Libros del crepúsculo

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miércoles, 19 de noviembre de 2025

Clara E. Lida y la clandestinidad anarquista





La historiadora Clara E. Lida, de El Colegio de México, acaba de publicar un nuevo libro, titulado La clandestinidad anarquista. De la Comuna de París a la Mano Negra (1871-1883). Se trata de un regreso de esta extraordinaria y prolífica historiadora a una de sus primeras pasiones, desde la época en que estudiaba el doctorado en historia en la Universidad de Princeton en los años 60: el primer anarquismo español. 

 En el libro Itinerancias y aprendizajes (2023), una conversación de Lida con Mario Barbosa, la historiadora recordaba cómo fue que comenzó a interesarse en el anarquismo durante aquellos años revolucionarios en Estados Unidos. La movilización pacifista y libertaria del 68 la motivó, de algún modo, a estudiar la Revolución española que había tenido lugar un siglo atrás, en 1868, cuando un levantamiento militar derrocó a la monarquía de Isabel II. 

 Aquella revolución -que dio un impulso decisivo a los movimientos anticoloniales en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, propició el cambio dinástico durante el breve reinado de Amadeo de Saboya y, finalmente, produjo la primera y República española en 1873-, fue también el contexto de introducción del anarquismo en España. En 1868, Giuseppe Fanelli, un revolucionario napolitano, seguidor de Mijaíl Bakunin en la Primera Internacional, llegó España y con la ayuda de Anselmo Lorenzo y otros líderes peninsulares creó los primeros grupos anarquistas. 

 Lida recuerda que una primera dificultad para el movimiento anarquista provino de la propia Internacional, cuando Marx encarga a su yerno, Paul Lafargue, que encabece en España una campaña contra los seguidores de Bakunin en el propio periódico que ellos habían creado, La Emancipación. La campaña fue eficaz, el periódico se reorientó hacia el socialismo marxista y Bakunin fue expulsado de la Primera Internacional tras el congreso de La Haya en 1872. 

 Pero la gran reacción contra el anarquismo provendría, en tiempos de la República federal, de sectores de la política tradicional española, tanto conservadores y monarquistas como republicanos y federalistas. La Federación Regional Española desarrolló una actividad legal y celebró varios congresos entre 1868 y 1874, llegando a sumar más de 30 000 afiliados. La dictadura republicana de Francisco Serrano, que reprimió la rebelión cantonal, ilegalizó al anarquismo en 1874. 

 El estudio de Lida se concentra en el periodo de clandestinidad de aquel primer anarquismo en España, a partir de 1874, en el que arrecia la estigmatización del movimiento libertario. La prensa hegemónica presentaba a los anarquistas como “súcubos del infierno”, que aspiraban a destruir la civilización. La vida clandestina, a la vez, reforzaba el espíritu conspirativo y la sociabilidad secreta de aquellos revolucionarios. 

 A pesar de la ilegalidad, el anarquismo español intensificó su proselitismo, su propaganda y su reclutamiento. Cuando en 1881, ya en plena restauración borbónica de Alfonso XII, el gobierno liberal de Práxedes Mateo Sagasta aprobó una Ley de Asociaciones, que benefició al movimiento obrero, los anarquistas convocaron a un congreso en Sevilla, en el que se inscribieron más de 600 asociaciones, con cerca de 60 000 afiliados. 

 La clandestinidad generaba, a su vez, una dilatación de la base social de la causa anarquista, como se plasmaría entre 1881 y 1883 con el involucramiento de la Federación de Trabajadores de la Región España en las protestas y huelgas de los jornaleros andaluces. En medio de la represión de aquellos movimientos, la Guardia Civil reveló los reglamentos y estatutos de una organización violenta llamada “La Mano Negra”, que la prensa utilizó como muestra del carácter terrorista del anarquismo. 

El libro de Lida concluye en ese momento, sugiriendo la hipótesis de que los anarquismos posteriores fueron fenómenos diferentes, que requerirían otra lectura. El anarcosindicalismo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX tendría una potente ramificación en países americanos, como Estados Unidos y Argentina, y daría lugar a una prolongada tradición libertaria de izquierda, cuya historia está todavía por reconstruir. 

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