Libros del crepúsculo

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domingo, 20 de agosto de 2017

La retrotopía según Bauman



El libro póstumo del pensador polaco Zygmunt Bauman arranca con una alusión al muy conocido pasaje de Walter Benjamin, en sus Tesis de filosofía de la historia, donde se comenta el Angelus Novus de Paul Klee. En contra de una lectura fácil del texto benjaminiano, con ecos, incluso, en lectores inteligentes como Mark Lilla en Pensadores temerarios, sugiere Bauman que el hecho de que el ángel de la historia mire al pasado no quiere decir que busque la regresión. Hay un torbellino en el presente -que Benjamin llama "tempestad", "vendaval" y "huracán"- que lo impulsa al futuro.
Esa es la diferencia fundamental entre utopía y retrotopía. Desde los dos Tomases -Moro y Campanella-, la sociedad ideal se ubicó en una isla, que representaba, a la vez, una alternativa en el espacio y el tiempo. La república utópica de Moro, ubicada presumiblemente en algún lugar del Atlántico Sur, el océano que atravesó Américo Vespucio, de cuya expedición se separó Raphael Hythloday, para dar con aquella isla artificial, no estaba en el futuro sino en el pasado. Al igual que la otra isla, Taprobana, la utopía de Campanella en Civitas Solis, localizada en el océano Índico. Ambas son comunidades "descubiertas", por lo que ya existían antes del siglo XVI o del XVII, cuando Moro y Campanella escriben sus libros.
Lo que sostiene Bauman, en esencia, es que el nuevo conservadurismo del siglo XXI, que correctamente ve ramificado entre derecha e izquierda, entre populismos y nacionalismos de uno u otro signo ideológico u orientación política, entre Trump y Putin, Maduro y Erdogan, Kaczynski y Assad, arriba a un tipo nuevo de negación del progresismo utópico. Si durante el siglo XX, asistimos a la crítica del utopismo desde las antiutopías o distopías del totalitarismo -Wells, Huxley, Orwell...-, en el presente nos enfrentamos a la puesta en escena de una "negación de la negación de la utopía", que parte de la exclusión de cualquier alternativa para el presente o el futuro.
Bauman quisiera que la fase "retrotópica" actual preservara lo mejor del utopismo clásico, lo que llama la conquista de "un topos territorialmente soberano" o "la esperanza de reconciliar, por fin, seguridad y libertad". Pero, en la práctica, quienes hoy gobiernan en nombre del pasado o, más específicamente, en nombre de alguna grandeza o gloria perdida, han convertido esa "negación de la negación" en un mecanismo antidialéctico, que no recupera en modo alguno lo mejor del pensamiento utópico moderno. La negación de la negación de la utopía es, en esencia, eso, la negación dos veces del mismo sujeto, como las tres negaciones de Jesús por Pedro antes del canto del gallo.
La retrotopía real, es decir, la ubicación rígida de la sociedad ideal en el pasado no busca, exactamente, reconstruir ese pasado: la "gran América", la "gran Rusia", la "gran Polonia", el socialismo real soviético, el chavismo o el fidelismo originarios... Lo que busca es, simplemente, regir el presente con esa promesa de vuelta al "seno materno", que cancela la crítica con opción de futuro. Y para lograrlo echa mano de tres mecanismos: Leviatán descontrolado o Estado represor, de inspiración hobbessiana; naturalización de la desigualdad, la censura y el silenciamiento del otro; regreso a la tribu, a la pequeña comarca, al nacionalismo aldeano.
 

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