Nunca me han gustado
las interpretaciones de los fenómenos literarios que subordinan lógicas, a
veces, tan inasimilables como las del mercado y la ideología, a ofensivas mediáticas trazadas por un puñado de sesudos estrategas en un rascacielos de
Manhattan. Pero me ha llamado la atención la forma en que el New York Review of Books y The
New York Times han presentado, en las últimas semanas, el rescate al inglés de la obra, The Gray Notebook (2014), del escritor
catalán, Josep Pla (1897-1981), en traducción de Peter Bush.
Unos presentan a Pla
como un periodista, viajero y reportero localista, que se mantuvo casi neutral
durante la guerra civil española y que durante la dictadura franquista fue una
especie de “exiliado interior”. Alan Riding, en cambio, estudioso de una relación
cultural tan conflictiva como la de México y Estados Unidos, en un libro que
todavía se lee con agrado, es más cuidadoso y resuelve la biografía literaria y
política de Pla de un modo elegante.
Riding sí recuerda que
Pla fue un catalanista que nunca simpatizó del todo con la República y que abandonó
las filas del antifranquismo, tan popular siempre en Nueva York, y,
específicamente, en The New York Times.
Pero que, si bien se acercó al franquismo, nunca dejó de defender un
nacionalismo cultural, a pesar de que se pasara la vida viajando. Me parece
leer en la reseña de Riding la sugerencia de que si Pla viviera hoy, sería
partidario de la nación cultural catalana, pero no de su independencia
política, lo cual se acomoda mejor a los reflejos políticos de la élite cultural de Nueva York.
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