Libros del crepúsculo

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jueves, 14 de septiembre de 2017

Literatura y Revolución (Alfonso Reyes subraya a Bernardo Ortiz de Montellano)



Los bibliotecarios de la Capilla Alfonsina, la biblioteca residencia de Alfonso Reyes, en La Condesa, entre 1939 y 1959, aseguran que, fuera de la gran colección de novela policiaca, instalada en una esquina del recinto, y algunas revistas de la época, queda aquí muy poca cosa del acervo original del gran escritor mexicano. Juran, sin embargo, que la colección de la revista Contemporáneos, ubicada en una de las cuatro alas del segundo piso, fue la misma que Reyes recibió y leyó durante sus embajadas en Argentina y en Brasil.
He revisado todos los números de la revista, que llegaron a manos de Reyes, entre 1928 y 1932, y he reparado en algunas pocas marcas o pasajes subrayados. Una de ellas, una marca, no un subrayado, es del siguiente pasaje del artículo, "Esquema de la literatura mexicana", de Bernardo Ortiz Montellano, por entonces director de la revista, en el número 37 de junio de 1931: "En lo futuro podemos desconfiar de nuevas obras con temas de la revolución, como desconfiamos de las últimas obras anecdóticas de la guerra europea. Hay temas en la literatura que no resisten la insistencia cuando un escritor ha logrado realizarlos bien. Uno de ellos es la anécdota del hecho histórico. ¡Permanecen inéditos tantos temas descubiertos por la revolución!”.
La marca de Reyes es una línea vertical en el margen izquierdo, al final de la página 206, y que continúa en las primeras líneas de la 207. Reyes, hijo de un mártir de la contrarrevolución mexicana, primero exiliado y luego contratado por el servicio exterior de los gobiernos post-revolucionarios, tenía sobradas razones para suscribir la desconfianza de Ortiz de Montellano. Desconfianza que también sintieron algunos de los mayores escritores que vivieron revoluciones en Rusia o en Cuba, como Vladimir Nabokov o José Lezama Lima.
Pero si se lee con cuidado se observará que el pasaje de Ortiz de Montellano, interesado en registrar dentro de la literatura mexicana a narradores de la Revolución de 1910 como Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán, no cancelaba la posibilidad de una inscripción del tema revolucionario en la nueva narrativa. Lo que cancelaba era lo "anecdótico", es decir, el reemplazo de la historia a través de la ficción. Al igual que Reyes, el director de Contemporáneos estaba lejos de decretar la Revolución como fenómeno inenarrable, como sí se atreverían a postular y, sobre todo, a practicar Nabokov y Lezama.

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