Luego de comentar esta sintomática reconstrucción de un manuscrito original, Tillman hace un comentario válido para todos los clásicos de la literatura:
"I enjoy Stein most as a theorist: her ideas startle me, in whatever form they appear. One of those ideas was that becoming a classic could kill a work of art".
Uno de los más curiosos cambios es sustituir, todas las veces que aparece, el verbo can por el verbo may. El cambio, sostienen las editoras, es, en realidad, una restauración. Resulta que Alice B. Toklas, la última compañera de Stein, estaba celosa de May Bookstaver, una amante juvenil de la escritora, y sospechaba que cada vez que Stein utilizaba el verbo "may" aludía a aquel amor juvenil. Luego de comentar esta sintomática reconstrucción de un manuscrito original, Tillman hace un comentario válido para todos los clásicos de la literatura:
"I enjoy Stein most as a theorist: her ideas startle me, in whatever form they appear. One of those ideas was that becoming a classic could kill a work of art".
viernes, 27 de enero de 2012
Nuestra América mexicana
El ensayo Nuestra América (1891) de José Martí es, como sabemos, un manifiesto de la identidad política regional. Una identidad que, como hoy reconocen sus mejores estudiosos, no está planteada desde las premisas étnicas, civilizatorias o religiosas que predominaban en el positivismo latinófilo, antisajón o procatólico por entonces en boga. Como el buen republicano que era, Martí intentaba formular aquella identidad en términos cívicos y políticos, aunque el tono simbólico del texto se preste a las más forzadas hermeneúticas.
Mucho se ha escrito sobre las fronteras imaginarias con que Martí separa a su América de la del Norte y de Europa, pero pocas veces se repara en los contenidos históricos y geográficos de ese sujeto "nuestroamericano". Llama la atención, por ejemplo, que la gran mayoría de los personajes históricos latinoamericanos que cita Martí en su ensayo sea mexicana. De hecho, además del argentino Bernardino Rivadavia, del canónigo salvadoreño José Matías Delgado y León -a quien Martí, equivocadamente, llama "español"-, que encabezó junto con Manuel José Arce la independencia centroamericana y del general Gabino Gaínza -este sí, peninsular-, líder de la Provincia de Guatemala, el resto de los políticos latinoamericanos que se mencionan en Nuestra América son mexicanos.
El "cura" que sale con "el estandarte de la Virgen a la conquista de la libertad" es Miguel Hidalgo, los "tenientes"son Ignacio Allende y Juan Aldama y la "mujer" es Josefa Ortiz de Domínguez, esposa del corregidor Miguel Domínguez. Martí asegura que esos criollos "alzan en México la república". Hoy sabemos que no es cierto: se alzaron a favor de Fernando VII y de la autonomía del reino de la Nueva España.
El "rubio" al que "hacen emperador" es Agustín de Iturbide y en las páginas finales del ensayo, Martí introduce el magnífico pasaje en que, a través de una alusión a Benito Juárez, hace la crítica de la política latinoamericana de su época: "de todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo.Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos.Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una pompa de jabón".
Es lógico que la "nuestra América" de Martí fuera tan mexicana. No sólo por lo bien que Martí conoció ese país fronterizo y por la importancia que siempre le dio a un eventual apoyo del gobierno de Porfirio Díaz a la independencia de Cuba sino por el dato elemental de que Nuestra América fue escrito para el periódico mexicano El Partido Liberal, órgano de prensa de las élites porfiristas. De más está agregar que Martí, por entonces admirador de Díaz, incluía a la dictadura porfirista dentro de aquellas repúblicas latinoamericanas que, a su juicio, "acendraban, con el espíritu épico de la indepedencia amenazada, el carácter viril".
jueves, 26 de enero de 2012
Nietzsche latinoamericano
El Book Review del periódico The New York Times, de esta semana, recomienda a sus lectores que compren y lean American Nietzsche. A History of an Icon and His Ideas (The University of Chicago, 2012), de Jennifer Ratner-Rosenhagen, un libro que, por la reseña que le hiciera Alexander Star en la misma publicación, parece tan disfrutable como útil.
En este libro se reconstruye un variopinto contingente de nietzscheanos norteamericanos en el siglo XX. Una extravagente procesión de bailarinas, como Isadora Duncan, dramaturgos, como Eugene O´Neill, líderes anarquistas como Emma Goldman, criminales como Nathan Leopold y Richard Loeb, abogados como Clarence Darrow, novelistas como Jack London y, por supuesto, filósofos como Walter Kaufmann, Stanley Cavell, Alan Bloom, Leo Strauss o Richard Rorty.
