Libros del crepúsculo

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jueves, 9 de marzo de 2017

El poema de Lezama Lima para el ballet "Forma" de José Ardévol

En 1943 se estrenó en el teatro Auditorium de La Habana el ballet Forma de Alberto Alonso, compuesto por José Ardévol, extraordinario músico nacido en Barcelona y afincado en la isla desde 1930. El poeta José Lezama Lima escribió para dicho ballet un poema titulado, justamente, "Poema", que se incluye al final de la más reciente edición de la Poesía completa (2016), publicada en la Ciudad de México por la editorial Sexto Piso. En la última nota al pie de la antología, dice el editor César López: "este poema fue escrito para el ballet Forma, con música de José Ardévol, que estrenó el 18 de mayo del mismo año la primerísima ballerina cubana Alicia Alonso, a cuya gentileza, y a la de Pedro Simón, de la Casa de las Américas, debemos su inclusión en este libro".
No parece haber consenso, entre estudiosos de la literatura y la música cubana, sobre el tipo de colaboración que sostuvieron Lezama y Ardévol en 1943. Unos dicen que Ardévol "musicalizó" el poema de Lezama, otros que el poema de Lezama "sirvió de argumento" para el ballet de Ardévol y otros más, como César López, sostienen que Lezama escribió el poema "para" la composición de Ardévol que coreografió Alberto Alonso. El pasaje que dedica a Forma Alejo Carpentier, en La música en Cuba (1946), sugiere que el texto de Lezama fue recitado por unos coros griegos, que intervenían en escena, mientras Alicia y Fernando Alonso bailaban.
 Dice Carpentier: "Forma, ballet con texto del poeta Lezama Lima, es una de las obras más importantes que se han escrito en Cuba, desde principios del siglo, tanto por la concepción como por la realización. Un coro enmascarado interviene constantemente en una acción situada en lo universal y sin tiempo, que nos muestra al hombre hallando su propia forma -su dimensión interior y la conciencia de esa dimensión- al vivir las fases de toda la experiencia humana: contacto con el pueblo, luchas, caídas, hallazgo y fijación del ideal femenino. Las voces humanas intervienen en Forma como en la tragedia antigua, glosando, aunque de modo siempre estático, lo que ocurre en la escena":


Poema

Mi dolor no es el arco de la luna
que mi espalda refleja ni la estrella desnuda
que levanta una fría estrella contemplativa.

Mi dolor, mi alegría, que yerra por espejos errabundos,
la sustancia alcanzada de la roca erigida,
no son mi centro oscuro que detengo y te ofrezco.

Pero te veo de pronto salvadora enemiga,
a mí llega la nube y el ruido de la abeja,
y clara enemiga te sorbo y me creas.

La creación se extiende en definida alegría,
el zumo de los labios ya no desea y crece
el rumor alcanzado en soberanía exquisita
del arco y de la flecha, de la flecha y del son.

Crecedoras las furias deshacen sus fragmentos.
Elásticas columnas recrean el juego de la sombra
y de nuestro centro oscuro fuga la creación serena.

Del cuerpo ante el cristal y de la sombra huidiza
que en nuestra fuente ha destruido el nido.
Ahora la sombra atrae en su torre cercada.

La sombra y el cuerpo enemistados vagan.
El primer cuerpo creador, creador alternado,
clara enemiga, desprende una luz embriagada,
robusto mensaje de la ola viajera.
La sombra interrumpe la canción temporal
y en la garganta no salta el tritón deslumbrado.

La diversidad sus bultos pintarrajea.
Dice única la voz una:
sólo hay un rostro, una garganta, una luz renaciente.

De la nevada testa el viento remoza los cabellos
y cierzo de la muerte revierten los diamantes
de la postrer mirada que se lleva el gran río.
El coro de los guerreros afina sus pisadas
y la muerte no grita en el tambor de las cabalgatas.

Definido está el aire: el secreto del ave ya no está mantenido
y la redención del pez comprende la secreta soledad
del hombre que ayer preguntaba errabundo.
Ahora el misterio en las astas del ciervo
con plenilunio suelta sus monstruosas escamas.

El hombre no aposenta el arco de la luna.
Su helada blancura desdeñada sin fin.
La noche marinera ni rapta el tiempo ni la muerte nos trae.
Severo el fuego construyendo adormece
al hombre y al ángel de la llave entregada.



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