Libros del crepúsculo

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lunes, 8 de agosto de 2016

Los años de Encuentro

Se cumplen por estos días veinte años de la aparición del primer número de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, fundada en Madrid por Jesús Díaz. La primera vez que supe de aquella publicación fue antes de que existiera, en una reunión del Instituto de Estudios Cubanos, en Miami, en el verano de 1994, donde Díaz expuso el proyecto a un grupo de escritores y académicos, entre los que recuerdo a Antonio Benítez Rojo y a Heberto Padilla. Luego, en el verano siguiente, con la idea mucho más perfilada, Jesús Díaz y Pío Serrano, Director y Subdirector, anunciaron la inminente aparición de la revista a los participantes del evento, Cuba. La isla posible, organizado por Iván de la Nuez en Barcelona.
Con un homenaje a Tomás Gutiérrez Alea, la máxima figura del cine insular, y unas palabras introductorias del veterano poeta exiliado Gastón Baquero, donde se leía que "la cultura es un lugar de encuentro", la revista fue el más claro desafío a la fractura nacional provocada por la imposición de un régimen totalitario en Cuba. El momento para intentar aquella reintegración del campo intelectual cubano era propicio: había caído el Muro Berlín, había desaparecido el campo socialista y una copiosa diáspora de artistas e intelectuales de casi todas las generaciones -desde Manuel Moreno Fraginals, nacido en 1920, hasta Iván de la Nuez, nacido en 1964-, que había desarrollado su obra, hasta entonces, dentro de la isla, se instalaba en diversas ciudades americanas y europeas.
Encuentro fue obra de aquella diáspora, pero ya en el primer número abrió sus páginas a lo mejor de la cultura producida desde los orígenes del exilio. Exiliados de primera hora como Luis Aguilar León, Nicolás Quintana o Aurelio de la Vega, o del Mariel, como Juan Abreu, Néstor Díaz de Villegas o Reinaldo García Ramos, o de las generaciones cubanoamericanas, como Lourdes Gil, Gustavo Pérez Firmat o Roberto G. Fernández, se incorporaron rápidamente a la red de colaboradores de la revista. No sólo eso, desde el primer número hasta el último, el 53/54 del verano-otoño de 2009, la publicación contó siempre con una amplia participación de artistas y escritores de la isla. Tan sólo habría que recordar que Encuentro rindió homenaje a Gastón Baquero, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, Antonio Benítez Rojo y Lorenzo García Vega pero también a Eliseo Diego, Fina García Marruz, Antón Arrufat, César López y Abelardo Estorino.
Encuentro no sólo homenajeó a clásicos de la cultura cubana: también dio cuenta de la renovación de las artes y las letras cubanas entre los 90 y los 2000. Allí se leen algunos de los "novísimos" como Ena Lucía Portela, Ronaldo Menéndez o Waldo Pérez Cino, las principales figuras del grupo Diáspora(s) (Rolando Sanchez Mejías, Carlos Alberto Aguilera, Pedro Marqués de Armas, Radamés Molina, Rogelio Saunders...) y hasta escritores nacidos en los 70 como Gerardo Fernández Fe y Duanel Díaz. Ilustraciones de la revista corrieron a cargo de pintores del primer exilio como Cundo Bermúdez, Mario Carreño, Guido Llinás y Gina Pellón, de artistas emblemáticos de los 80, como José Bedia, Flavio Garciandía, Marta María Pérez Bravo y Arturo Cuenca, pero también de los 90 como Carlos Garaicoa, Sandra Ramos o Eduardo Muñoz Ordoqui.
El único de los grandes escritores del exilio cubano, vivos entonces, que no participó directamente en Encuentro fue Guillermo Cabrera Infante. Jesús Díaz le escribió personalmente, invitándolo a colaborar y proponiéndole uno de los primeros homenajes, pero el autor de Tres tristes tigres se negó. Aunque minoritarios, hubo sectores del exilio que se opusieron desde un inicio a ese proyecto editorial, a pesar de su incluyente convocatoria. Pero nunca esa oposición fue equivalente a la sostenida campaña de boicot y descalificación contra la revista y sus editores, que emprendió el poder de la isla desde el mismo año 1996 y que llegó a la histeria entre 2001 y 2006, con la "batalla de ideas". El ataque a Encuentro se convirtió en uno de los objetivos centrales de la Seguridad del Estado, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Cultura.
El concepto de cultura que expuso Encuentro es uno de los más abarcadores que conoce la historia intelectual cubana. Cultura era, para la revista, el arte, la literatura, el cine, la arquitectura, la música, la danza, pero también la historia, la política, la economía, las relaciones internacionales, el periodismo, la sociología, la antropología, la ecología, en dos palabras, las ciencias sociales que tanto aborrecen algunos blogueros y libelistas electrónicos de la última diáspora cubana. La tan vilipendiada academia cubanoamericana (Carmelo Mesa Lago, Jorge I. Domínguez, Roberto González Echevarría, Marifeli Pérez Stable, Alejandro de la Fuente,  Jorge F. Pérez López...) siempre sintió como suya una publicación que no era estrictamente académica.
Nunca antes -ni después- se produjo en Cuba o en el exilio una revista tan plural. Podría decirse que Encuentro fue el único ensayo de democracia, al menos en la cultura, que hemos conocido. Algunos asocian la publicación con otras previas, en las que Jesús Díaz estuvo involucrado, como el primer Caimán Barbudo o Pensamiento Crítico. Pero tanto esas, como cualquier otra revista, dentro o fuera de la isla, en el último medio siglo, resultan demasiado sectarias comparadas con Encuentro. Ni siquiera Lunes de Revolución, a pesar de su notable pluralismo, llegó a ese grado de apertura por su exclusión de buena parte de la cultura republicana y del primer exilio.
Como todas las grandes publicaciones de todos los tiempos, Encuentro dejó de publicarse por divisiones internas que algún día habrá que contar. Sin embargo, a juzgar por la apoteósica fragmentación de la esfera pública cubana, que se ha experimentado en los últimos cinco años, parece inevitable asociar el fin de la revista con el fin de una época. El contraste entre el nivel de decoro que caracterizó las polémicas de Encuentro con la bajeza que campea en algunos de los principales medios electrónicos de la isla o la diáspora no podría ser mayor. Lo que queda de Encuentro, por ejemplo, en la página electrónica Cubaencuentro, es una negación palmaria de ese legado. Fuera de algunas excepciones puntuales como Carlos Espinosa Domínguez, Haroldo Dilla, Roberto Madrigal o, más recientemente, Marlene Azor, lo que se lee en esa página es una muestra del peor panfletismo electrónico cubano.