Tan útil como este libro sería su equivalente latinoamericano: una virtual reconstrucción de las lecturas de Nietzcshe desde América Latina, que desestabilice ciertas hegemonías de la recepción intelectual que, casi siempre, remiten al liberalismo, al catolicismo o al marxismo. Nietzsche no fue, como sabemos, liberal, ni católico, ni marxista y, sin embargo, ha tenido muchos lectores latinoamericanos. Dato bastante revelador de la pluralidad ideológica de esta parte de América.
Empezando por José Enrique Rodó, cuya alusión en el Ariel, a un "abominable y reaccionario espíritu" en la teoría del superhombre ha llevado a olvidar a muchos que la estructura de ese ensayo debe más de un aspecto formal y teórico a Así habló Zarathustra. Y continuando por buena parte de la generación de 1910 (Reyes, Vasconcelos, Henríquez Ureña, García Calderón...), sin olvidar, naturalmente, a José Carlos Mariátegui, quien arranca con él en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928).
domingo, 22 de enero de 2012
SOPA, PIPA y la libertad de expresión
Desde la izquierda o desde la derecha, es creciente el rechazo a las leyes contra la pitarería y en favor de una normatividad de derechos de autor en Internet, impulsadas en Washington por la Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos. La primera, Stop Online Piracy Act (SOPA), y la segunda, Protect Ip Act (PIPA) son, por lo visto, leyes que se complementan y que intentan trasladar a los medios digitales principios del derecho de la cultura impresa.
Mientras desde la izquierda se habla de censura, de silenciamiento de voces incómodas, como las páginas comunistas o islamistas, desde la derecha se llama la atención sobre el impacto negativo que podrían tener esas leyes para la promoción de la democracia en el mundo por medios electrónicos. Es contraproducente, dicen algunos, que el gobierno de Estados Unidos respalde el uso de internet para enfrentar regímenes autoritarios en el planeta y que, a la vez, aplique una codificación rígida de la libertad digital en su propio territorio.
sábado, 21 de enero de 2012
¿Novelista o propagandista de la novela?
El ego revuelto del escritor francés Michel Houellebecq andará de plácemes estos días. En Nueva York, ciudad que inspira buena parte de la estética globalizadora y tecnofílica de sus novelas y, en especial, de la más reciente, El mapa y el territorio, está siendo leído con forcejeo. Nueva York puede ser tan cosmopolita como provinciana, sobre todo, cuando por el medio hay ciertas visiones europeas o, más específicamente francesas, del mito newyorkino.
A la nota aparecida hace una semana en The New York Times Book Review, en la que Judith Shulevitz comenta El mapa y el territorio con tantos elogios como críticas (pastoral de la alta teconología, pero también remedo de thriller americano de tercera, prosa cruda y lírica, pero también caricaturas del arte contemporáneo, sobre todo, de Jeff Koons y Damien Hirsch) se suma ahora la dura reseña de James Wood en The New Yorker.
Wood dice cosas atendibles, pero la contraposición entre Houellebecq y D. H. Lawrence, que reitera el tópico de la distinción entre una pornografía buena y otra mala, me parece que habla más del tradicionalismo de Wood que de la decadencia de Houellebecq. Aún así, Wood le concede a El mapa y el territorio mayor riqueza estilística que novelas anteriores del mismo autor:"Is Michel Houellebecq really a novelist, or is he just a novelizing propagandist? Though is thought can be slapdash and hasty, its is at least earnest, intensely argued, and occasionally thrilling in its leaps and transitions. (At times, he resembles the theorist Slavoj Zizek, who is all wattage and not enough light). But formal structures that are asked to dramatize these ideas -the escenes, characters, dialogue, and so on- are generally flimsy and diagrammatic... In this respect, "The Map and the Territory" is undeniably richer than any of Houellebecq's previous works".
miércoles, 18 de enero de 2012
El escritor y el general
El reportaje de Wendell Steavenson sobre el novelista egipcio Alaa Al Aswany (El Cairo, 1957), en el último The New Yorker, nos ayuda a comprender mejor las paradojas que, como a las viejas revoluciones europeas y latinoamericanas de los siglos XVIII, XIX y XX, caracterizan a las revoluciones de la primavera árabe. Steavenson relata la valentía con que Aswany se enfrentó en la televisión egipcia al Primer Ministro, Ahmed Shafik, poco después de la caída de Mubarak.
