Libros del crepúsculo

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miércoles, 18 de junio de 2025

Fanon en Gaza



Adam Shatz es un historiador graduado de la Universidad de Columbia, editor de la London Review of Books y colaborador frecuente de The New Yorker, que escribió una biografía de Frantz Fanon, titulada The Rebels’ Clinic. The Revolutionary Lives of Frantz Fanon (2024). La fascinación de Shatz con la personalidad y el pensamiento de aquel psiquiatra martiniqueño, que a fuerza de involucrarse en la causa de la independencia de Argelia se volvió argelino, es evidente. 

 No menos evidente en cada una de las “vidas revolucionarias” o fases en la evolución del pensamiento de Fanon. A Shatz le interesan, por igual, el Fanon caribeño, admirador de Aimé Césaire y del senegalés Léopold Sédar Senghor, que plasma su antirracismo en Piel negra, máscaras blancas (1952), que el psiquiatra experimental del hospital de Blida, que el líder del Frente de Liberación Nacional argelino y embajador de Ghana, rotundamente anticolonial, que leemos en Los condenados de la tierra (1961) y Por la revolución africana (1964). 

 Hay muchos matices en cada una de aquellas facetas de Fanon. El antirracismo y la descolonización son permanentes, pero sus lecturas y deudas con Marx, Freud o Sartre varían de intensidad en cada momento y otorgan a su pensamiento un perfil cambiante, sobre todo, en lo que se refiere a la relación con el progresismo europeo. Fanon fue un crítico radical de las izquierdas europeas que no se posicionaban a favor de la descolonización, pero a la vez, tomó como fuentes a muchos pensadores que se desentendían del colonialismo occidental. 

 También hay diferencias entre el Fanon muyahidín del FLN, que compartió trinchera con los “campesinos guerrilleros y filósofos” del frente argelino, y el Fanon diplomático, vestido de traje, que intervino en los congresos panafricanos de Accra, Ghana, y se codeó con Patrice Lumumba, Kwane Nkrumah, Holden Roberto, Félix-Roland Moumié y otros líderes panafricanistas. A Fanon lo estremecieron los asesinatos de algunos de aquellos amigos, como Lumumba y Moumié. 

 En la biografía de Shatz se destacan con mucha lucidez las contradicciones o desencuentros entre algunos de esos roles de Fanon: el psiquiatra que curaba los traumas de la violencia racista colonial, el filósofo de la violencia anticolonial y el diplomático panafricanista. La “clínica rebelde” de Fanon habría tenido esa capacidad de desdoblamiento entre la filosofía, el psicoanálisis y la revolución. 

 Tal vez, debido a ese enfoque, Adam Shatz se resiste a observar una plena continuidad entre la descolonización de Fanon, que era secular, marxista y sartreana, y la resistencia de los gazatíes frente a Israel en nuestros días, en buena medida ejercida desde el yihadismo de Hamás. La revista argentina Nueva Sociedad ha traducido un texto de Shatz, donde el historiador propone la pertinencia de pensar a Fanon a la luz de Gaza, más que a Gaza a la luz de Fanon. 

 Fallecido de leucemia en una clínica de Maryland, Estados Unidos, en 1961, Fanon no alcanzó a percibir el avance de la colonización del Estado de Israel en el territorio palestino. Pero Shatz observa que las tesis sobre la violencia anticolonial de Fanon han sido aprovechadas tanto por intelectuales judíos como por palestinos para defender sus respectivas causas. A estas alturas de la ofensiva israelí, según Shatz, Fanon habría reparado en los paralelismos entre la situación argelina en los años 50 y 60 y la de Gaza hoy. Recuerda Shatz que en su ensayo El año quinto de la revolución argelina (1959), Fanon no negó la centralidad de los musulmanes en la lucha argelina, pero que también rindió homenaje a los católicos y judíos que se unieron a la gesta anticolonial. 

