Libros del crepúsculo

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sábado, 25 de enero de 2020

El cementerio marino (traductores en pugna)

Hoy en El Cultural de La Razón, Víctor Manuel Mendiola escribe un ensayo brillante sobre "El cementerio marino" de Paul Valéry. Recuerda el crítico y editor mexicano las muchas traducciones al castellano de aquel poema, empezando por las de Jorge Guillén, Gerardo Diego y Agustín García Calvo en España. Pero, entre todas, escoge la del cubano Eugenio Florit, no sin antes recordar que hay otra traducción cubana del poema de Valéry, debida a Mariano Brull, en 1930, quien también tradujo "La Joven Parca" en 1949, para ediciones Orígenes.
Desde el encabezado y el primer verso, las diferencias entre las traducciones saltan a la vista. A diferencia de Brull o de Guillén, que reproducían el exergo en griego de Píndaro o dedicaban la traducción a alguien, Florit entraba a prisa en el poema y estampaba su sello de traductor en el primer verso: "Techo tranquilo, senda de palomas". No "Ese techo, tranquilo de palomas" o "Techo tranquilo surcado de palomas" o "Bóveda estanca -vuelo de palomas".
En uno de los momentos centrales, donde otros traductores, como Guillén, traducían "¡Al idólatra aparta, perro espléndido!", Brull y Florit la escribían en femenino: "¡Ahuyenta, perra espléndida, al idólatra!" Buscaban, desde luego, enfatizar la representación femenina de la muerte, como en "La Joven Parca", donde se hablaba de una "vecina de la noche eterna, versátil y pérfida, inteligente y peligrosa, pálida y prodigiosa".
En el sexteto, a mi juicio, central del poema, se impone la tregua y no hay mayor contradicción entre los traductores. Allí el sentido del cementerio como lugar en que el porvenir se rutiniza y los restos de la vida se disipan en el aire, adquiere esa transparencia conceptual o geométrica de la poesía de Valéry, que José Lezama Lima asociaba al término de "figura". Según Lezama, en la poesía de Valéry, la figura -del cementerio en este caso-, "se realiza como una convención que puede prolongar el acto naciente, pero que evaporada de nosotros se mantiene en la atmósfera de la mecánica analítica del lenguaje":

El porvenir, aquí, sólo es pereza;
El claro insecto escarba en sequedades;
Todo quemado, mustio, sube al aire,
A yo no sé qué esencia rigurosa...
La vida es vasta, como ebria de ausencias
Y es dulce el amargor, claro el espíritu

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