Aswany le dijo al ministro en su cara que era un impresentable por sugerir que ellos, los militares en el poder, eran más patriotas que las víctimas de la Plaza Tahrir. Shafik no admitía el heroísmo de los jóvenes egipcios porque él mismo se consideraba un héroe y exigía la veneración del novelista: "I fought in the war... I killed and was killed", pero llevaba décadas viviendo en el poder.
Cuando el reportaje avanza, esta figura admirable del escritor público, que se enfrenta abiertamente al poder, comienza a desdibujarse un poco en el plano estético. Uno esperaría de Al Aswany gustos y modelos literarios más acordes con su generación y con el tipo de revolución que él defiende, pero los estereotipos pesan. La idea de América Latina que posee este admirable demócrata egipcio tiene medio siglo de retraso.
lunes, 16 de enero de 2012
La comunidad sin enemigos
En este título de Liu Xiaobo, el Premio Nobel de Literatura chino, reseñado por Simon Leys en The New York Review of Books, se condensa la diferenciación todavía vigente entre un régimen totalitario y otro democrático. En las democracias no hay enemigos, que deben ser excluidos o aniquilados en la vida pública, sino opositores y adversarios que debaten y compiten respetuosamente por el poder.
Las democracias son comunidades sin enemigos, lo que no quiere decir, por supuesto, que algunos gobiernos democráticos no traten a otros gobiernos del mundo e, incluso, a sectores importantes de su población como enemigos. Cuando eso sucede, por ejemplo, por racismo o por imperialismo, como advertía Hannah Arendt, los enemigos aparecen bajo una categoría jurídica diferente a la del adversario o el opositor excluido o aniquilado como enemigo en los totalitarismos.
Dicho de otra manera, cuando un gobierno democrático trata como enemigos a otro gobierno o a una parte de su población coloca a esos sujetos fuera de la ciudadanía jurídica. Los totalitarismos, en cambio, tratan como enemigos a sus propios ciudadanos, en plenitud de derechos. Las democracias pueden -no siempre- tratar como enemigos al extraño y al inmigrante, pero los totalitarismos siempre hacen del ciudadano opositor un enemigo antinacional.
domingo, 15 de enero de 2012
Anticapitalismos
En las últimas semanas hemos escuchado, en cada una de las paradas de Mahmud Ahmadinejad en su gira por los países del ALBA, declaraciones anticapitalistas del presidente iraní y de sus anfitriones latinoamericanos. Sin embargo, a juzgar por la propia economía iraní y por las economías de los países latinoamericanos que Ahmadinejad visitó, los anticapitalismos de cada uno de esos anticapitalistas no son idénticos. No es lo mismo el anticapitalismo de Ahmadinejad y Chávez que el anticapitalismo de Fidel y Raúl Castro.
El Estado iraní, como el chavista, controla los recursos petrolíferos del país, pero la agricultura, la ganadería, la producción de lana y alfombras persas, la pesca de perlas, los servicios y la mayor parte del comercio exterior y el mercado interno son privados. Lo mismo podría decirse de la economía de todos los países bolivarianos, menos Cuba. Sólo en este último país persiste una economía planificada de tipo soviético, a pesar de la lenta incorporación de elementos de mercado que se exprimenta desde la última década del siglo XX.
De manera que estamos en presencia de líderes anticapitalistas que impulsan en sus países economías capitalistas, si por capitalismo se entiende lo que entendía Marx. Esos anticapitalismos deben ser deslindados y pluralizados, como ha sugerido un grupo de trabajo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO, http://acyseclacso.ning.com/ ), en el que intervienen jóvenes socialistas críticos de la isla como Armando Chaguaceda y Dimitri Prieto Samsónov.
