Libros del crepúsculo

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jueves, 28 de abril de 2011

Riesgo de la contrahistoria

No siempre aquella seductora propuesta de Walter Benjamin de “pasar el cepillo a la historia a contrapelo” es bien entendida. Para Benjamin, lo mismo que para Tocqueville o Marx, había tramas invisibles en el pasado que debían ser iluminadas por medio de la desmitificación y la crítica. Algunos han interpretado el proyecto benjaminiano como un superficial revisionismo en el que, en vez de complejizar los relatos hegemónicos sobre el pasado, simplemente se les invierte, se les pone de cabeza, preservando las líneas maestras de la narrativa que se cuestiona.
Es el caso, por ejemplo, del reciente libro, Liberalism. A Counterhistory (New York, Verso, 2011), del filósofo italiano, profesor de la Universidad de Urbino, Domenico Losurdo. A partir de relecturas de clásicos del pensamiento liberal (Locke, Burke, Tocqueville, Constant, Bentham, Sieyés…) y de visitas a documentos de algunos estadistas del siglo XIX, sobre todo, norteamericanos y británicos, como Calhoun, Jefferson, Lord Acton o Gladstone, Losurdo llega a la conclusión –nada nueva, por ejemplo, para el marxismo latinoamericano- de que el liberalismo no fue una doctrina de la libertad sino de la esclavitud y el colonialismo.
Es evidente que muchos pensadores liberales de los siglos XVIII y XIX –no todos- defendieron los regímenes coloniales y esclavistas de Europa en las dos Américas y el Caribe. Pero tan evidente como eso es que las ideas liberales impulsaron los movimientos independentistas y abolicionistas en esas mismas regiones, desde la Revolución Haitiana, en 1791, hasta la consumación de las independencias hispanoamericanas, en 1823. Una historia del liberalismo occidental que excluya la tradición liberal latinoamericana del siglo XIX no es, no puede ser, una contrahistoria.
Con el fin de identificar liberalismo, colonialismo y esclavitud, Losurdo borra la gran corriente abolicionista y anticolonial del propio liberalismo europeo, que va desde Thomas Clarkson en Gran Bretaña hasta Víctor Hugo en Francia. Y junto con esta última, desconoce el pensamiento de republicanos latinoamericanos como Simón Bolívar, a quien comenta de pasada, Fray Servando Teresa de Mier o José Martí, y de liberales como José María Luis Mora o Domingo Faustino Sarmiento, a quienes ni siquiera menciona.

8 comentarios:

  1. para incluir a la crítica latinoamericana del liberalismo primero el autor tendría que considerar a esa región parte de occidente, lo cual, como sabes, no sucede. Los imperios nunca perdan las independencias, como los conservadores nunca perdonan a los liberales. El pensamiento integrador renacentista ya no se practica, o se practica en círculos muy reducidos. Ni siquiera a los pensadores eurocentrista de latinoamerica se les considera en las viejas metropolis más que para premios de fachada. En estos lares no debemos seguir esperando que nos reconozcan en otros, mucho menos por aquellos que no tienen ningún interés en ver que latino américa disfruta de su propia racionalidad y dimensiones.

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  2. Rojas, estoy de acuerdo contigo, pero me parece que haces una apología del liberalismo que no se merece.
    Muchas de las políticas liberales del siglo XIX fueron en contra de minorías como la indígena y la negra en Latinoamérica que todavía no se han podido recuperar de tal choque.
    Estoy pensando, por ejemplo, en el liberalismo utilitario que impulso la esclavitud en Cuba, o el liberalismo argentino que expropió a los indios pampa y patagones.
    Y a propósito de Martí, ya que lo mencionas, y que apoyó algunas de estas políticas, recuerda lo que dijo “las colonias siguieron viviendo en las repúblicas.”

    JCamacho

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  3. Hola, Jorge, gracias por comentar. Creo que el error consiste en singularizar el liberalismo y en convertir esa tradición política y constitucional, sumamente heterogénea, en un sujeto metahistórico, que practica la colonización, la esclavitud y el genocidio.

