La exposición Capa en Color, que se muestra
actualmente en el International Center of Photography de Nueva York, capta el
sentido más perdurable del proyecto visual del gran fotógrafo húngaro Robert
Capa (1913-1954). Cuando se piensa en Capa, lo primero que viene a la mente es
su fotografía de la Guerra Civil española y, en especial, “Muerte de un
miliciano”, el escorzo del soldado que cae baleado, con su fusil en la mano
derecha, en la cima de una colina.
En esta muestra está ese Capa, fotógrafo de soldados
de la República española y de pilotos de la Fuerza aérea norteamericana, durante
la Segunda Guerra Mundial. Pero hay otro Capa, el más rutinario aunque menos
conocido, que es el de las fotos de la paz en la guerra, de los marineros
boxeando en la cubierta de un acorazado, de los burgueses y los obreros
europeos, las celebridades y los campesinos del Mediterráneo, la vida privada
de Hemingway y Picasso, de Truman Capote y Peter Lore, de los sets de Welles y
Rossellini, de Ana Magnani en Bellissima y
de Ava Gardner en The Barefoot Contessa.
El Capa a color describe mejor que el de blanco y
negro, el vertiginoso itinerario de ese artista de la mirada, entre los años 40
y 50. Un itinerario que deja como testimonio una estela de imágenes de todos
los estratos de aquella Europa: magnates de Biarritz, Deauville y Roma y
aldeanos noruegos, campesinas italianas y alta sociedad parisina y romana. Las
fotos a color de Capa para las revistas Holiday,
Look, Life, Ilustrated Ladies Home
Journal o Colliers ofrecen un
mapa de la subjetividad europea, en el tránsito de la guerra a la postguerra.
Como en todo viaje al corazón social de Europa, Capa,
criatura del imperio austro-húngaro, no podía dejar de indagar en los confines
de su mundo. El viaje a Marruecos y, sobre todo, el viaje a la URSS, en 1948, junto al escritor norteamericano John Steinbeck, con el fin de armar el gran
reportaje literario y fotográfico que puede leerse en A Russian Journal (1948), son una evidencia de aquella exploración
iconográfica en los lindes de Europa. Como apéndice de aquel viaje, Capa se
desvió a Budapest, su ciudad natal, y envió a la revista Colliers un reportaje sobre la naciente Hungría comunista, que
observamos como un ensayo autográfico.
Robert Capa vivió, en sus últimos años, de aquellas
fotografías a color. Vino a morir, sin embargo, en blanco y negro. La muestra exhibe
muy pocas fotos de su trabajo en Indochina, durante la guerra de 1954, que
daría lugar a la larga y espantosa saga militar de Viet Nam, Laos y Cambodia.
El glamour de la Postguerra, que Capa vivió intensamente en el Mediterráneo,
comenzaba a empañarse con las bombas de la descolonización y la naciente Guerra
Fría. Fue demasiado pronto para la vida de Capa, pero, justo a tiempo, para el
retrato de una época.
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