El objetivo de esos líderes, al disolver la diversidad de sus anticapitalismos en un mismo frente ideológico, es burdamente geopolítico. Pero al singularizar el concepto de anticapitalismo, unos y otros buscan atraer un conjunto de significados contradictorios, que se disuelven en un magma retórico común. Ni más ni menos que lo que Ernesto Laclau entiende por "significante vacío", un mecanismo simbólico que, en este caso, permite la sobrevivencia del viejo comunismo de Estado, de economía planificada y partido único, todavía predominante en Cuba, entre los nuevos anticapitalismos del siglo XXI, no reñidos con la democracia política, la economía de mercado y la sociabilidad autónoma.
viernes, 13 de enero de 2012
Moral sin obligación
Una larga y abultada tradición ideológica ha querido leer el Ariel (1900) de José Enrique Rodó sólo como un alegato contra el utilitarismo anglosajón y una apología de la cultura latina. Este énfasis en los arquetipos civilizatorios, construidos por el escritor uruguayo a partir de los personajes de La tempestad de Shakespeare, ha provocado, a su vez, que en el campo referencial de Rodó se destaque, sobre todo, a Renan, Taine y otros espiritualistas franceses de la segunda mitad del XIX.
Sucede, sin embargo, que Rodó sólo dedica el acápite V de su ensayo a la crítica del utilitarismo y a la contraposición latino-sajona y consagra la mayor parte del texto a elaborar una moral y una pedagogía de la juventud latinoamericana. El tema del Ariel es, en realidad, el mismo que unos años después, durante la Primera Guerra Mundial, desarrollará Walter Benjamin en La metafísica de la juventud.
De ahí que en esa tradición se pierda de vista que el autor más citado por Rodó en el Ariel no es Renan o Taine sino Jean Marie Guyau (1854-88), un positivista francés que murió demasiado joven, muy leído por Kropotkin y Nietzsche y que, en una curiosa mezcla de epicureísmo y anglicismo, defendió una "moral sin obligación ni sanción". Rodó cita dos veces a Renan y cinco a Guyau, quien, a su juicio, había formulado una teoría moral de la juventud europea, adoptable por las nuevas generaciones latinoamericanas.
domingo, 8 de enero de 2012
¿Poeta en actos?
En alguna parte hemos señalado lo perniciosa que, a nuestro
juicio, ha sido la idea de José Martí como “poeta en actos” para el culto
martiano mismo y para los discursos más autoritarios de la identidad cultural
cubana. Otra variante de la misma se encuentra en el debate público o
subterráneo sobre la obra del poeta habanero Rubén Martínez Villena
(1899-1934), entre los escritores cubanos de los años 40 y 50.
Poetas
y críticos de la generación de Orígenes,
como Cintio Vitier y Gastón Baquero, especialmente, pusieron a circular en la
esfera pública cubana de aquellas décadas la idea de que la entrega de Martínez
Villena a la política y su temprana muerte, de una enfermedad pulmonar crónica,
habían impedido la maduración de su poesía. Vitier, por ejemplo, hablaría del
“arcaísmo convencional” y de lo poco “significativos” que eran los sonetos “El
cazador”, “Fin de velada” y “La medalla del soneto clásico”.
Sin
embargo, el propio Vitier y también Baquero sostenían que el drama de la
biografía de Martínez Villena obligaba a “juzgarlo con especial respeto”, dada
la “profunda fuerza de contradicción que habitaba en el autor de La pupila insomne –título que un
panfletista contemporáneo ha convertido en equivalente del “Centinela alerta”
de los integristas españoles del siglo XIX-, fuerza hastiada, tierna, irónica o
colérica, cualquiera que sea el grado de inmadurez de sus entregas”.
La más extrema refutación de estos juicios no
se debe a Raúl Roa, como generalmente se piensa, sino al crítico comunista Juan
Marinello. El 16 enero de 1950, aniversario de la muerte de Martínez Villena,
Marinello develó una tarja de bronce en la casa natal del poeta, el número 68
de la calle Máximo Gómez de Alquízar, costeada por el ayuntamiento local y por
el Partido Socialista Popular y esculpida por Juan José Sicre y el pintor
Romero Arciaga.
Prueba de la plural admiración
política que despertaba Martínez Villena en las últimas décadas republicanas
fue que la Comisión Municipal creada para patrocinar el homenaje estuvo integrada
por militantes, además del PSP, del Partido Liberal, el Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxo), el Sindicato de Torcedores, el Círculo Familiar, el Centro
San Agustín, el Colegio de Maestros, el Colegio de Barberos y los ayuntamientos
vecinos de Alquízar: Bauta, Caimito del Guayabal, Santiago de las Vegas,
Bejucal, San Antonio de los Baños, Güira de Melena, La Salud y Quivicán.