9 comentarios:

  1. Hola, Rafael! Como es usual, un incisivo post. Solo dos desacuerdos marginales. El primero es que Cubaencuentro digital (CE) coexistió un tiempo con ENCUENTRO (E), la revista, y habia entre ellos una brecha. Creo que es el inconveniente de las publicaciones digitales -articulos breves, que atraen públicos amplios, asedios de comentaristas en ocasiones procaces y desagradbles, etc- frente a las revistas impresas. O sea, que no fue necesario que E desapareciera para que se fuera modelando eso que llamas "el peor panfletismo electrónico cubano". Mi segundo punto es que E tuvo dos herederos. Uno fue CE y el DDCUBA. Y creo que ambos padecen del mismo mal. La diferencia de DDCUBA es que es mas audaz en sus formatos y tiene un toque mas comercial. Pero también, junto a un puñado de buenos articulistas, abriga a una serie de obsesos politicos y vulgarizadores de la vida con los que no es posible tomarse un cafe. Abrazos

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  2. Gracias, Haroldo, tienes razón en que el panfletismo se lee en la mayoría de los medios electrónicos y que ese cambio tiene que ver con el giro tecnológico, aunque no creo que en otros contextos las publicaciones digitales alcancen los bajos niveles de las cubanas, castristas o anticastristas. En cuanto a "Encuentro en la Red" -prefiero llamarla así, ya que fue su nombre original-, mientras existió la revista Encuentro, es cierto que hubo una brecha, pero, a mi juicio, no tan amplia como la que existe hoy con Cubacuentro. Además de perder su pluralidad constitutiva, que en buena medida provenía de la amplia red de la revista, esa es una página de pésima calidad intelectual y estilística. Diario de Cuba también adolece de panfletismo, pero es superior y no únicamente por ser más "comercial" o dinámica y generar o reproducir información, lo que no hace Cubaencuentro. Y pongo un simple ejemplo: sólo en Diario de Cuba, y ahora en Hypermedia Magazzine, se ha podido leer tan ampliamente a la nueva generación de escritores de la isla. El capítulo literario de Diario de Cuba es de consulta obligada para quien se interese en serio en la literatura cubana contemporánea.

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  3. No soy tan generoso con DDCuba, pues creo que por el medio hay razones de funcionamiento que le otorgan ventajas en como captar colaboradores de la isla, que son en ocasiones muy buenos. Pero de cualquier manera estariamos de acuerdo en que mantener hoy una pagina web de altos quilates intelectuales -esta es un ejemplo- implica un cordon sanitario que obra inevitablemente en contra de la concurrencia masiva a la que las revistas aspiran. La buena noticia es que cada vez aparecen nuevos espacios -aprecio mucho, por ejemplo, El Estornudo- que hablan de una nueva generación intelectual que dara mucho que decir, aunque sea, como sucede con buena parte de lo que vale en la isla, en la diaspora. Abrazos

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  4. Sí, El Estornudo, Hypermedia Magazzine, Incubadora... Surgen espacios nuevos que vale la pena seguir.

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    1. Estimado Rojas, por una vez discrepo. El estornudo tiene una línea más perfilada y es lo más parecido que menciona a una revista, pero se trata de periodismo: de buen periodismo, cómo no, pero no de literatura, y en ningún caso tiene el perfil de una revista cultural. Hipermedia magazine, a pesar del nombre, tampoco funciona como revista: es más el escaparate de una editorial y amontona textos sin ningún criterio, ni siquiera periódico, con artículos sobre música mezclados con reseñas de la editorial y algún texto humorístico. El formato debe más a Somos jóvenes o al peor Caimán barbudo que a una revista literaria. Incubadora es un espacio muy interesante sin dudas, pero es un blog, no una revista: no crea contenidos sino que los comparte, algo similar a lo que hizo, en su día que no fue penúltimo, penultimosdias. Me gustaría compartir su optimismo, pero el escepticismo de Dilla me parece más realista.

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    2. No creo haber utilizado la palabra "revista" para referirme a esas publicaciones. Usé, como Dilla, la palabra "espacio".

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  5. Tocayo, has llamado las cosas por su nombre. Esta entrada merece mucha divulgación. Haré mi parte. Sigue guapeando. Saludos cordiales,

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  6. Muy acertada esa nota, Rafael. Creo que no se puede hablar de la cultura cubana sin mencionar la revista Encuentro porque jugó un papel esencial en su momento. Una pena que ya no exista.

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  7. Estuve en dos reuniones, de las fundacionales, en casa de Pío E. Serrano y colaboré --desde La Habana-- a partir del número inicial. Es groseramente obvio que cualquier escisión favorece a la dictadura y a los oportunistas y mediocres. JPS

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