La idea de la nación argelina que se desprendía de sus escritos era plural e incluyente, en términos raciales y religiosos. Es en esa idea de la nación, donde, lo mismo que en el caso de Edward Said, se produce la mayor tensión al leer a Fanon bajo las bombas. La crueldad del exterminio en Gaza no puede ocultar una discordancia de fondo entre esa idea de la nación palestina descolonizada y el proyecto islamista que con más fuerza resiste la ofensiva israelí en la franja. 

viernes, 6 de junio de 2025

José Mujica y la izquierda franca




En días pasados redes y medios iberoamericanos se llenaron de mensajes e imágenes en honor a José Mujica (1935-2025), el presidente uruguayo recientemente fallecido. Fueron muchos los resortes históricos de esos homenajes, pero, por lo menos, podrían distinguirse dos: el de quienes enfatizaban la rareza de un líder progresista latinoamericano, sin proclividades al autoritarismo o a la corrupción, y el de quienes buscaban fundir o agregar al político uruguayo a una genealogía única de la izquierda regional, a la que pertenecerían el Che Guevara, Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. 

 Los dos tipos de homenajes, por sinceros que sean, tienen limitaciones intelectuales que vale la pena apuntar. El primero, el que insiste en la excepcionalidad de Mujica por su compromiso con la democracia o su incorruptibilidad, parte de la premisa de que no hay o son pocos los políticos plenamente inscritos en una izquierda democrática y honesta en la región. No es así, como sería fácilmente comprobable en la historia de las izquierdas latinoamericanas, especialmente en el Cono Sur, de las transiciones de los años 80 y 90 para acá. 

 Pero el otro tipo de homenaje, el que disuelve las virtudes republicanas y el talante democrático de Mujica en una suerte de mural o iconografía bolivariana, es más cuestionable aún. Más allá de que como guerrillero del MLN-Tupamaros o como preso político de una dictadura militar de derecha, Mujica sintiera gratitud hacia la Cuba de Fidel Castro, o más allá de que como mandatario de Mercosur y Unasur desarrollara una alianza y una amistad con Hugo Chávez, las diferencias ideológicas entre el líder del Frente Amplio y los sistemas políticos de Venezuela y Cuba son evidentes. 

 No ocultó Mujica esas diferencias, ya que alguna vez declaró que el modelo de la isla “no funcionaba” y cuestionó el reeleccionismo en general, lo cual era aplicable a Chávez, a Evo, a Daniel Ortega y, por supuesto, a Fidel Castro. La crítica al reeleccionismo de Mujica se dirigió, en particular, contra Maduro, cuando en 2024 fue uno entre varios líderes de la izquierda regional que denunció el fraude electoral en Venezuela. Muchos partidarios del bloque bolivariano quisieran borrar esas críticas, en nombre de la Historia con mayúscula, pero la historia con minúscula, que es la que cuenta, ya las registró para siempre. 

 Uno de los recursos discursivos más recientes para disolver las diferencias entre las izquierdas autoritarias y las democráticas en América Latina es aquel que junta todas en una corriente “progresista”. Es una curiosa expresión, que hace apenas unas décadas se reservaba a la izquierda burguesa, socialdemócrata o partidaria de la “democracia formal” y que hoy se usa, fundamentalmente, para promover la indistinción. También se ha recurrido a otra variante del duelo excepcionalista en estos días, asegurando que la peculiaridad de Mujica se explicaría por las tradiciones parlamentarias e institucionales de Uruguay. Pero otra vez, los tantos ejemplos de líderes de la izquierda democrática en Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica o México, en las últimas décadas, conspiran contra la formulación. 

 Mujica fue, de hecho, la personificación de un itinerario bastante común en la región que va de la lucha cívica en los 50, a la armada en los 60 y 70 y a la democrática a partir de los 80 y 90. Las dos vías discursivas del homenaje son problemáticas, pero no el homenaje mismo. No hay dudas de que en la simpatía por Mujica opera una lógica de contraste con otros líderes de la izquierda latinoamericana más reciente. Sin embargo, algunos rasgos de su personalidad, como han recordado Martín Caparrós y Gerardo Caetano en estos días, también pesan en el duelo. La humildad, la franqueza, la disposición al diálogo y la negociación con sus rivales políticos o el tono profético de su lenguaje también explican esas simpatías.