En el acto de develación de la
placa, en el que tocó la banda del Reformatorio Torrens, Juan Marinello
pronunció un discurso en el que, entre otras cosas, cuestionaba a los críticos
literarios que manejaban el tópico de la “inmadurez” poética de Martínez
Villena. Marinello, en otra vuelta de tuerca al juicio de José Martí sobre los
“poetas de la guerra”, llevará la idea de la “poesía en actos” al extremo de
defender como “poetas” a José Stalin y Mao Tse Tung. Ambos, Stalin y Mao,
habían escrito poemas juveniles, pero su verdadera poesía debía leerse en la
Historia, ya que era “poesía en actos”:
“La calidad lírica de Rubén no cambio
sino de sendero, y su maestría de las palabras se afiló y aceró en la polémica
insuperable. Su don poético, inseparable y vitalicio en su esencia a pesar del
violento repudio, le facilitó mil veces, sin él saberlo, el cordial magisterio;
y la gracia verbal hija del dominio del idioma y de la posesión de sus
secretos, fue en él arma victoriosa. Poetas fueron, a su tiempo, José Stalin y
Mao Tse Tung. Y los poetas de hoy y mañana no les deberán, es cierto, los más
logrados modelos de su arte, pero sí el tamaño de los cantos futuros. Así
ocurrirá, en los límites nacionales, con Rubén Martínez Villena. Todavía por
algunos años los poetas se lamentarán de que nuestro gran joven no cobijara con
versos su casa de grandezas. Les pido que miren más al fondo del tiempo y de
las cosas”.
jueves, 5 de enero de 2012
Dante, Swedenborg y el libro que se le escapó a Martí
Desde que lo leí por primera vez, hace casi treinta años, no
ha dejado de admirarme el pasaje del número 18 de los Cuadernos de apuntes de 1894 de José Martí, en el que este hombre
tan atareado en menesteres revolucionarios se pregunta “¿y por qué no se ha hecho
un estudio comparativo de Dante y Swedenborg?”. Lo que me impresiona del pasaje
no sólo es la erudita imaginación que contiene la pregunta sino el hecho de la
que misma está insertada en medio de un relato que puede ser interpretado alegóricamente.
Martí está contando que un día ve dos arañas caminando sobre
una roca y se pone a jugar con ellas. Primero atraviesa su paraguas, acostado,
en el camino de la primera araña y ésta no escala el paraguas sino que le da la
vuelta. Luego, la segunda araña, menos “conocedora de su roca”, de cuerpo “más
cucarachero y aire menos fino” se arriesga y se sube al paraguas para cruzar al
otro lado. En ese momento, Martí, “vestido todo de negro”, se levanta y levanta
su paraguas y la araña “huye desolada”, creyéndolo “monte acaso”
Es entonces que Martí inserta la pregunta sobre el estudio
comparativo entre Dante y Swedenborg. Lo curioso es que, a continuación de la
pregunta, no pierde el hilo de la fábula de la araña y el paraguas y anota:
“como la araña, que no da paso hasta después de haberse asegurado del camino
(por los tentáculos). Palpar, antes de andar”. Si la moraleja tenía relación
con la pregunta sobre el libro inexistente, entonces tal vez Martí estaba previendo
que a lo mejor sí existía un tratado que comparase a Dante y Swedenborg.
Y, en efecto, existía. Un año antes, en 1893, había
aparecido en Londres el ensayo Dante and
Swedenborg with other Essays on the New Renaissance, de Frank Sewall
(1837-1915), editado por James Speirs. ¿Pudo confirmar Martí la existencia de
este libro que sospechaba no escrito? A Martí, animal público, hombre de
periódicos, siempre tan endemoniadamente informado a pesar de la conspiración,
la política y la guerra, se le escapó tal vez el libro de Sewall, como la araña
de su paraguas.
miércoles, 4 de enero de 2012
La mentalidad reaccionaria
En The New York Review of Books, Mark Lilla reseña con ambivalencia The Reactionary Mind. Conservatism from Edmund Burke to Sarah Palin (Oxford University Press, 2011) de Corey Robin. Le sigue pareciendo válida la definición de identidades doctrinales conservadoras o liberales o de izquierda y derecha en Estados Unidos y agradece algunos perfiles de pensadores de derecha como Ayn Rand, Barry Goldwater o Justice Antonin Scalia, de disidentes que giraron a la izquierda como John Gray y Edward Luttwak y hasta filósofos clásicos de la modernidad como Thomas Hobbes. Pero le inquietan esas genealogías transhistóricas, proclives a la caricatura y el maniqueísmo, que hacen desembocar un linaje eminente, fundado por Edmund Burke, pensador refinado y escritor transparente, whig irlandés, crítico de la Revolución Francesa pero admirador de la Revolución Americana, en Sarah Palin.
