Libros del crepúsculo

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miércoles, 9 de octubre de 2019

Ilya Ehrenburg recibe a Carlos Fuentes en su dacha



En el suplemento La cultura en México, del 14 de octubre de 1963, Carlos Fuentes entrevistó al escritor soviético, de tan viejas tramas de amistad con México, Ilya Ehrenburg. El encuentro se produjo durante un viaje de Fuentes a la URSS en pleno deshielo, en el que el escritor mexicano se interesó expresamente en la recuperación editorial de escritores, como Pasternak y Solzhenitsyn, y la flexibilización de las libertades públicas en la capital del comunismo mundial. Ehrenburg, que había sido amigo de Diego Rivera durante el exilio de ambos en París, y que había escrito una novela (Julio Jurenito) donde México y los mexicanos daban pie a una crítica paralela al capitalismo occidental y al comunismo soviético, regresó a la Unión Soviética en los años 50 y se reconcilió con el estalinismo.
Fuentes conocía la evolución de Ehrenburg, por lo que sus preguntas eludían la biografía política oscilante del escritor. Pero a cada interrogación de Fuentes, Ehrenburg respondía llevando la conversación a las promesas de Kruschev y el deshielo y a la posibilidad de superar de una vez y por todas el estalinismo, sobre todo, en lo concerniente a la libertad de creación y expresión. Lo que entonces no le perdonaba Ehrenburg a Stalin no era su desprecio por Dostoyevski sino su indiferencia ante Chejov, a quien consideraba el padre de la literatura moderna rusa. Es entonces cuando Fuentes pregunta a Ehrenburg qué piensa de la literatura occidental, a lo que el anciano escritor responde que prefiere a novelistas norteamericanos tipo Hemingway o Salinger, que "muestran" antes que "narrar", y confiesa su desprecio por el "nouveau roman" francés. "Ni siquiera me indigna, me da risa" -dice.
Pero las literaturas que más interesaban al anciano Ehrenburg eran la italiana y la latinoamericana. De la primera mencionaba a Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini. De la segunda, lamentaba "conocer tan poco lo que se escribe en América Latina. Me gustó mucho Gabriela, clavo y canela de Amado. Hace algún tiempo leí El águila y la serpiente de Guzmán". ¿Qué habrá pensado Fuentes, ya embajador del boom de la nueva novela latinoamericana, de la incorregible desactualización de su admirado Ehrenburg? Seguramente el escritor mexicano recordó aquella conversación cuando arreciaron los debates de la Guerra Fría cultural en América Latina a partir de 1966.

2 comentarios:

  1. Querido Rafa, no parece correcto datar en los años 50 el regreso de Ehrenburg a la URSS. En realidad, comenzó a regresar desde los años 30, cuando su acercamiento al mundo soviético es evidente y creciente. Desde entonces va yendo y viniendo en un trasiego complejo, donde es a la vez agente y embajador, librepensador y portavoz. Tal vez a partir del 1940 ya se lo pueda concebir como vuelto a la URSS definitivamente. Desde entonces sus libros se publican allá y se implica en proyectos varios como el del Comité judío antifascista que acabó pariendo El libro negro que compiló mano a mano con Grossman. Un tipo de veras complejo Ehrenburg. Creo que sigo prefiriendo sus libritos berlineses de los que traduje un par para Melusina: puro nervio narrativo y 100% espíritu de época. Interesante esto de Fuentes. ¡Gracias y abrazo!

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  2. Gracias, Jorge, es cierto que es un regreso progresivo. Sin embargo, la mayor parte de la II Guerra, cuando escribe aquellos reportajes radiales antisfascistas, ¿no residió fundamentalmente en París, Bruselas y otras ciudades europeas? ¿No vivía en París a fines de los 40 cuando De Gaulle lo nombra Caballero de la Legión de Honor. En la presentación de su entrevista, Fuentes dice que Ehrenburg reside en la dacha donde lo recibió desde 1952.

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