Libros del crepúsculo

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martes, 15 de diciembre de 2009

Llanto sobre una isla

Pedro Garfias (1901-1967) fue uno de esos poetas de la generación del 27 español que con mayor riesgo exploró las vanguardias estéticas y políticas. No siempre estuvo Garfias en ese vértigo y, tal vez, el mejor momento de su poesía es aquel en que el dolor del exilio se le impone de golpe y ya no valen experimentación ni lucidez alguna. Ese momento fue la primavera de 1939, cuando, perdida la República, el poeta, en Eaton Hastings, Inglaterra, comprende que lo único que puede hacer es llorar.
Garfias llegó a Veracruz en el mítico Sinaia, que transportó a tantos españoles refugiados, en el verano de aquel mismo año. En México, la editorial Tezontle publicó su Primavera en Eaton Hastings. Poema bucólico con intermedios de llanto (1939), cuyo facsímil ha sido reeditado ahora por El Colegio de México, con prólogo del poeta, crítico y editor José María Espinasa.
Por lo general, cuando se piensa en la poesía exiliada de Garfias, recuerda Espinasa, vienen a la mente los versos de “Entre España y México”, que recuerdan, a su vez, las Variaciones sobre tema mexicano de Luis Cernuda. Pero, realmente, es difícil encontrar en toda la poesía del exilio republicano una expresión tan plena del dolor del destierro como la que logran estos poemas de Garfias. Especialmente, el “intermedio” titulado “Llanto sobre una isla”, en el que el poeta decide liberar todo el llanto contenido por la guerra civil, sobre una roca del litoral inglés:




Ahora
ahora sí que voy a llorar sobre esta gran roca sentado
la cabeza en la bruma y los pies en el agua
y el cigarrillo apagado entre los dedos…
Ahora
ahora sí que voy a vaciaros ojos míos, corazón mío,
abrir vuestras espitas lentas y vaciaros
sin peligro de inundaciones.

Ahora voy a llorar por vosotros los secos
los que exprimís vuestra congoja como una virgen sus pechos
y por vosotros los extintos
que ya exhaláis vapor de hieles.
Ahora voy a llorar por los que han muerto sin saber porqué
cuyos porqués resuenan todavía
en la tirante bóveda impasible…
Y también por vosotras, lívidas, turbias, desinfladas madres,
vientres de larga voz que araña los caminos.
Un llanto espeso por los pueblecitos
que ayer triscaban a un sol cándido y jovial
y hoy mugen a las sombras tras las empalizadas.
Y por las multitudes
que pasan sus vigilias escarbando la tierra…
Un llanto viudo por los transeúntes
tan serios en el ataúd de su levita.

Ahora
ahora puedo llorar mis llantos olvidados
mis llantos retenidos en su fuente
como pájaros presos en la liga.
Los llantos subterráneos
los que minan el mundo y lo socavan
los que buscan la flor de la corteza
y el cauce de la luz, los llantos mínimos
y los llantos caudales acudan a mis ojos
y fluyan en corrientes sosegadas
a incorporarse en el llanto universal.

Sobre esta roca verdinegra
agua y agua a mi alrededor
ahora sí que voy a llorar a gusto.

4 comentarios:

  1. Sencillamente devastador...pero gracias por compartirlo

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  2. Triste
    no hay consuelo
    lo perdido ya no vuelve y nunca vuelve a ser lo mismo...sólo nos queda llorar a gusto

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  3. Creo que Jordi Soler en su novela "Los rojos de ultramar" habla de ese barco y de los refugiados en Veracruz, pero no recuerdo si menciona a Garfias o a otros personajes, fuera de la ficción.

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  4. Hola, Emilio, revisaré el libro de Soler. Garfias llegó en el Sinaia y vivió en México la mayor parte de su exilio. Murió en Monterrey en 1967.

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