Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

lunes, 20 de marzo de 2023

Raymond Vernon y la democracia en México





En 1963 el economista de la Universidad de Harvard, Raymond Vernon, publicó un libro fundamental en los debates sobre el desarrollo de México. Se tituló, justamente, El dilema del desarrollo en México, y lo editó la propia Universidad de Harvard, donde Vernon había estudiado antes de incorporarse al equipo de asesores de la Alianza para el Progreso, el proyecto que impulsó en América Latina el gobierno de John F. Kennedy. 

 El libro de Vernon, editado por Diana en 1966, tuvo un impacto discernible en los debates intelectuales de México en la Guerra Fría. Un volumen reciente, coordinado por Soledad Loaeza y Graciela Márquez en El Colegio de México, titulado Raymond Vernon en 1963 (2023), reconstruye las tesis del economista estadounidense y su complicada recepción en el México de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. 

 Vernon pertenecía a la misma generación de Walt. W. Rostow, famoso teórico de las etapas del crecimiento económico, enfáticamente anticomunista, que se incorporó al Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional en los gobiernos de Kennedy y Johnson. Y aunque compartían más de una idea, en su visión de México y América Latina, Vernon se diferenciaba de Rostow por un enfoque menos prejuiciado y más atento a las desigualdades de la región. 

Como recuerda Loaeza, Vernon partía de una valoración positiva de la industrialización mexicana entre los años 50 y 60 y suscribía, a grandes rasgos, la tesis del “milagro mexicano” bajo el modelo del “desarrollo estabilizador” durante la larga gestión de Antonio Ortiz Mena en la Secretaría de Hacienda. Pero el economista advirtió que aquel modelo estaba dando todo de sí y era indispensable una reforma económica y política, basada en una estrategia fiscal progresiva y en una democratización del sistema presidencialista y de partido hegemónico del PRI. 

 La recepción adversa a Vernon, en sectores económicos y políticos del PRI, se evidenció con la reseña crítica de Ifigenia Martínez Navarrete, entonces asesora de Antonio Ortiz Mena, quien definió la propuesta del economista estadounidense como “conservadora y contraria a la historia y la filosofía de la Revolución Mexicana”. Según Martínez Navarrete era “falso” que el país estuviera amenazado por alguna inestabilidad política o económica, en un texto publicado en la revista Investigación Económica de la UNAM, a unos meses de la masacre de Tlatelolco. 

 Vernon respondió, en la misma revista, a la crítica de Martínez Navarrete, asegurando que no era cierto que su propuesta consistiera en que “México debía adoptar una política oficial amistosa o favorable hacia el inversionista extranjero ni al sector privado nacional”. Le afectaba especialmente que su libro fuera entendido en clave anticomunista de la Guerra Fría, como un llamado a una privatización radical de la economía, que se desentendiera del gasto público orientado a combatir la pobreza y la desigualdad. 

 Más hospitalaria resultó la reseña de Rafael Segovia, profesor de El Colegio de México, en la revista Foro Internacional. Segovia concluía que el libro de Vernon era “una síntesis de la vida de la nación insuperable en más de un sentido”. Reconocía Segovia que la posición de Vernon estaba lejos del anticomunismo elemental de W. W. Rostow o Frank Tannenbaum, pero tampoco admitía la existencia de un “dilema” entre los volúmenes del sector público y el privado o entre autoritarismo y democracia. 

 Es muy útil volver a la lectura del libro de Raymond Vernon y el debate que suscitó en el México de los 60, en momentos en que el gobierno mexicano, oficialmente, trasmite una imagen entusiasta del periodo del “desarrollo estabilizador”. Muchas de las críticas de Vernon, como advierte Ignacio Marván en uno de los capítulos del libro, especialmente las dirigidas contra el autoritarismo, eran suscritas entonces por la izquierda y son válidas para el México de hoy.

jueves, 16 de marzo de 2023

Cuarenta años de un libro clave



Acaban de cumplirse cuatro décadas de la publicación, por El Colegio de México, del libro México frente a Estados Unidos (1982), escrito por los historiadores Josefina Z. Vázquez y Lorenzo Meyer. Rescatado luego por el Fondo de Cultura Económica, el volumen ya va por su quinta reedición y sigue siendo de enorme utilidad para comprender, en la larga duración, la difícil contigüidad de esos dos vecinos tan disparejos en América del Norte. 

 El libro se dedicaba a Daniel Cosío Villegas, quien, como no siempre se recuerda, no estudió únicamente la política exterior de la República Restaurada y el Porfiriato sino, también, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina durante la Guerra Fría. Y como Cosío Villegas, los dos autores mostraban un perfecto conocimiento de los avances y límites de la historiografía sobre esas relaciones, escrita de un lado o el otro de la frontera. 

 Citaban, por ejemplo, a historiadores estadounidenses como J. Fred Rippy, James M. Callahan y Howard Cline, y a historiadores mexicanos como Alberto María Carreño, Gastón García Cantú, Luis G. Zorrilla y Carlos Bosch García. En ediciones posteriores, actualizaron la bibliografía, especialmente para el periodo de la Revolución en adelante, con trabajos como los de Berta Ulloa, Friedrich Katz, Peter H. Smith o Abraham Lowenthal. 

 Tan lejos del nacionalismo antiestadounidense como de una visión justificativa del expansionismo o la hegemonía de Washington, Vázquez y Meyer reconocían que el nexo entre los dos países había estado marcado, desde mediados del siglo XIX, por la asimetría. Ni en los momentos menos conflictivos, durante la Guerra de Secesión en Estados Unidos o durante la Segunda Guerra Mundial, esa asimetría dejó de manifestarse.

 La primera edición de 1982 concluía con una caracterización de la política bilateral en los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, en la que se observaba un crecimiento de la dependencia de México de Estados Unidos, aunque con una estrategia de diversificación de vínculos internacionales y activismo a favor de América Latina y el Tercer Mundo, que se valoraba como relativamente eficaz. De manera curiosa, los dos siglos tratados, el XIX a cargo de la Dra. Vázquez y el XX a cargo del Dr. Meyer, describían secuencias similares. 

  Luego de hechos tan costosos y traumáticos como la pérdida de Texas, primero, y luego de más de la mitad del territorio, con el Tratado Guadalupe-Hidalgo de 1848, la relación, sin dejar de ser conflictiva, había fluido con algunas ventajas para México durante la República Restaurada y el Porfiriato. Más o menos lo mismo había sucedido después del complicado periodo revolucionario, entre 1910 y 1940, cuando el intervencionismo y las presiones de Washington se habían desbocado. 

  El cierre del libro, en 1982, replanteaba la tesis de la “concordia limitada” de Cosío Villegas por medio de una muy pertinente distinción entre “interdependencia asimétrica” y “dependencia” de nuevo tipo. Aquel final, sin embargo, debió actualizarse en las ediciones de 1989, 1994, 2001 y, ahora, en 2022. De hecho, esta última edición, que apenas en las tres últimas páginas alcanza a mencionar el T-MEC, muy pronto deberá ajustarse al nuevo contexto de una relación bilateral, no planteada en términos de “interdependencia” sino de “integración”. 

  En la última Declaración de Norte América, del 10 de enero de 2023, esa integración también se define en un sentido cultural. Tal vez, en el nuevo final de México frente a Estados Unidos, que necesariamente tendría que estudiar la relación con Washington durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, se eche en falta un desarrollo más sostenido del proyecto de diversificación internacional, que como el de la propia integración a América del Norte, es política de Estado en México, por lo menos, desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.