    Algunos liberales que llamas "utilitarios", en Gran Bretaña por ejemplo, como Smith, Bentham y Mill, fueron bastante avanzados para su época en la cuestión colonial americana. Bentham y Mill, por ejemplo, se cartearon con Miranda y Rivadavia y respaldaron las independencias hispanoamericanas.

    Es cierto que liberales como Arango o Saco respaldaron la esclavitud, si bien el segundo evolucionó mucho en el tema de la trata y de la propia esclavitud a lo largo de su vida. Pero también es cierto que liberales gaditanos y luego republicanos, como Félix Varela o José María Heredia, se opusieron a la esclavitud.

    Lo mismo hicieron la mayoría de los líderes de las independencias hispanoamericanas entre 1810 y 1830: abolieron la esclavitud en nombre de los derechos naturales del hombre, que aprendieron en Locke, Montesquieu y Rousseau, en la Declaración Universal francesa e, incluso, en la Declaración de Independencia y en la Constitución de Estados Unidos, a pesar de que estas últimas preservaron la esclavitud.

    En cuanto al liberalismo argentino de la generación del 37 (Sarmiento, Alberdi, Mitre...), es cierto que cuando llegaron al poder, luego de la caída de Rosas y la Constitución del 53, promovieron la inmigración blanca y el exterminio de poblaciones originarias en la Campaña del Desierto y otras políticas. Pero eso no fue lo único que hicieron aquellos estadistas.

    No hay que olvidar que ellos también secularizaron el país, crearon una esfera pública moderna y abierta, impulsaron una importante reforma educativa laica e introdujeron prácticas del gobierno representativo y el Estado liberal sumamente avanzadas para su época. Esto último fue lo que Martí más admiró de ellos.

    No se trata de apologías del liberalismo: se trata de evitar las homogeneizaciones de tradiciones intelectuales ricas y plurales. Identificar el liberalismo con el colonialismo y la esclavitud es lo mismo que identificar todos los socialismos del siglo XX con el comunismo o con los crímenes de Stalin.

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  4. Hola Rafael,
    Tienes toda la razón. Y para problematizar un poco ese intento de homogeneización, está el tema de los "lenguajes políticos". Liberal a finales del siglo XVIII significaba una cosa muy distinta, a la que significa hoy. Nada más fácil, en este sentido, que juzgar a la historia: condenar cosas malas del pasado desde un falso moralismo, usando perversamente y de forma reductiva la "técnica del anacronismo deliberado" borgeano. Yo lo veo mucho en Venezuela, en una corriente revisionista que se está dando, desde la llegada del presidente, profundamente simplista, donde la categoría "pueblo" es el único motor de la historia, víctima siempre de agentes foráneos: oligarquías, imperios,etc.

    J. C.C

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  5. Rafa, sí estoy de acuerdo con que el liberalismo del XIX es muy difícil de definir y que lo peor que podemos hacer es culparlo de todos nuestros males.
    Todo lo que mencionas es cierto y para muchos de nosotros valedero. Martí celebró, por ejemplo, el laicismo con el que podemos estar o no de acuerdo, pero eso no fue lo único ni lo más destacado que hizo.
    También apoyó la campaña genocida de Roca contra los indígenas del desierto; admiró la política migratoria argentina (lo que equivale a decir el “blanqueamiento”), y también celebró el desarrollo acelerado de la economía que fue impulsada por Inglaterra y otros poderes europeos.
    Según mi punto de vista, Martí podría estar en el libro de Losurdo pero supongo, por razones diferentes a las tuyas… un saludo, j

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  6. No, pues si nos vas a pedir que no veamos el mundo en términos de blanco y negro vamos a dejar de pasar por este blog...

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  7. Estimado Rafael:
    Está también esa gran obra del historiador inglés de origen libanés Albert Hourani, "Arabic Thought in the Liberal Age, 1798-1939." Por lo que dices sobre el libro de Losurdo, que no he leído, supongo que la tradición anticolonial del liberalismo árabe es otra corriente intelectual a la que Losurdo no le presta atención.

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  8. Hola, Fernando, el libro de Hourani no está citado en la Bibliografía de Losurdo y el tema árabe o del Medio Oriente sólo aparece tratado dentro de la crítica a las visiones prejuiciadas de Tocqueville sobre el carácter "semicivilizado" de las naciones islámicas (pp. 234-240).

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