Libros del crepúsculo

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martes, 29 de julio de 2025

Las tres catástrofes




Étienne Balibar es un marxista francés, nacido en 1942, discípulo de Louis Althusser, que siendo muy joven formó parte del equipo que coordinó la obra colectiva Para leer El Capital (1965). Durante un tiempo, Balibar fue profesor en Argel y se identificó fuertemente con la causa de la descolonización en el norte de África. Luego, en las últimas décadas del siglo XX, todavía involucrado en el Tribunal Russell-Sartre, foro que surgió de la colaboración pacifista de aquellos dos filósofos, tuvo posiciones firmes a favor de la independencia de Palestina, que mantiene hasta hoy. 

 Uno de los últimos ensayos del filósofo francés lleva por título Tres catástrofes (2025) y resulta otro diagnóstico más del cambio de época que estamos viviendo. Insiste Balibar en que desde hace años ya no vivimos en el periodo globalizador que siguió a la Guerra Fría, a partir de los años 90 del siglo XX, sino en una nueva era, desglobalizadora y terriblemente destructiva. 

 La reversión de la precaria o mínima normatividad internacional construida tras la Segunda Guerra Mundial avanza desde múltiples flancos –las nuevas derechas reaccionarias, las viejas izquierdas dogmáticas, las autocracias, los nativismos, el terror…-, pero, según Balibar, habría tres rutas centrales: la destrucción del medio ambiente, las guerras simultáneas propiciadas, aunque no libradas directamente, por las grandes potencias mundiales, y los efectos más perniciosos de las nuevas tecnologías, específicamente, de la robotización del trabajo humano. 

 Desde 2010, las emisiones globales de CO-2, procedentes de combustibles fósiles y actividad industrial, han rebasado las 30 mil millones de toneladas. A pesar de todos los protocolos y llamados de la ONU o el Foro Económico Mundial, la expulsión a la atmósfera de gases con efecto invernadero se ha vuelto imparable y en 2024, el CO-2 emitido superó las 40 mil millones de toneladas. La contaminación ambiental, el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad han resultado ser indetenibles por los organismos y las normas internacionales. 

Ninguna de las grandes potencias del mundo está comprometida con el tránsito hacia las energías limpias y si algunas corrientes políticas llegaran a estarlo, muy pronto se activarían mecanismos incontrolables para ellas, como las guerras, que producen automáticamente una recuperación del extractivismo energético. Tiene razón Balibar en observar una complementariedad entre el ecocidio y la guerra. No sólo por el argumento tradicional de que las grandes potencias luchan por el control del mercado del petróleo, el gas y otros hidrocarburos sino por algo más tangible hoy: a cada pequeño paso de los protocolos ambientalistas se interpone una guerra que vuelve a disparar la producción y los precios de los recursos energéticos más contaminantes. 

 La segunda catástrofe, la de las guerras, está directamente relacionada con la primera. Algunos elementos constitutivos del capitalismo industrial del siglo XX se han alterado en el siglo XXI. Pero hay uno que no y es el de la industria y el mercado de las armas, que han crecido a niveles descomunales en las últimas décadas. Las guerras simultáneas, bajo la disuasión nuclear multipolar, es una realidad que llegó para quedarse. 

 La tercera catástrofe, apuntada por Balibar, es la de las nuevas tecnologías y, tal vez, la única con un impacto ambivalente en el proceso civilizatorio. La postura del marxista francés no es demonizante de la revolución tecnológica, pero sí de rechazo a la deshumanización de la racionalidad instrumental, que tanto cuestionaron los marxistas de la Escuela de Frankfurt. Las tres catástrofes forman una. Un embate colosal a la existencia humana, no de manera cataclísmica o en forma de apocalipsis expedito, que acabará de modo fulminante con la especie. No, es una destrucción más dolorosa porque es lenta y, a la vez, irreversible.

sábado, 19 de julio de 2025

El apocalipsis aquí





En estos tiempos de guerras y conflictos simultáneos en diversos países y regiones del mundo, las corrientes de la opinión global tienden a parcializarse y, a la vez, a concentrarse en uno de los escenarios. Esa concentración, según las ubicaciones físicas y simbólicas de cada quien, muchas veces, prefiguran visiones sectarias del mundo. 

