Libros del crepúsculo

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viernes, 6 de junio de 2025

José Mujica y la izquierda franca




En días pasados redes y medios iberoamericanos se llenaron de mensajes e imágenes en honor a José Mujica (1935-2025), el presidente uruguayo recientemente fallecido. Fueron muchos los resortes históricos de esos homenajes, pero, por lo menos, podrían distinguirse dos: el de quienes enfatizaban la rareza de un líder progresista latinoamericano, sin proclividades al autoritarismo o a la corrupción, y el de quienes buscaban fundir o agregar al político uruguayo a una genealogía única de la izquierda regional, a la que pertenecerían el Che Guevara, Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. 

 Los dos tipos de homenajes, por sinceros que sean, tienen limitaciones intelectuales que vale la pena apuntar. El primero, el que insiste en la excepcionalidad de Mujica por su compromiso con la democracia o su incorruptibilidad, parte de la premisa de que no hay o son pocos los políticos plenamente inscritos en una izquierda democrática y honesta en la región. No es así, como sería fácilmente comprobable en la historia de las izquierdas latinoamericanas, especialmente en el Cono Sur, de las transiciones de los años 80 y 90 para acá. 

 Pero el otro tipo de homenaje, el que disuelve las virtudes republicanas y el talante democrático de Mujica en una suerte de mural o iconografía bolivariana, es más cuestionable aún. Más allá de que como guerrillero del MLN-Tupamaros o como preso político de una dictadura militar de derecha, Mujica sintiera gratitud hacia la Cuba de Fidel Castro, o más allá de que como mandatario de Mercosur y Unasur desarrollara una alianza y una amistad con Hugo Chávez, las diferencias ideológicas entre el líder del Frente Amplio y los sistemas políticos de Venezuela y Cuba son evidentes. 

 No ocultó Mujica esas diferencias, ya que alguna vez declaró que el modelo de la isla “no funcionaba” y cuestionó el reeleccionismo en general, lo cual era aplicable a Chávez, a Evo, a Daniel Ortega y, por supuesto, a Fidel Castro. La crítica al reeleccionismo de Mujica se dirigió, en particular, contra Maduro, cuando en 2024 fue uno entre varios líderes de la izquierda regional que denunció el fraude electoral en Venezuela. Muchos partidarios del bloque bolivariano quisieran borrar esas críticas, en nombre de la Historia con mayúscula, pero la historia con minúscula, que es la que cuenta, ya las registró para siempre. 

 Uno de los recursos discursivos más recientes para disolver las diferencias entre las izquierdas autoritarias y las democráticas en América Latina es aquel que junta todas en una corriente “progresista”. Es una curiosa expresión, que hace apenas unas décadas se reservaba a la izquierda burguesa, socialdemócrata o partidaria de la “democracia formal” y que hoy se usa, fundamentalmente, para promover la indistinción. También se ha recurrido a otra variante del duelo excepcionalista en estos días, asegurando que la peculiaridad de Mujica se explicaría por las tradiciones parlamentarias e institucionales de Uruguay. Pero otra vez, los tantos ejemplos de líderes de la izquierda democrática en Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica o México, en las últimas décadas, conspiran contra la formulación. 

 Mujica fue, de hecho, la personificación de un itinerario bastante común en la región que va de la lucha cívica en los 50, a la armada en los 60 y 70 y a la democrática a partir de los 80 y 90. Las dos vías discursivas del homenaje son problemáticas, pero no el homenaje mismo. No hay dudas de que en la simpatía por Mujica opera una lógica de contraste con otros líderes de la izquierda latinoamericana más reciente. Sin embargo, algunos rasgos de su personalidad, como han recordado Martín Caparrós y Gerardo Caetano en estos días, también pesan en el duelo. La humildad, la franqueza, la disposición al diálogo y la negociación con sus rivales políticos o el tono profético de su lenguaje también explican esas simpatías.