Podríamos decir, desde nuestra orilla, que esas invenciones de tradiciones se vuelven más forzadas aún, sobre todo cuando se trasladan a otros contextos nacionales y globales. Lo que es izquierda en unos países es derecha en otros y lo que es derecha nacional a veces puede ser izquierda global. En América Latina, por ejemplo, existen desde hace décadas izquierdas en el poder con elementos de mentalidad reaccionaria -nacionalismo, populismo, autoritarismo, religiosidad, orden...-, como los que describe Corey Robin, a las que se enfrentan derechas, centros y también izquierdas democráticas con más de una sintonía con la tradición liberal anglosajona y norteamericana. Un argumento que enlaza a no pocos caudillos de la izquierda latinoamericana con la tradición conservadora es que sus pueblos necesitan gobiernos fuertes, que interpreten su voluntad, porque en democracia las masas se desorientan y pueden ser manipuladas por el enemigo.
Podríamos decir, desde nuestra orilla, que esas invenciones de tradiciones se vuelven más forzadas aún, sobre todo cuando se trasladan a otros contextos nacionales y globales. Lo que es izquierda en unos países es derecha en otros y lo que es derecha nacional a veces puede ser izquierda global. En América Latina, por ejemplo, existen desde hace décadas izquierdas en el poder con elementos de mentalidad reaccionaria -nacionalismo, populismo, autoritarismo, religiosidad, orden...-, como los que describe Corey Robin, a las que se enfrentan derechas, centros y también izquierdas democráticas con más de una sintonía con la tradición liberal anglosajona y norteamericana. Un argumento que enlaza a no pocos caudillos de la izquierda latinoamericana con la tradición conservadora es que sus pueblos necesitan gobiernos fuertes, que interpreten su voluntad, porque en democracia las masas se desorientan y pueden ser manipuladas por el enemigo.
lunes, 2 de enero de 2012
Definiendo la poslegalidad
El profesor de la Universidad Di Tella, en Buenos Aires, Juan Gabriel Tokatlian, publica hoy un artículo en El País, que aborda un tema tratado en este blog. Advierte este académico que así como en América Latina, el Medio Oriente, África y Asia, es detectable un proceso de avance o consolidación de la democracia, en Estados Unidos y Europa aparecen señales inquietantes de “ocaso democrático”.
A esto último, es decir, a la tendencia a limitar libertades civiles y políticas como consecuencia de “estados de emergencia” o “amenazas a la seguridad nacional”, en el contexto de la lucha antiterrorista, lo llama “poslegalidad”. Habría que agregar que dicha poslegalidad comienza a manifestarse también en el plano del Derecho Internacional, lo cual favorece la afirmación de autoritarismos que, no por subalternos desde un punto de vista de global, carecen de hegemonía:
“Una de las tantas paradojas actuales es que mientras en la periferia muchas sociedades y Gobiernos intentan ampliar los derechos ciudadanos, en varios países centrales se pretende desvertebrar el Estado de derecho. En América Latina y, en tiempos recientes, en Oriente Próximo y el norte de África con la llamada primavera árabe, se observan impulsos y logros importantes en el reclamo y la extensión de derechos y garantías de diverso tipo. Inversamente, en países clave de Occidente, y desde el 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos se denota un esfuerzo desde el Ejecutivo y el Legislativo (y con pocas limitaciones por parte del Poder Judicial) de recortar y suprimir derechos alcanzados con enorme esfuerzo colectivo. Con el presunto objetivo de proteger la seguridad nacional en Estados Unidos se ha gestado una compleja estructura jurídica, burocrática e institucional cívico-militar que ha configurado de hecho una condición de inseguridad permanente; meta que al parecer ha logrado alcanzar el terrorismo transnacional a una década de los atentados en Nueva York, Washington y Filadelfia...”
Y agrega:
“La poslegalidad tiene símbolos: Guantánamo y Abu Ghraib. Tiene puntos clave de construcción conceptual: las oficinas del Legal Advisor del Departamento de Estado, delGeneral Counsel del Departamento de Defensa y del Special Counsel de la Casa Blanca. Tiene un mapa de referencia para su racionalización y justificación: la "guerra contra el terrorismo". Y tiene continuidad política bipartidista: desde George W. Bush a Barack Obama”.
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