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En sus discursos, Lázaro Cárdenas no era muy dado a citar a los escritores
o filósofos que leía. Sus Apuntes (1972 ),
sin embargo, contienen menciones de algunos muy disímiles. Por ejemplo, el
historiador conservador Carlos Pereyra, de quien dice que hay que leer su libro
México falsificado para comprender el
“problema indígena en el Yaqui”, o “su amigo”, el escritor Waldo Frank, que lo
visitó, por lo menos, en dos ocasiones: en 1937, cuando lo acompañó a una gira
por Oaxaca y, luego, en 1939, cuando se unió al ex Ministro de Defensa de la
República española, Indalecio Prieto, en un recorrido por Torreón.
Otro comentario de sus
lecturas, muy revelador e intrigante, es una nota de Cárdenas en enero de 1936,
en la que cita una “disertación” titulada “Conciencia histórica”, de un tal
Enrique Espinosa, donde se transcribe este pasaje de la novela La semilla bajo la nieve del italiano
Ignazio Silone: “¿A quién va a dirigirse uno si los
intelectuales a los que incumbiría la obligación de ilustrar a la opinión
pública son sumisos y obedientes empleados del Estado, convertido éste a su vez
en una central de adulteradores?” Y agrega Cárdenas: “procuraremos no merecer semejante
sentencia”.
Silone fue un fundador del
Partido Comunista italiano que se exilió en Suiza, durante el régimen fascista
de Mussolini, y que en los años 30 rompió con el estalinismo soviético. Tras un
acercamiento al trotskismo, Silone acabó defendiendo las posiciones de la socialdemocracia,
en el arranque de la Guerra Fría, y muy cerca del Congreso para la Libertad de
la Cultura, una red de la que formó parte la revista Tempo Presente, que editó con Nicola Chiaromonte.
En una breve pesquisa sobre
la recepción de Silone en América Latina no aparece Enrique Espinosa sino
Enrique Espinoza, pseudónimo del escritor judío-ruso-argentino-chileno Samuel
Glusberg, amigo de José Carlos Mariátegui y fundador de la revista Babel. Bajo el nombre de Enrique
Espinoza, Glusberg escribió desde los años 30, una columna titulada “Conciencia
histórica”, en la edición chilena de Babel, en la que comentó la obra, entre otros, de Isaac Babel, George
Orwell, Albert Camus e Ignazio Silone, críticos todos del estalinismo. Luego,
en los años 50, esas columnas fueron reunidas en un libro titulado, justamente,
Conciencia histórica.
¿Dónde leyó Cárdenas la cita
de Silone, en la Babel chilena de
Glusberg? ¿Influyó aquella cita en su decisión de desarrollar una política
intelectual crítica y autónoma, a través de instituciones como el Fondo de
Cultura Económica, el Colegio de México o la Universidad Nacional, donde
jugaron un papel fundamental los refugiados españoles, casi todos,
pertenecientes a una izquierda socialista no estalinista? Como quiera que se mire,
el gobierno de Lázaro Cárdenas no es “merecedor de la sentencia” de haber sido
una “central de adulteradores” ni de haberse rodeado de intelectuales “sumisos
y obedientes empleados del Estado”.
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