Recepción tras recepción, uso tras uso, en el último siglo José Martí se ha convertido en un símbolo nacional más de los cubanos. Como la bandera o el himno, a este poeta y político del siglo XIX se le adjudican los contenidos de un nacionalismo que, sin embargo, no es legible en su obra. Martí fue, desde luego, un partidario de la soberanía nacional de la isla y un crítico del expansionismo norteamericano, pero, por su relación distante con el positivismo y el arraigo de su visión republicana de la cultura, no fue un nacionalista romántico o esencialista.
Una nota que envió a La Nación de Buenos Aires, en junio de 1885, da cuenta del rechazo de Martí por el nacionalismo romántico a la alemana que desde fines del XVIII y , sobre todo, mediados del XIX, se desarrollaba en la antigua Prusia. El punto culminante de ese nacionalismo, según Martí, podía encontrarse en las políticas impulsadas por el canciller Otto von Bismarck desde los años previos a la guerra franco-prusiana de 1871. Además del proteccionismo comercial, una de esas políticas fue la no admisión de la doble nacionalidad que, unida a una aplicación rigurosa de la leva militar, provocó que muchos jóvenes de padres alemanes emigrantes, nacidos fuera de Alemania, fueran retenidos en territorio alemán durante viajes familiares y estancias temporales en la tierra de sus antepasados.
En el pasaje que reproduzco a continuación, Martí critica tanto el proteccionismo comercial como el control, por parte del Estado prusiano, de la emigración alemana:
Una nota que envió a La Nación de Buenos Aires, en junio de 1885, da cuenta del rechazo de Martí por el nacionalismo romántico a la alemana que desde fines del XVIII y , sobre todo, mediados del XIX, se desarrollaba en la antigua Prusia. El punto culminante de ese nacionalismo, según Martí, podía encontrarse en las políticas impulsadas por el canciller Otto von Bismarck desde los años previos a la guerra franco-prusiana de 1871. Además del proteccionismo comercial, una de esas políticas fue la no admisión de la doble nacionalidad que, unida a una aplicación rigurosa de la leva militar, provocó que muchos jóvenes de padres alemanes emigrantes, nacidos fuera de Alemania, fueran retenidos en territorio alemán durante viajes familiares y estancias temporales en la tierra de sus antepasados.
En el pasaje que reproduzco a continuación, Martí critica tanto el proteccionismo comercial como el control, por parte del Estado prusiano, de la emigración alemana:
“¿Los alemanes naturalizados, y sus hijos en los Estados Unidos, caen de nuevo en la ciudadanía alemana? Parece que sí caen: y que tan oscuro anda el asunto, que Alemania ha sostenido como soldado a un joven hijo de alemán, nacido y educado en San Luis (Saint Louis, Misuri), que por la Constitución americana pudiera ser elegido a la Presidencia de los Estados Unidos. Bismarck gruñe, y da con la bota de hierro en el suelo, cada vez que los vapores de inmigrantes se le llevan a América, con sus gabanes de lana y sus cachuchas, la pipa en los labios, y en la mano la jarra de cerveza, a una barcada de soldados futuros, y de espaldas anchas y corazón bueno. Bismarck aborrece a los Estados Unidos. Ayer, cerraba a la carne de cerdo americana sus mercados, so pretexto de que iba enferma y dañina, cuando era la verdad que los que de comer cerdo morían, morían de haber comido el mal cerdo alemán; hoy, ya trabaja por cerrar la Alemania a los granos y el petróleo de los Estados Unidos. Y como ve con ojos hondos, y muy en las entrañas de los pueblos, desafía al norteamericano sin ningún embarazo, y vuelve a desafiarlo al día siguiente, siendo raro que, si puso la mano en un alemán, naturalizado en los Estados Unidos, o en su hijo, ablande el modo huraño y consienta en devolver a los cautivos: antes parece que se goza en negarlo de una manera brusca”.
Esta crónica de Martí debió ser leída con entusiasmo en la Argentina de Sarmiento, Mitre y Roca, donde vivían tantos inmigrantes europeos. La crítica al nacionalismo conectaba a Martí, además, con los primeros socialistas latinoamericanos (Juan B. Justo, Plotino C. Rhodakanaty, Diego Vicente Tejera…), los de fines del XIX, que rechazaron, a la vez, las formulaciones nacionalistas que provenían, tanto, de la eugenesia o el evolucionismo positivista como del espiritualismo o el modernismo hispanoamericano. Una vez más, en aquella Babel ideológica finisecular, Martí aparece como un republicano neoclásico.