Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

viernes, 27 de mayo de 2011

El pudor de la razón (Tres de Chesterton)


“You can only find truth with logic if you have already found truth without it”


“The madman is not the man who has lost his reason. The madman is the man who has lost everything except his reason”


“Angels can fly because they take themselves lightly”

jueves, 26 de mayo de 2011

Mutaciones del intelectual público

A fines de los 80, el profesor de UCLA, Russell Jacoby, escribió un libro titulado The Last Intellectuals. American Culture in the Age of Academe (1987), en el que cuestionaba el desplazamiento de la crítica social norteamericana, de la esfera pública al espacio académico. A diferencia de antepasados liberales o socialistas, como John Dewey o Charles Wright Mills, la izquierda postmoderna no se proyectaba desde las universidades hacia la esfera pública, sino, al revés, de la esfera pública hacia las universidades. A partir de los 90, académicos como Noam Chomsky o Edward Said incrementaron su intervencionismo público, precisamente, con argumentos similares a los de Jacoby.
En América Latina, la tesis de Jacoby convergería en buena medida con el repliegue hacia la academia de la izquierda ex guerrillera, que se vivió entre los años 80 y 90. En la última década, sin embargo, como ya intuía el propio Jacoby en el prólogo a la reedición de su libro del año 2000, no ha dejado de producirse un nuevo giro pendular. La gran transformación de la esfera pública generada por el internet y la hegemonía de los medios en las democracias, unida a fenómenos globales como las guerras en Irak y Afganistán, la violencia del terrorismo o el narcotráfico o las revoluciones árabes, están demandando intervenciones públicas en las que el rol de los intelectuales se refuncionaliza.
Lo hemos visto en los últimos meses, en Egipto, en España y en México. Wael Ghonim, un joven programador, empleado de Google en El Cairo, se convirtió en uno de los líderes de la revolución egipcia enviando mensajes movilizadores en Facebook y Twitter. En España, Alejandro Navas, profesor de Sociología de la Universidad de Navarra, es una de las voces mejor articuladas del Movimiento 15-M. En México, una importante movilización contra la violencia del narcotráfico y contra la estrategia del presidente Felipe Calderón frente a la misma, está siendo encabezada por un poeta católico, Javier Sicilia.

martes, 24 de mayo de 2011

70 de Dylan





Hoy cumple 70 años Robert Allen Zimmerman, Bob Dylan, poeta y músico sin el cual se pierde la orientación en este mundo. Dylan sigue ahí porque su noción del tiempo no ha sido estrechamente generacional, porque no entiende su época desde la inmediatez de la petite histoire. ¡Happy Birthday, Bob!






The Times They Are A-Changin'





Come gather ’round people
Wherever you roam
And admit that the waters
Around you have grown
And accept it that soon
You’ll be drenched to the bone
If your time to you is worth savin’
Then you better start swimmin’ or you’ll sink like a stone
For the times they are a-changin’
Come writers and critics
Who prophesize with your pen
And keep your eyes wide
The chance won’t come again
And don’t speak too soon
For the wheel’s still in spin
And there’s no tellin’ who that it’s namin’
For the loser now will be later to win
For the times they are a-changin’
Come senators, congressmen
Please heed the call
Don’t stand in the doorway
Don’t block up the hall
For he that gets hurt
Will be he who has stalled
There’s a battle outside and it is ragin’
It’ll soon shake your windows and rattle your walls
For the times they are a-changin’
Come mothers and fathers
Throughout the land
And don’t criticize
What you can’t understand
Your sons and your daughters
Are beyond your command
Your old road is rapidly agin’
Please get out of the new one if you can’t lend your hand
For the times they are a-changin’
The line it is drawn
The curse it is cast
The slow one now
Will later be fast
As the present now
Will later be past
The order is rapidly fadin’
And the first one now will later be last
For the times they are a-changin’






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lunes, 23 de mayo de 2011

¿Comuna o democracia?

