Libros del crepúsculo

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miércoles, 9 de julio de 2014

Paisajes de alambre y de nieve forrada de algodón (Lezama Lima contra la emigración artística)

En una carta del 25 de julio de 1947, José Lezama Lima escribe a José Rodríguez Feo, quien pasaba un curso de verano en Middlebury College, Vermont, con sus amigos Jorge Guillén y Pedro Salinas. Ese año, por cierto, también enseñó en Middlebury College, Jorge Mañach, y el curso que impartió fue, justamente, sobre la generación del 98 en España e Hispanoamérica:

"¡Qué frío, qué fofo tiene que ser un curso sobre la generación del 98, explicado para americanos rubios, o para trigueños que no están arraigados, que no están metidos en su tierra como debían estar!".

Esta visión negativa del inmigrante hispano, en Estados Unidos, como sujeto desarraigado, es expuesta por Lezama, más claramente, en una de las "Señales", del número de otoño, de Orígenes, en el mismo año 1947, cuando lamenta el aumento de la emigración de artistas cubanos:

"Sentimos todos los días que artistas nuestros, que se ven obligados a bracear con las dificultades que entre nosotros apareja la búsqueda de la expresión, van a tierras extranjeras para ver en qué forma podrán resolver las exigencias del simple vivir, con el consecuente desarraigo y las esenciales dificultades con que tropieza el que se injerta en ajeno paisaje... ¿Qué motivaba ese hecho monstruoso? Es decir, los afanosos de incorporarse un paisaje nuestro, que se ven obligados a trabajar en otro paisaje que percibirían como casa prestada que los atraerá una estación para ver museos y espectáculos artísticos, pero que en lo profundo se mantendrá cerrado y banal frente a ese hombre de pasada en tierras ajenas. Porque, pongamos las cosas en su sitio, no se trata del artista que en su adolescencia cierra sus valijas y va a anclarse en otro paisaje cultural, en momentos en que su sensibilidad necesita de esa dilatación. Sino todo lo contrario, quien está en momentos de apresar, de perseguir en sus variantes y laberintos una realidad, por no poder cumplir entre nosotros los más elementales modos de vivir cotidiano, de lo necesario perentorio, se ve condenado a un destierro infructuoso, a llevar su nostalgia por los museos de cera y a pasearse por paisajes que para él serán de alambre y de nieve forrada de algodón".


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