Libros del crepúsculo

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domingo, 12 de junio de 2011

El socialismo cubano y la crítica neomarxista

Decíamos que el número 36 de Criterios, la revista habanera dirigida por Desiderio Navarro, cierra con un ensayo del joven teórico rumano Ovidiu Tichindeleanu que lleva por título “La modernidad del postcomunismo”. El texto, ágil e inteligente, arranca con recuento del debate modernidad/ postmodernidad de los 80, con glosas de Lyotard, Rorty, Derrida, Habermas, Wallerstein, en el que se posiciona, muy a la manera de los dos últimos, a favor de una modernidad alternativa, donde sean conciliables razón y libertad, vida y utopía.
Dicho posicionamiento, que no carece, por cierto, de conexiones latinoamericanas –cita, por ejemplo, a Enrique Dussel y a Aníbal Quijano y habla de América Latina como región utópica, sin la menor alusión al socialismo cubano o algún marxista de la isla- le permite pasar a la crítica de la modernidad hegemónica de las transiciones a las democracias y los mercados en Europa del Este. Tichindeleanu posee una visión sumamente negativa de esas transiciones y aunque su texto carece de neosovietismo o nostalgia del socialismo real –sus juicios sobre el régimen de Dej y Ceausescu son severos- subvalora, a mi juicio, la revuelta cultural que se vivió entre los 80 y los 90 en la Unión Soviética y Europa del Este.
El joven rumano coincide con la mayoría de los neomarxistas, especialmente con Buck-Morss, Badiou, Ranciere y Zizek –a quien, sintomáticamente, no cita- en que los regímenes postcomunistas cayeron todos en una desenfrenada reconstitución de la hegemonía liberal y en modernizaciones tecnocráticas y autoritarias, sumamente costosas para sus culturas. A esto último, agrega un cuestionamiento del giro al nacionalismo en las políticas culturales de casi todos esos países, que generó obscenas apropiaciones e instrumentaciones de los legados nacionales por parte de los nuevos Estados.
Tichindeleanu lamenta que el discurso de “la transición” haya rebajado o anulado los acentos emancipatorios y anticapitalistas de la propia tradición ilustrada. Pero, a mi juicio, se equivoca en enfatizar la continuidad entre esa idea hegemónica de la transición y la vieja idea soviética de la transición del socialismo al comunismo. Las transiciones a la economía de mercado y a la democracia representativa en Europa del Este, en los 90, no se establecieron como presentes eternos o como periodos en los que se suspendía toda temporalidad de cambio. La apertura de la esfera pública, la ampliación de los derechos civiles y políticos y la alternancia en el poder generadas por la democracia impidieron que eso sucediera.
¿Cómo se lee esta crítica en La Habana? Depende del lector, naturalmente. Parte de la habilidad de un proyecto editorial como el de Desiderio Navarro consiste en que los discursos que pone a circular en la isla pueden ser leídos favorablemente por diversos actores culturales y políticos, dentro o fuera del oficialismo. La burocracia, por ejemplo, leerá con entusiasmo los pasajes en que Tichindeleanu cuestiona las pastorales del liberalismo que se produjeron durante las transiciones. Pero un intelectual crítico podría hacer suyo el agudo cuestionamiento que el joven rumano hace del nacionalismo como sustituto del marxismo-leninismo en los regímenes postcomunistas.
El socialismo cubano es actualmente una mezcla de comunismo y postcomunismo. Su régimen político sigue siendo, institucionalmente, como el de los viejos comunismos: partido único, sociedad civil limitada, restricción de derechos civiles y políticos, control gubernamental de los medios de comunicación… Pero su economía, su sociedad y su cultura asimilan, desde mediados de los 90, varios elementos del postcomunismo: enclaves de mercado, reestratificación social, nuevo empresariado, desplazamiento ideológico nacionalista, discurso oficial de “la transición” o “del cambio”...
Dado que Ovidiu Tichindeleanu, como todos los neomarxistas, es crítico del socialismo real y del postcomunismo, su crítica sería aplicable a Cuba por partida doble. Los elementos totalitarios del régimen cubano le parecerían, al autor de “La modernidad del postcomunismo”, tan cuestionables como los elementos de destotalización que comienzan a manifestarse en la isla. He aquí un buen ejemplo de las muchas posibilidades argumentativas que tendría la crítica neomarxista del socialismo cubano.

1 comentario:

  1. Armando Chaguaceda13 de junio de 2011, 21:32

    Rafael

    Este post, como el anterior, deja "servida la mesa" para un buen debate (con la sustancia y el respeto que tus palabras dispensan) al que, espero, los marxistas criollos deberemos aceptar y contribuir de forma creciente. Oportuna tu mirada.

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