Libros del crepúsculo

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jueves, 13 de enero de 2011

Johnson, escritor político

Siempre que escucho o leo a algún burócrata o ideólogo quejarse de la “politización de la literatura” recuerdo al doctor Johnson. Los burócratas y los ideólogos se quejan siempre de la interferencia de la política en la literatura porque no comprenden dos cosas: que no hay nada más político que la literatura y que no hay nada más literario que la política. Sólo los buenos políticos y los buenos escritores entienden esto último.
Samuel Johnson (1709-1784) fue uno de los que comprendió las relaciones entre literatura y política. A Johnson se le conoce, sobre todo, por su célebre A Dictionary of the English Language, por su novela histórica La historia de Rásselas, príncipe de Abisinia (1759), por su no menos célebre Vida de los poetas ingleses (1781), texto fundacional de la crítica literaria anglosajona, y, sobre todo, por la extraordinaria biografía que de él hiciera James Boswell.
Aunque Johnson nunca hizo carrera política en Gran Bretaña, siempre escribió sobre la política de su país. Otra confusión común de burócratas e ideólogos es que quien escribe de política desea ocupar un cargo público. Pues el doctor Johnson es la mejor refutación de ese prejuicio, como puede comprobarse en la maravillosa compilación de sus Escritos políticos, que hace poco publicó la editorial Katz, en Buenos Aires.
Escribió Johnson sobre todas las políticas, desde la económica y la agraria hasta la cultural y la literaria, como se lee en sus escritos a favor de la libre concesión de licencias teatrales o en su paralelo entre las costumbres chinas e inglesas. Escribió mucho y siempre sobre política Johnson, entre 1738 y 1775. Ya anciano escribía sobre los precios del trigo, los impuestos, el ritual de la coronación, la condición del soldado raso en el ejército británico o la independencia de las Trece Colonias americanas, a la que se opuso.
Siempre que escribió sobre política, Johnson se cuidó de reparar en los elementos lingüísticos y literarios que signaban esa actividad, aunque los mismos políticos no fueran propiamente letrados. El habla y los libros eran, según Johnson, dos piezas claves de actividad pública por lo que tanto el lenguaje como los relatos de los políticos debían ser estudiados para comprender la razón de Estado. “Observaciones sobre el proyecto de ley de la milicia” (1756), arrancaba así:

“Una milicia nacional ha sido el clamor de todos los patriotas desde la Revolución, escribe el más famoso de los milicianos, el capitán Edward Gibbon. Las actitudes contrastantes, en los países de habla inglesa, hacia el soldado no profesional y el profesional, hacia la idea de confiar la defensa nacional, por un lado, a un ejército regular, permanente y de tiempo completo, y por el otro a la ciudadanía general del país, que seguiría atendiendo a sus ocupaciones pero se prepararía en los oficios militares durante su tiempo libre, tiene una larga historia”.

1 comentario:

  1. Con retraso, feliz año! Y gracias por las maravillas que leemos por aquí. Salud y muchas cosas buenas.

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