Nacido en Londres en 1924, hace casi cien años, Pocock enmarcó su obra en el estudio de las ideas y los lenguajes políticos entre los siglos XVI y XVIII. Sus investigaciones lo llevaron a reconstruir el pensamiento de Locke y Burke, Maquiavelo y Gibbon, Harrington y Montesquieu. Tan sólo esta breve lista de filósofos permite advertir la gran capacidad de desplazamiento de Pocock, que lo llevó a desandar los orígenes del republicanismo, el liberalismo y el conservadurismo modernos.
Entre los muchos estudios de Pocock, fundador de una corriente de historia intelectual conocida como Escuela de Cambridge, hay dos que destacan por su impronta en la historiografía latinoamericana contemporánea: Virtud y comercio en el siglo XVII (1972) y El momento maquiavélico (1975). Entre ambos, Pocock propuso discernir una tradición republicana en el pensamiento político moderno, que iría de Maquiavelo a Harrington y a las revoluciones de fines del siglo XVIII, para la cual resultaba fundamental la contraposición entre virtud y comercio.
Hasta Pocock, la historia de las ideas mostraba comodidad con el predominio del liberalismo dentro de las fuentes doctrinales de las revoluciones atlánticas modernas. A partir de sus estudios comenzó a prestarse mayor atención a las otras dos tradiciones, la republicana y la conservadora, donde es posible localizar diversos énfasis, más allá de la concordancia básica con el gobierno representativo.
Aunque nació en Luxemburgo, dos años después que Pocock, la carrera académica de Arno J. Mayer se produjo fundamentalmente en Estados Unidos. Como tantos otros grandes historiadores de su generación, exiliados tras el ascenso del nazismo, se formó en Nueva York, luego en Yale y terminó enseñando en Harvard y Princeton. Proveniente de la historia social, la obra de Mayer es un perfecto complemento de la de Pocock, por lo que a la experiencia de las revoluciones modernas se refiere.
Un primer título de Mayer que circuló ampliamente en español, gracias a la traducción y edición de Alianza, en Madrid, fue La persistencia del antiguo régimen (1981). Aquí Mayer sostenía que la Europa que emergió del crepúsculo de las revoluciones atlánticas de 1789 a 1848, mantuvo muchos elementos del antiguo régimen, como los privilegios, la estratificación y el despotismo, que explican, en buena medida, la militarización y el choque imperial de la Gran Guerra.
Otro libro importante de Mayer, de considerable difusión en medios iberoamericanos, fue Las furias. Violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa (2000), que editó en español la Universidad de Zaragoza. El punto de partida era una reacción contra la historiografía crítica o contraria al legado de las revoluciones modernas, que se difundió a fines del siglo XX, en sintonía con la caída del Muro de Berlín y las equivocadas tesis sobre “el fin de la historia”.
Por medio de la vulgarización de ideas de Francois Furet y otros historiadores, se estableció un signo de igualdad entre la revolución y la dictadura y se atribuyó esta última a un único tipo de violencia: la del terror jacobino. El libro de Mayer vino a recordar algo elemental: gran parte de la violencia, en las revoluciones modernas, fue generada por sus enemigos, dentro y fuera de Francia y Rusia.
Pocock y Mayer nacieron casi al mismo tiempo y se han ido a la vez. Entre ambos dejan todo un estante de la biblioteca de historia moderna sobre las revoluciones de los siglos XVIII, XIX y XX. Habrá que regresar a ellos una y otra vez en estos tiempos de desmemoria.
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