Si es cierto lo que informan las principales televisoras y periódicos españoles, de todas las tendencias, que han seguido de cerca las acampadas del Movimiento 15-M, la mayoría de sus participantes votó en las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo. Esto quiere decir que para esos ciudadanos, que recurren a mecanismos de democracia directa, protestar contra la clase política no está reñido con intervenir en las elecciones de una democracia representativa.
Esa racionalidad de ciudadanos globales del siglo XXI tiene muy poco que ver con las estrechas ideas sobre la democracia directa que predominan en las pocas izquierdas comunistas que quedan en el planeta. Algunos defensores de estas últimas han llegado asociar la acampada en la Puerta del Sol con la Comuna de París de 1871, cuando, como es sabido, esta última fue violenta y llegó a constituirse en gobierno, aunque sólo por dos meses.
El principal mensaje que están enviando los activistas del 15-M no es contrario a la democracia representativa sino favorable a una complejización de la misma. Lo que están defendiendo es que las democracias, además de partidos y elecciones, cuenten con otros mecanismos legítimos como las iniciativas ciudadanas, los referéndums, los plebiscitos o la revocación del mandato, y con otras asociaciones de la sociedad civil como los movimientos sociales o las agrupaciones comunitarias.
Lo que buscan esos jóvenes no es una comuna madrileña o una dictadura del proletariado. Lo que buscan es algo tan legítimo como que los políticos respondan por sus actos ante sus representados y que el propio sistema de representación pueda desarrollarse fuera de los partidos y los parlamentos, sin desmantelar a estos últimos. No es la comuna, es la democracia del siglo XXI.

domingo, 22 de mayo de 2011

Labra y las comillas del radicalismo






¿Cuándo dejó de ser cubano Rafael María de Labra (1841-1918)? La pregunta es tan pertinente para la biografía de este importante político español de fines del siglo XIX, nacido en Cuba, como para la historiografía nacionalista y revolucionaria cubana, empeñada en colocar a Labra fuera de los más autorizados linajes intelectuales de la historia insular. A estas alturas de la memoria –o del olvido-, Labra parecería ser uno de esos cubanos por azar, uno de esos nacidos en Cuba que no permitió que el drama cubano controlara su obra intelectual.
Como su contemporáneo Pablo Lafargue (1842-1911), Labra sólo vivió su infancia en Cuba. Desde principios de la década del 60 del siglo XIX lo vemos involucrado en la política peninsular, como colaborador de publicaciones como El Contemporáneo, La Discusión y la Revista Hispanoamericana y como fundador de la Sociedad Abolicionista Española en 1864. Ya desde entonces Labra está mejor ubicado en la política española que en la política cubana, aunque buena parte de esta última se dirimiera en Madrid.
Durante más de veinte años, Labra fue legislador en las Cortes madrileñas. Primero fue diputado por Asturias, luego por Puerto Rico, por Cuba, también fue senador por la Sociedad Económica de Amigos del País y, una vez más, diputado por Santa Clara. Sin embargo, Labra no desarrolló una labor legislativa, política y publicística exclusivamente cubana, como la de sus colegas autonomistas de la isla, Gálvez, Montoro o Giberga.
Labra se sumó a la Revolución de 1868 –la española, no la cubana-, defendió la abolición de la esclavitud no sólo en Cuba sino también en Puerto Rico, se hizo republicano y fue de los pocos liberales de su generación que desarrolló una visión histórica positiva de Toussaint Louverture y la Revolución Haitiana –su polémica con Saco sobre la esclavitud fue, en este sentido, ejemplar. Fueron su abolicionismo y su republicanismo, entre los años 60 y 70, los que lo ubicaron en los sectores radicales de la política española de aquellas épocas.
En el Diccionario de la literatura cubana (1980), ese radicalismo aparece entrecomillado. ¿Por qué entre comillas? Tal vez, porque la historiografía nacionalista revolucionaria cubana no puede conciliar, en un mismo sujeto, abolicionismo, republicanismo y autonomismo. Pero lo cierto es que Labra, dentro de la política peninsular, llegó a ubicarse más a la izquierda que muchos separatistas de su generación. Su visión del problema cubano como capítulo del “problema antillano” tenía, desde luego, un componente imperial, pero, como en Lafargue, respondía también a un enfoque más transnacional o atlántico de los asuntos cubanos y caribeños.
La última etapa de la vida pública de Labra, aquella que se enmarca entre 1898 y 1919, es decir, durante las dos primeras décadas postcoloniales, está marcada por la insistencia en la identidad hispánica del Caribe y el mundo suramericano. Al igual que en Rafael Altamira y Crevea y otros defensores de la hispanidad, ese discurso no carecía de una conservadora nostalgia imperial. Pero en el caso de Labra el hispanismo era parte de una visión crítica de la hegemonía de Estados Unidos sobre la región, que lo acercaba, por otra vía, al radicalismo "sin comillas" de los nacionalistas y revolucionarios cubanos.

