Libros del crepúsculo

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domingo, 29 de agosto de 2010

Las huellas de Hermes


Sexto Piso, editorial de jóvenes archiveros que nos recuerdan siempre aquello de que las mejores ideas ya fueron pensadas, acaba de publicar el segundo de los cuatro volúmenes de Imágenes primigenias de la religión griega del filólogo y mitólogo húngaro Karl Kerényi (1897-1973). Károly, como era su nombre en lengua natal, fue uno de esos clasicistas de la fecunda generación intelectual que, entre los años 20 y 30, se propuso, bajo la inspiración de Carl Gustav Jung, entrelazar el psicoanálisis y la antropología, la historia y la hermenéutica.
Kerényi, quien se exilió en Suiza en los años de la expansión estalinista sobre Europa del Este, dedicó su vida a estudiar los mitos griegos. Discípulo de Walter F. Otto y amigo y seguidor de Jung, descifró los misterios de Eleusis, tradujo los símbolos agrarios de Deméter y reconstruyó el matrimonio de su hija, Perséfone, con Hades en el Inframundo. La gran obra de Kerényi, aquella que lo introdujo en el Círculo de Eranos, donde los clasicistas del medio siglo pasado alternaban la hermenéutica y el psicoanálisis de los símbolos griegos, fue la tetralogía Imágenes primigenias de la religión griega.
El primero de aquellos volúmenes, El médico divino, un estudio sobre Asclepio, el dios de la medicina, hijo de Apolo y discípulo de Quirón, ya fue rescatado por Sexto Piso. Ahora aparece Hermes, el conductor de almas, al que seguirán los Misterios de Cabiros y el Prometeo. Por mucho que la mitología, leída en Homero o en Hesíodo, parece haberse incorporado a la cultura general del hombre cristiano moderno, los libros de Kerényi tienen la virtud de descubrirnos aspectos elusivos o poco advertidos de aquellos dioses del mundo pagano.
El Hermes que Kerényi lee en la Ilíada, la Odisea o los Himnos, por ejemplo, no sólo es el dios del ingenio y la astucia o el protector de viajeros, ladrones, atletas, pastores, científicos, oradores, comerciantes, ingenieros y políticos. Hermes, como agrimensor del Olimpo, quien traza fronteras y desbroza caminos, es también el guía del inframundo, el que abre las puertas del infierno a los hombres y devela, ante sus ojos, los misterios de la muerte. Las huellas de Hermes, seguidas por Kerényi, conducen a un lugar sombrío, donde tiene lugar el diálogo entre los vivos y los muertos.

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