Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

miércoles, 23 de agosto de 2023

Boris Kagarlitsky: el intelectual como "terrorista"




Boris Kagarlitsky es un doctor en estudios políticos por la Universidad de Moscú, que destaca por una de las obras más sólidas en relación con la historia de las ciencias sociales rusas. En estricto sentido vendría siendo uno de los referentes del campo de la historia intelectual rusa en las tres últimas décadas. 

 Nacido en 1958, ha publicado en medios internacionales reconocidos como New Left Review, Times Literary Supplement y The Moscow Times y es referido en el campo intelectual latinoamericano por su excelente libro Los intelectuales y el Estado soviético (2005), que publicó la editorial Prometeo en Buenos Aires. 

  No creo que exista una historia más completa de la gran transformación cultural de la perestroika y la glasnost en la antigua URSS, como la producida por aquel libro. Una de sus conclusiones, que hoy parece profecía cumplida, es que el “fin de la intelligentsia soviética” produjo, bajo la supuesta modernización “liberal” de los 90, un reciclaje del nacionalismo cultural ruso decimonónico, con todos los elementos xenófobos, racistas, conservadores y antisemitas, que le eran afines. 

  El régimen de Vladimir Putin y su ideología neonacionalista son el desenlace de aquella mutación cultural. Kagarlitsky, como la mayoría de disidentes socialistas de su generación, que no se reconvirtió al nuevo nacionalismo, rechaza el conservadurismo cultural y el revisionismo histórico de Putin, cuya premisa es una exaltación del viejo imperio de los Románov, especialmente del periodo reformista del primer ministro Piotr Stolypin, y una denigración de la Revolución bolchevique y de las figuras de Lenin y Trotski. 

   Desde el Instituto para la Globalización y los Movimientos Sociales, que encabeza en Moscú, este académico ha destacado como una de las voces críticas de esa política cultural revisionista, personalmente impulsada por Putin. Al iniciar la invasión de Ucrania, el 24 de febrero de 2022, que venía anticipando desde la anexión de Crimea en 2014, el académico entendió que el nuevo movimiento de Putin era coherente con una visión profundamente antisoviética, que el nuevo caudillo del Kremlin heredó directamente del grupo neoliberal de Boris Yeltsin. 

   Desde entonces, el estudioso ha hecho diversas intervenciones en publicaciones occidentales de izquierda, en las que alerta sobre el poderoso despliegue de un nuevo imperialismo ruso contra nacionalidades del centro y el este de Europa. Esta nueva versión del paneslavismo, según Kagarlitsky, carecería del espíritu culturalmente dialógico que intentaron imprimirle los liberales rusos del XIX y los bolcheviques del XX. 

  Por pensar lo que piensa y escribir lo que escribe, Boris Kagarlitsky ha sido encarcelado en Moscú, donde enfrenta cargos infundados de “terrorismo”, a partir de sus críticas más que razonables a la escalada rusa en Ucrania. Es muy probable que pase siete años de cárcel, tan sólo por ejercer el derecho a cuestionar una política de Estado desde las reglas del campo académico de las ciencias sociales.

jueves, 17 de agosto de 2023

Anatomía del malestar




Mauricio García Villegas es un politólogo colombiano, formado en la Universidad Católica de Lovaina, que en los últimos años ha intentado explicar la prolongada crisis de su país a partir de una corriente de pensamiento, que tiene a Baruch Spinoza como figura central, y que piensa la política desde el territorio de las emociones. 

El fallecido filósofo italiano Remo Bodei llamó al proyecto ético de Spinoza “geometría de las pasiones”. Algo de aquella combinación de exactitud matemática y especulación moral se encuentra en los ensayos de García Villegas. En El país de las emociones tristes (Ariel, 2020), el ensayista colombiano se propuso explorar la larga data de la guerra y el narcotráfico, los estallidos sociales y las feroces pugnas políticas, como obras de la socialización de sentimientos como la furia y el odio. 

En su libro más reciente, El viejo malestar del Nuevo Mundo (Ariel, 2023), extiende el enfoque a toda América Latina y el Caribe. Quien siga diariamente la realidad política latinoamericana, sobre todo en los años recientes, encontrará un mundo como el retratado por Simón Bolívar en sus últimas cartas, regido por la frustración y el malestar. Las evidencias de esos sentimientos se reflejan en los altos índices de desconfianza hacia las instituciones democráticas, pero también en la ascendente desaprobación de toda la clase política, gobernante u opositora. 

Las altas mediciones de la felicidad latinoamericana suelen ser engañosas porque, por lo general, reflejan estados de ánimos personales y no colectivos. Si esas mediciones se armaran a partir de preguntas que indagan las relaciones entre la sociedad y el Estado, como hace regularmente Latinobarómetro, revelarían un panorama de infortunios y pesares como el que capta García Villegas en sus libros. 

Deliberadamente, el ensayista sigue un método que no respeta la historia cronológica de la región. En una página puede haber alusiones al estilo polarizador de líderes de la izquierda reciente, como Hugo Chávez y Evo Morales, en la siguiente una serie de glosas de historiadores de las guerras civiles del siglo XIX como el peruano Jorge Basadre o el uruguayo Carlos M. Rama, y en otra más adelante, semblanzas del peronismo y el varguismo. 