viernes, 20 de mayo de 2011

Toussaint Louverture y la poesía europea

Una buena saga del gran estudio de Susan Buck-Morss sobre Hegel y la Revolución Haitiana, que comentamos hace algunos días, sería la reconstrucción de imágenes sobre la epopeya haitiana y, específicamente, sobre Toussaint Louverture en la poesía europea. Cuando la Gran Bretaña decidió enviar tropas contra la rebelión de esclavos en la parte occidental de Santo Domingo, William Blake, enemigo del rey George, escribió el poema "America: A Prophecy", (1793), donde se lee:

Let the slave grinding at the mill run out into the field;
Let him look up into the heavens and laugh in the bright air.

Blake ya se había estrenado como partidario de la abolición cuando ilustró el estremecedor volumen Narrative of a Five Years Expedition Against the Revolted Negroes in Surinam (1794), escrita por el capitán John G. Stedman, un vehemente alegato contra el sistema de plantación francés y holandés en las Antillas, que comentó elogiosamente otro poeta inglés, William Wordsworth. Al conocer la muerte del líder jacobino negro en el Castillo de Fort de Joux, en 1803, Wordsworth le dedicó el poema “To Toussaint Loverture”:

Though fallen thyself, never to rise again,
Live, and take comfort. Thou hast left behind
Powers that will work for thee; air, earth and skies;
There's not a breathing of the common wind
That will forget thee; thou has great allies;
Thy friends are exultations, agonies,
And Love, and Man's unconquerable mind.




Pocos años después de la muerte de Toussaint, en 1807 específicamente, el poeta romántico alemán, Heinrich von Kleist, acusado de ser agente prusiano contra Napoleón, fue encarcelado en el mismo castillo de Fort de Joux donde murió el caudillo haitiano. Von Kleist llegó a identificarse tanto con Toussaint que dedicó a su memoria un relato en homenaje a la Revolución Haitiana, titulado Die Verlobung in St. Domingue, traducido al inglés como “The Betrothal in Santo Domingo” y al español como “Los desposorios en Santo Domingo”.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Herodoto y la lluvia




Cuántas veces no nos topamos con polémicas entre historiadores en las que el punto a dirimir es, aparentemente, la exactitud del dato y no la diferencia en la interpretación de un fenómeno del pasado. Casi siempre que un polemista abusa del tópico del “error”, la “imprecisión” o la “pifia” lo hace para sumar agravantes a su rival, para debilitar a su oponente, no en lo que verdaderamente moviliza su réplica, sino en la credibilidad ante los lectores.
Los malos hábitos en las polémicas historiográficas provienen, por lo general, de una equivocada identificación entre historia y verdad –cuando no entre historia y derecho-, abastecida por múltiples plataformas doctrinales: historicismo, positivismo, marxismo, estructuralismo… La idea de que lo que sucedió, por haber sucedido, es siempre “verdadero” no sólo es atribuible al público interesado en cuestiones históricas sino a los historiadores profesionales mismos. De ahí que una legendaria tradición filosófica, enfrentada a esa creencia en el último siglo, haya logrado tan poco.
Desviar las diferencias de sentido entre dos historiadores a la vulgar disputa sobre la veracidad de un dato y confundir historia y derecho es tan viejo como Aulo Gelio. Este abogado y escritor romano del siglo II escribió una obra titulada Noches áticas, en la que se adjudica todo tipo de errores a Sócrates, Platón, Tucídides y Virgilio. Una de las refutaciones más ridículas de Aulo Gelio fue la dedicada a Herodoto, quien, a su juicio, “cometió un error al decir que el pino, a diferencia de otros árboles, después de cortado no producía ningún retoño”.
Herodoto, que había descrito de manera insuperable la cultura persa y había narrado con virtuosismo las guerras médicas, hizo, según Gelio, “observaciones poco exactas sobre la lluvia y la nieve”. Los errores “físicos” del historiador Herodoto, concluía Gelio, eran sólo equiparables a los “errores históricos” del poeta Virgilio en el libro sexto de la Eneida. Era imperdonable que el poeta, en sus versos, mezclara las guerras aqueas con las guerras pírricas.