En los días de la Guerra Fría letrada entre Casa de las Américas y Mundo Nuevo, Severo Sarduy publicó en esta última revista un artículo titulado "Escritura/ travestismo", sobre la novela El lugar sin límites (1966) del chileno José Donoso, que puede ser leído como un manifiesto del post-boom. Sarduy impugna directamente todas las modalidades de realismo, que observa incrustadas en las poéticas del boom: realismo puro -"socialista o no"-, tipo Vargas Llosa, "realismo mágico", tipo García Márquez o "literatura fantástica" tipo Cortázar. De los clásicos del boom, quien interesó más a Sarduy fue, sin dudas, Donoso y, después, Carlos Fuentes. Lo interesante de la crítica de Sarduy, en medio de la querella entre Casa de las Américas y Mundo Nuevo es que iba en contra de la línea editorial de ambas: de la defensa de un realismo social y comprometido, en Casa, y de la legitimación del realismo mágico y la narrativa neofantástica en Mundo Nuevo:
"Ese prejuicio, manifiesto o no, edulcorado con distintos vocabularios, asumido por sucesivas dialécticas, es el del realismo. Todo en él, en su vasta gramática, sostenida por la cultura, garantía de su ideología, supone una realidad exterior al texto, a la literalidad de la escritura. Esa realidad, que el autor se limitaría a expresar, a traducir, dirigiría los movimientos de la página, su cuerpo, sus lenguajes, la materialidad de la escritura. Los más ingenuos suponen que es la del “mundo que nos rodea”, la de los eventos; los más astutos desplazan la falacia para proponernos una entidad imaginaria, algo ficticio, un “mundo fantástico”. Pero es lo mismo: realistas puros –socialistas o no- y realistas “mágicos” promulgan y se remiten al mismo mito. Mito enraizado en el saber aristotélico, logocéntrico, en el saber del origen, de un algo primitivo y verdadero que el autor llevaría al blanco de la página. A ello corresponde la fetichización de este nuevo aedo, de este demiurgo recuperado por el romanticismo".