Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

lunes, 31 de enero de 2022

Cuba a debate





El periodista mexicano Gerardo Arreola vivió dieciséis años consecutivos en Cuba, donde fue primero jefe de la oficina de Notimex y luego corresponsal del diario La Jornada. El periodo que comprendió su trabajo periodístico en la isla abarcó desde el llamado “periodo especial” que siguió al derrumbe del campo socialista, en los 90, al lanzamiento de la reforma económica impulsada por Raúl Castro entre 2011 y 2013. 
 En los últimos años, desde México, Arreola ha seguido siendo un observador preciso e informado de la realidad de la isla. Su visión resulta inusual dentro de medios ideológicamente volcados a la legitimación internacional del sistema cubano, por el espacio que dedica a señalar las tensiones entre la sociedad y el Estado en la isla y a localizar los debates y demandas de múltiples actores, tan diversos como la Iglesia católica, los intelectuales, los académicos y los opositores. 
 Su reciente libro, Cuba: el futuro a debate. La era de Raúl Castro y los retos de la transición (Debate/ La Jornada, 2021) es una guía para adentrarse en la Cuba del siglo XXI pero también un autorretrato del tipo de periodismo que practica Arreola. En este volumen se narran los principales eventos que van de la convalecencia de Fidel Castro en 2006 y la primera sucesión, a favor de su hermano Raúl, hasta la más reciente aprobación de la nueva Constitución de 2019 y el relevo de Miguel Díaz-Canel en la presidencia de la república y el máximo liderazgo del Partido Comunista. 
 La narración, siempre atenta a las complejidades del proceso de cambio que experimenta Cuba en el siglo XXI, que no duda en definir como “transición”, es rica en detalles. El periodista se detiene en el papel de Hugo Chávez como vocero de la convalecencia de Fidel Castro, en el choque de visiones sobre la reforma entre los hermanos Castro, en la purga de los jóvenes dirigentes fidelistas en 2009, en la reorganización de la cúpula política tras los tres últimos congresos del Partido Comunista, en el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos durante la presidencia de Barack Obama, en la recuperación del vínculo bilateral con México desde el sexenio de Felipe Calderón y en la más reciente agudización del diferendo con Washington tras las sanciones de Donald Trump, preservadas por Joe Biden. 
 A diferencia de tantas representaciones periodísticas de Cuba, en la izquierda latinoamericana, este libro no describe las reformas económicas y el reajuste del sistema político, luego del proceso constituyente y la última sucesión, como iniciativas de una dirigencia histórica, seguida unánimemente por la población. Arreola da especial importancia a los disensos que han acompañado la nueva Constitución, antes y después de su entrada en vigor en 2019. 
 En medio del ascendente anti-intelectualismo que se observa tanto en la derecha como en la izquierda latinoamericanas, este libro da relevancia al papel de los académicos y los periodistas en el debate cubano. En sus páginas hay protagonistas del debate como Carmelo Mesa-Lago y Aurelio Alonso, Yoani Sánchez y Julio César Guanche, Pavel Vidal y Elaine Díaz, Roberto Veiga y Milena Recio, Cuba Posible y Temas, Rialta y El Estado como tal, que, en su pluralidad, hoy serían inconcebibles en publicaciones oficiales cubanas como Granma, Juventud Rebelde y Cubadebate, pero también en periódicos latinoamericanos como La Jornada o Página 12. 
 El libro cierra con un recuento de los dos últimos años, tras el traspaso definitivo de poderes a Miguel Díaz-Canel, en el que destacan la agudización de la crisis económica y sanitaria y el impacto real de las sanciones de Estados Unidos en la isla. En ese recuento, sin embargo, Arreola no escamotea el itinerario de la represión y la censura, que siguieron a la aprobación del decreto 349, el estallido social del 11 de julio, ni las reiteradas y arbitrarias limitaciones a la libertad de expresión y asociación que se aplican en Cuba.

lunes, 24 de enero de 2022

Errante Monterroso




Se cumplen cien años del nacimiento del escritor Augusto Monterroso, maestro de la narración latinoamericana. Por efectos de la popularidad fácil o las genuinas preferencias lectoras, a Monterroso se le asocia automáticamente con el cuento corto o la microficción. Lo cierto es que también destacó en el relato largo, la novela y la memoria, como se lee en clásicos como La oveja negra, Lo demás es silencio y Los buscadores de oro
 A Monterroso se le conoce como escritor guatemalteco, sin embargo nació en Honduras, de padre guatemalteco y madre hondureña. Como él mismo diría, quien nace en algún país de la región al norte de Panamá y al sur de México, que se independizó con la idea de formar una confederación, difícilmente se siente otra cosa que centroamericano. Como Luis Cardoza y Aragón y lo mejor de la intelectualidad guatemalteca, Monterroso se opuso a la dictadura de Jorge Ubico y debió exiliarse en México desde los años 40. 
  Luego, en los 50, respaldó la Revolución de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz y fue nombrado cónsul de Guatemala en La Paz, Bolivia, país que vivía su propia Revolución, la de Víctor Paz Estenssoro y el MNR. El golpe de Estado de Carlos Castillo Armas y la CIA lo obligó a un nuevo y definitivo exilio, primero en Chile y luego en México. Cuando en 1959 aparece en la editorial Era su primer volumen de cuentos, irónicamente titulado Obras completas, que incluye el archiconocido relato “El dinosaurio”, Monterroso había vivido en Honduras, Guatemala, Bolivia, Chile y México. 
  Como tantos otros intelectuales latinoamericanos, exiliados en México, era un ciudadano de la gran ciudad letrada errante, que dio lugar al boom de la nueva narrativa regional. A partir de los 60, aquel Monterroso juvenil y peregrino sería sucedido por el viajero avispado que recorre grandes capitales europeas. Su narrativa breve se acomoda entonces a la cadencia y el tono de la fábula, como se plasmará de manera ejemplar en La oveja negra
  En aquel Esopo latinoamericano, Carlos Fuentes encontró ecos de Jonathan Swift, Mark Twain, Lewis Carroll y Jorge Luis Borges. El bestiario de Monterroso fue inclinándose a la entomología en los años posteriores, como se lee en Movimiento perpetuo. Pero el escritor no asociaba su fascinación por las moscas, los abejorros, las pulgas y los insectos con Kafka o con Nabokov sino con la gran tradición de literatura teológica norteamericana del siglo XIX, personificada en Melville o Poe. 
   Monterroso insistió siempre en definirse, indistintamente, como centroamericano, mexicano o latinoamericano. Sin embargo, nunca dejó de atender el llamado de la patria chica, Guatemala, donde vivió su adolescencia y su juventud y donde alcanzó la madurez en la política y en la literatura. Por fortuna, a partir de 1993, pudo volver varias veces a su país, donde fue editado y reconocido como miembro de la Academia de la Lengua, Premio Nacional de Literatura y Doctor Honoris Causa de la Universidad de San Carlos.