Dos de las emociones que recorre García Villegas en su último libro, de proyección más latinoamericana, son el miedo y la desconfianza. Recuerda el ensayista el estudio clásico del historiador francés Jean Delumeau sobre el miedo en Occidente y encuentra que desde los tiempos barrocos, marcados por la “teología mundana” de las Leyes de Indias, proliferaron en tierras americanas sociedades atemorizadas por la esclavitud, la servidumbre y el Santo Oficio. 

El miedo acumulado desde los tiempos coloniales dio paso a una cultura del desencanto republicano que es reconocible ya desde la primera mitad del siglo XIX. El romanticismo latinoamericano, que podría personificarse en el venezolano y chileno Andrés Bello o el cubano y mexicano José María Heredia, está profundamente atravesado por el desaliento que siguió a las utopías republicanas de la independencia. 

Al miedo y la desconfianza, García Villegas agrega el delirio como vocación continental, siguiendo de cerca otro libro reciente de un ensayista colombiano, Carlos Granés, justamente titulado Delirio americano (Taurus, 2022). El delirio ha sido constitutivo de la literatura y la política, el arte y el derecho, en América Latina, en doscientos años de vida independiente. 

Podría asociarse esa formulación con las fáciles metáforas del realismo mágico, pero el proyecto de García Villegas busca exponer los dilemas de la moral pública en una cultura del malestar. Al final, ese “aire de familia”, como diría Carlos Monsiváis, que vagamente identifica a los países de la región, estaría más asociado a la tristeza y la melancolía que a la fiesta o el jolgorio de sus estereotipos.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Narrar al padre





La vulgarización del gesto parricida, que acompaña el cliché psicoanalítico, hace del padre un tabú o un pretexto. Algo así le leímos a Héctor Abad Faciolince en El olvido que seremos (2006), donde se recuerda el hecho elemental de que no todas las cartas al padre tienen que parecerse a la de Franz Kafka. La figura del mundo (Random House, 2023) es justamente eso: un tipo muy distinto de carta al padre. 

Un padre que no es un comerciante frío sino un filósofo apasionado, al que se dirige su hijo escritor. Las memorias de Juan Villoro reparan todo el tiempo en los silencios de su conversación con Luis Villoro. De ahí que el tono del libro se acerque mucho al de un recado póstumo. Luis Villoro Toranzo –el dato se reitera en el libro como como el arjé griego- nació en Barcelona en 1922. Pero a diferencia de tantos otros intelectuales españoles de su generación que, por su oposición al franquismo, acabarían exiliados en México, sus conexiones mexicanas eran previas. Su madre venía de una familia hacendada de San Luis Potosí, que llegó a España huyendo de la Revolución mexicana. 

El futuro filósofo de izquierda comenzó su formación en un internado jesuita en Bélgica y Villoro hijo advierte que ese itinerario, del catolicismo a la revolución, es muy común en la América Latina de la Guerra Fría. Menciona a Fidel Castro, Julio Scherer García y el Subcomandante Marcos como rebeldes criados en escuelas jesuitas. Pero la lista podría ampliarse con los jóvenes del Mapu de la Unidad Popular de Salvador Allende, en Chile, o el “cura Pérez” y varios guerrilleros colombianos de los 60. 

Cuenta Juan Villoro que su padre, graduado en la UNAM e integrado al Grupo Hiperión (Emilio Uranga, Jorge Portilla, Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez McGregor, Salvador Reyes Nevárez, Fausto Vega Gómez), discípulos de José Gaos que exploraron la “filosofía de lo mexicano”, tuvo muy poco contacto con el ambiente contracultural de los años 60. Su mundo no era el del rock, el sexo y las drogas sino el de la revista El Espectador y de una reveladora admiración por Mahatma Gandhi y Martin Luther King. 

 La historiadora Elisa Servín ha estudiado El Espectador, donde colaboraron varios impulsores del MLN cardenista (Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Jaime García Terrés…), como un proyecto inscrito en el ideario de la Nueva Izquierda mexicana en la Guerra Fría. Una antología reciente, a cargo de Guillermo Hurtado, que reúne textos de Luis Villoro en aquella publicación, La identidad múltiple (El Colegio Nacional, 2022), confirma el análisis de Servín. 

 Dos de los libros fundamentales de Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México (1950) y El proceso ideológico de la revolución de independencia (1953), que han cumplido setenta años con mucha vigencia, fueron ejercicios de historia de las ideas que buscaban claves emancipatorias en el pasado mexicano. Pero sus fuentes no provenían del marxismo sino de una tradición teológica que se remontaba al siglo XVI hispánico con Suárez, Vitoria, Las Casas y Vasco de Quiroga. 

 Villoro hijo narra esa ruta alterna hacia la izquierda como una opción intelectual que explicaría la identificación final de Villoro padre con la rebelión zapatista en Chiapas. La figura del mundo presenta ese último gesto, que es filosófico y práctico a la vez, como un legado que el hijo preserva del padre. La apuesta por la causa de los pueblos chiapanecos, en los dos, parece ser la salida más digna a los dilemas de la condición letrada. 

 Otra herencia de Luis, que Juan reclama para sí, es la pasión por el futbol. Hay pasajes aquí, como en tantos otros libros de Juan Villoro, que muestran esa pasión bajo la luz de una sabiduría que recuerda al Séneca de las cartas a Lucilio. Justo en esos momentos aparecen, también, los aspectos más inquietantes de la relación con el padre, que tienen que ver con aquellos silencios que se ahogaban en los gritos de las gradas.