Libros del crepúsculo

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martes, 26 de agosto de 2014

La prole de Piñera: ¿recepción o escuela?

Hay críticos cubanos que, aunque hayan pasado años estudiando un doctorado en una gran universidad de Estados Unidos o Francia, no han aprendido a distinguir conceptos elementales de la teoría y la historia cultural como "recepción", "tradición" o "escuela". Uno pensaría, luego de leer dos o tres panfletos disfrazados de intervenciones o reseñas, que no se enteraron de qué trata la hermenéutica o la fenomenología o que no leyeron a Benjamin, Bourdieu, Eagleton o, tan siquiera, a Bloom.
Es por ello que frente a un tipo de estudio, como el que intentamos en los ensayos La prole de Virgilio o Después de Sarduy, se espantan de la cantidad de nombres y obras que se citan -a lo que llaman, como si fueran prosistas exquisitos y no scholars, "name dropping"- y consideran que esas referencias implican una visión "indiscriminada" de la desigual calidad estética de aquellos escritores contemporáneos, que integran corrientes de recepción de Severo Sarduy y Virgilio Piñera en la Cuba contemporánea.
Cuando, en el primero de esos ensayos, usamos la noción de "prole", estamos aludiendo, naturalmente, el uso que diera a la misma Roberto González Echevarría en su clásico, La prole de Celestina (1993). Entiéndase, prole, es decir, descendencia numerosa -la queja por el exceso de una prole es, además de elitista, tautológica- pero no como linaje que implica necesariamente una continuidad estética, como podía ser el barroco, o más bien, los barrocos en Rojas, Cervantes, Lope, Calderón, Balboa, Espinosa, Carpentier o Guillén, estudiados por González Echevarría, sino como fenómeno de recepción colectiva de un autor del pasado -Piñera o Sarduy-, que los afirma y actualiza en un campo intelectual y una tradición literaria nacionales.
Documentar la recepción de Sarduy y Piñera, dentro y fuera de Cuba, entre los 80 y los 2000, no es un ejercicio de exposición de una escuela literaria, como la de Wallace Stevens estudiada por Harold Bloom en Estados Unidos, o la genealogía de un patrón estético a lo largo de la historia, como podría ser, con todas sus salvedades, La prole de Celestina de González Echevarría. Es por ello que comentamos textos de narradores, poetas y críticos, que carecen de sintonías estilísticas con uno u otro autor canónico, pero que participan de una misma dialéctica de la tradición.

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