Libros del crepúsculo

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jueves, 12 de abril de 2018

Lecturas de Guiteras



Por una entrevista con Delia Echeverría, militante de la Joven Cuba, amiga y pareja de Antonio Guiteras, y por los estudios clásicos de José Tabares del Real y Olga Cabrera, sabemos cuáles eran algunas de la lecturas preferidas del joven revolucionario cubano en los años 20 y 30. En poesía,  Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Charles Baudelaire, José Asunción Silva, y en prosa, Henri Barbusse y, sobre todo, José Enrique Rodó. No tanto el Rodó de Ariel (1900) sino el de Motivos de Proteo (1909), texto con el que, por lo visto, Guiteras llegó a desarrollar cierta familiaridad.
El único de aquellos escritores que podría ser considerado revolucionario e, incluso, comunista, era Barbusse, un narrador naturalista francés, que en novelas como El fuego (1916) había cuestionado el militarismo y el imperialismo de la Primera Guerra Mundial. Barbusse, junto a Romain Rolland, jugaría un papel central en las redes de la Segunda Internacional y en el movimiento antimperialista europeo, durante los años 20, siendo uno de los principales anfitriones de los encuentros de París en 1924 y Bruselas en 1927.
Para mediados de los 30, cuando algunos defensores europeos de la URSS, como André Gide, comenzaron a criticar el estalinismo, Barbusse se les enfrentó por medio de ditirambos del gran jefe comunista como su biografía Stalin. Un mundo nuevo a través de un hombre (1935). Pero Barbusse, lo mismo que Rolland, proyectaba su simpatía por el estalinismo por medio de un humanismo europeo progresista y, sobre todo, un latinoamericanismo de izquierda, claramente plasmado en sus colaboraciones en revistas como Amauta, dirigida por el marxista peruano José Carlos Mariátegui. Era esto último lo que más interesaba al joven Guiteras.
La poesía y la prosa de Poe, Baudelaire y Wilde, por su lado, formaba parte del archivo literario del modernismo hispanoamericano de fines del siglo XIX. De niño, Guiteras tuvo contacto directo con el inglés y el francés, ya que había nacido y vivido hasta los siete años en Filadelfia. Su madre era norteamericana, de ascendencia irlandesa, y su padre un cubano-catalán, que fue profesor de francés en Pinar del Río y Matanzas. Según el testimonio de Echeverría, Guiteras fue un devoto lector de Poe, Wilde y Baudelaire, en sus lenguas originales, y recitaba de memoria Las flores del mal. No es raro, entonces, que entre los poetas malditos hispanoamericanos, su preferido fuera el suicida Silva.
Puestos a localizar temas de atracción, en todas aquellas lecturas, me inclinaría por uno que atraviesa el poemario de Baudelaire y el ensayo de Rodó: la mutación y el cambio. Lo que en Baudelaire aparecía como "spleen" o "crepúsculo", en Rodó es planteado como una tipología precisa de la renovación social, que debió dejar una marca profunda en Guiteras. Hay en todos los programas políticos elaborados por el socialista cubano, desde los del Directorio Estudiantil en los 20 hasta el de la Joven Cuba en los 30, una dialéctica entre revolución y reforma que desafía cualquier ortodoxia ideológica, sea reformista o revolucionaria, liberal o marxista.

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