Libros del crepúsculo

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jueves, 17 de noviembre de 2016

Morir soñando




Cuando Leonard Cohen era joven y tocaba la guitarra, en la época de "Suzanne" y otras de sus canciones de los 60 y 70, cantaba únicamente con su voz, y también con aquellos órganos y coros femeninos que, desde el fondo oscuro del escenario, creaban una atmósfera angélica. En la vejez y la gloria, sin embargo, cuando se hacía acompañar por un grupo en cada escenario, comenzó a cantar, además de con la voz, con las manos. De mayor, Cohen aprendió a ocultar la mitad de su rostro bajo un sombrero negro, a balancearse sobre sus rodillas y a colocar la mano izquierda, semicerrada, al lado de su rostro, mientras la derecha sostenía el micrófono.

Cómo no ver algo humildemente enternecedor en ese aprendizaje. En el escenario, cuando sonaban "Take This Waltz" o "I'm Your Man", la mano izquierda se acercaba pero nunca tocaba la cara de Cohen. A punto de sostener su cabeza, se apartaba, amasando el cable del micrófono. Como si cantara tomando una siesta o apoyando el mentón sobre esa misma mano izquierda que, en su juventud, sólo tocaba unos cuantos acordes, suficientes para armonizar las palabras. Ahora sabemos por su familia, que el poeta y trovador canadiense murió dormido. Al parecer, tuvo una leve caída nocturna que lo despertó fuera de hora. Luego volvió a dormirse y, por su semblante relajado, aseguran que murió "tranquilamente". Como "si soñara", dijo su hijo, Adam Cohen, quien lo ha enterrado en una "caja de pino sin adorno, junto a su padre y su madre, como él pidió", bajo la tierra de Montreal.

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