Libros del crepúsculo

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jueves, 12 de noviembre de 2009

El hombre vigilado



Vesko Branev, escritor y cineasta búlgaro exiliado en Canadá, ha repetido la hazaña de Timothy Garton Ash: consultar el expediente que sobre él redactó la policía política de Bulgaria entre 1958 y 1974. Branev intentó fugarse a la Alemania occidental antes de la construcción del Muro de Berlín, pero fue capturado e interrogado por la naciente Stasi. Tras su deportación a Sofía, el joven cineasta y escritor llevó la vida de la mayoría de los intelectuales bajo un régimen totalitario.
Como en La vida de los otros, el film de Florian Henckel-Donnersmarck, Branev fue vigilado por el servicio secreto, delatado por su cuñado y traicionado por sus amigos. Él mismo mantuvo una permanente interlocución con la burocracia cultural e ideológica de Bulgaria y un ineludible contacto con agentes de la Seguridad del Estado, en el que, según su propio testimonio, actuó con cobardía. Su casa era registrada con frecuencia y varios oficiales de contrainteligencia lo “atendieron” durante quince años.
Ahora Branev ha releído su expediente y ha puesto en orden sus recuerdos, en El hombre vigilado, editado por Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, que aparece con prólogo de su compatriota, el filósofo búlgaro Tzvetan Todorov. Muchos intelectuales bajo el comunismo, sugiere Todorov, no son disidentes ni oficialistas, víctimas o verdugos. Entre una y otra condición se asienta un buen número de escritores y artistas que intenta subsistir por medio de la negociación.
¿Son cómplices? ¿son responsables?, preguntan Branev y Todorov. Tal vez, pero también sufren la vigilancia y el castigo del poder. No hay autocompasión en estos escritores búlgaros, pero sí una mirada menos maniquea sobre la vida intelectual bajo un orden totalitario. No hay aquí masificación de la culpa ni victimización del cómplice: los roles que se juegan en la rutina del terror están claros. Pero ambos, Branev y Todorov, saben que la mayoría de los escritores y policías, en el totalitarismo, no son Mandelshtam y Beria.

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