Hay quienes ven el mundo a través de la causa palestina o de la ucraniana, de Israel o de Estados Unidos, de México o de Venezuela. En medio de la actual superposición de causas es de agradecer un libro como Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo (Taurus, 2025) de Javier Sicilia y Jacobo Dayán. 

El volumen está escrito como un diálogo entre estos dos intelectuales, que se inspira en una célebre conversación de 1995, cuando se cumplió medio siglo de la caída del nazismo y la revelación del horror del holocausto, entre el español Jorge Semprún y el rumano Elie Wiesel, ambos sobrevivientes del campo de concentración de Buchenwald. 

 La charla de Sicilia y Dayán glosa casi todas las amenazas a la paz y la convivencia globales: las guerras, el terrorismo, los fundamentalismos religiosos o ideológicos, la destrucción del medio ambiente, el avance de la autocratización en cualquier región del mundo, la crisis de las democracias occidentales o la postverdad y las fakenews que esparcen las redes sociales y las nuevas tecnologías. 

 El recorrido llega a ser geográficamente exhaustivo y se remonta al gran antecedente de la actual regresión, que no es otro que el de los totalitarismos construidos en el periodo de entreguerras y confrontados de 1939 a 1945. En su inventario de testimonios de las víctimas de aquellos totalitarismos, Sicilia y Dayán son especialmente cuidadosos al referir textos de Primo Levi, Jean Améry, Paul Celan y Nelly Sachs, pero también de Anna Ajmátova, Nadeshda Mandelshtam, Alexander Solzhenitsyn y Varlam Shalamov. 

 Este cuidado al reconocer el saldo genocida de totalitarismos de derecha o de izquierda, sin abusar de las equivalencias, también se refleja en algunos pasajes en que se admite francamente que las democracias han perpetrado crímenes masivos, como las bombas que arrojó el gobierno de Harry S. Truman en Hiroshima y Nagasaki o las masacres de los últimos colonialismos europeos en África. En diversos momentos, recuerdan el secuestro y asesinato de Germana Stefanini por las Brigadas Rojas italianas y los genocidios de Pol Pot, Ríos Montt, Sadam Hussein o Ruanda. 

 Pero la singularidad de este recorrido no tiene tanto que ver con su pluralidad, que ya han intentado otras pensadoras y pensadores, como Hannah Arendt o más recientemente Daniel Feierstein, sino con la localización del México contemporáneo en ese mapa de la violencia y el terror. Sicilia y Dayán, que han sido importantes activistas del proceso de memoria, justicia y verdad entre los gobiernos de Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, están convencidos de que la crisis civilizatoria y la cultura del terror han alcanzado a México. 

 Esa localización del apocalipsis aquí y ahora, en el México de 2025, no sólo por la evidencia de las muertes y desapariciones sino por la documentable reticencia de un gobierno de izquierda a una verdadera política de memoria, justicia y verdad y a un diálogo permanente con la comunidad de víctimas, es el aspecto de mayor dificultad en la recepción del libro de Sicilia y Dayán. Pero ambas cosas no están desligadas. 

El reconocimiento de genocidios en los totalitarismos de izquierda está conectado con la ubicación de México en la cartografía del mal planetario. Las dos perspectivas se complementan y deben enfrentarse a los mismos enemigos: quienes idealizan la realidad mexicana día con día e inscriben el proyecto hegemónico actual en un “humanismo”, que provendría de la tradición revolucionaria latinoamericana, cuya diversidad irreductible da pie a burdas manipulaciones de la historia.