Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

viernes, 22 de octubre de 2010

La interpretación histórica de la literatura

Releyendo algunos de los primeros libros de poesía y narrativa del escritor cubano Lorenzo García Vega –Suite para la espera (1948), Espirales del cuje (1952) y Cetrería del títere (1960)- he recordado la defensa que hiciera Edmund Wilson de la “interpretación histórica de la literatura” en The Triple Thinkers (1948). Allí Wilson cuestionaba la mirada ahistórica de la crítica literaria, que persiste en contraponer Literatura e Historia, y demandaba estudios mal vistos por puristas y filólogos como “las ideas políticas de Flaubert”.
Estamos acostumbrados a leer a críticos literarios que nos dicen que las primeras obras de García Vega son “ecos de las vanguardias” o “subsistencias del surrealismo” en Cuba. ¿Es eso suficiente? No, hay muchas más cosas en aquella literatura: una deuda con la lectura de Lezama de las vanguardias literarias (Joyce, Kafka, Borges y Vallejo, por ejemplo) que ha sido demasiado negada, en buena medida, por las propias poses retóricas de Lezama contra la generación de Avance; una apelación a la novela familiar que es síntoma de casi todas las poéticas origenistas; un cuestionamiento radical de la tradición intelectual cubana, rural y urbana, moderna y tradicional, martiana y casaliana, varoniana y mañachiana…
Me temo que la única manera de llegar más a fondo y comprender algunas claves de la literatura del joven García Vega es por medio de la historia intelectual. Para muchos, García Vega es sólo el autor de Los años de Orígenes, Rostros del reverso y El oficio del perder. Es ese el registro, en clave de confesión, memoria o diario, que interesa no sólo porque es ahí donde se encuentra la crítica más explícita al origenismo sino porque se trata de textos en los que la “interpretación histórica de la literatura”, de que hablaba Wilson, es más fácil. Digamos que es ahí donde el crítico tiene menos que hacer, donde es menos ardua su tarea.
Más complicado y, a la vez, más interesante, me parece leer la historia allí donde se oculta, donde debe ser exhumada de la superficie del texto. Pienso ahora no sólo en los tres libros juveniles de García Vega sino también en su primera obra poética en el exilio, como Ritmos acribillados (1972) por ejemplo. El prólogo que escribió Mario Parajón a la primera edición de este cuaderno sigue siendo, a mi entender, lo mejor que se ha escrito sobre García Vega, precisamente, porque escucha las preguntas del escritor a su tiempo y a su ciudad y no se pierde en la ubicación de García Vega en alguna categoría intemporal de la lírica.

2 comentarios:

  1. Tiempo atrás (cuatro, conco años?) llevamos a Lorenzo a la universidad (University of Iowa), para hablar con los estudiantes de postgrado y, si no mal recuerdo, con la gente del IWP (International Writing Program); una lucidez a toda prueba, cansada sin emabrgo de hablar de Orígenes, nos leyó lo mejor de su poesía más reciente. No hubo pérdida. Respecto de sus relaciones con la historia, habría que sumarle el capítulo de su relectura desde las claves neobarrocas, tan de moda últimamente.

    Saludos,

    Cristián Gómez O.

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