Libros del crepúsculo

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lunes, 14 de junio de 2010

La novela cubana de Gallegos


Muchos estudiosos de la literatura latinoamericana han reiterado la idea de que la novela de dictadores, en la versión boom, tuvo como antecedente la novela política de mediados del siglo XX, a la manera de Alejo Carpentier en El acoso, Rómulo Gallegos en su novela cubana, La brizna de paja en el viento, e, incluso, Severo Sarduy en Gestos.
El crítico norteamericano Seymour Menton fue uno de los que introdujo ese juicio, en un campo, como el de los estudios literarios académicos, muy dado al establecimiento de lugares comunes. Lo cierto es que la novela política es una corriente literaria latinoamericana, que atraviesa todo el siglo XX y llega hasta nuestros días, que históricamente no debería reducirse a un género precursor de la novela de dictadores.
La novela política, al estilo de La brizna de paja en el viento (1952), por ejemplo, del escritor y político venezolano Rómulo Gallegos (1884-1969), tiene mayores conexiones con la novela de la Revolución Mexicana que con la novela de dictadores del boom. El tema de Gallegos es una Revolución, que debió más de una idea a la mexicana: la de los años 30, en Cuba, en contra de la dictadura de Gerardo Machado.
Gallegos escribió esa ficción durante su exilio en Cuba, iniciado en 1948, luego de que su presidencia -que sucedió a la de su amigo, Rómulo Betancourt, fundador del partido Acción Democrática, al que pertenecía el escritor- fuera derrocada por el golpe de Estado encabezado por los dictadores Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez. Cuando Gallegos fue derrocado, en Cuba llegaba a la presidencia, por vías democráticas, Carlos Prío Socarrás, cuyo partido, el Revolucionario Cubano (Auténtico), pertenecía a la misma familia política democrática y reformista del partido de Betancourt y Gallegos.
El gobierno de Prío, cuyo Secretario de Educación, Aureliano Sánchez Arango, y Director de Cultura, Raúl Roa García, eran amigos personales de Gallegos, dio asilo al escritor venezolano. No en balde La brizna de paja en el viento está dedicada a Roa, “gallarda figura de la intelectualidad cubana, a través de cuya alma ardiente y generosa me he asomado a la angustia contemplada en sus páginas” y a Sara Hernández Catá, “amiga cordial, quien, junto a su fervorosa cubanidad, le ha brindado tierna acogida a mi mortificación venezolana”.
Gallegos se identificaba con una izquierda no comunista, partidaria de la reforma agraria, la nacionalización de recursos estratégicos, la alfabetización de la ciudadanía, la institucionalidad democrática y las relaciones soberanas con Estados Unidos. Una izquierda, por tanto, más heredera de la Revolución Mexicana que de la Revolución de Octubre, a la que también se adscribían Roa, Sánchez Arango y los líderes de los dos principales partidos políticos cubanos de entonces, emergidos de la Revolución del 33: el Auténtico y el Ortodoxo.
Esa ideología se plasma, tal vez con demasiada transparencia y en detrimento de la literatura –no de la política-, en la novela de Gallegos. Sus protagonistas son jóvenes universitarios antimachadistas, miembros del Directorio, como el propio presidente Prío y otros fundadores del Partido Auténtico, que se enfrentan a la dictadura de Machado. Aunque el campo aparece por medio de las propiedades de la familia Azcárate, esta es una novela urbana, no una novela de la tierra como Doña Bárbara. Su escenario fundamental es La Habana de los 30.
Gallegos era un exiliado que intentaba honrar la epopeya antimachadista, pero algunas de sus observaciones sobre aquella Revolución y su legado en la vida política republicana, como recuerda Roberto González Echevarría, no fueron bien recibidas en todo el medio intelectual habanero. La brizna de paja en el viento describía con elocuencia el surgimiento del gangsterismo y el caudillismo dentro del campo revolucionario y, por momentos, utilizaba un tono irónico o desenfadado, a propósito de algunos mitos como el asesinato de Rafael Trejo o la devoción martiana, que no debieron ser de fácil lectura entre sus amigos cubanos.
Trejo, por ejemplo, aparece como un convencido de que la Revolución necesitaba un mártir y que había que producirlo por medio de una reyerta con la policía. A Martí, en un pasaje, se le describe como “el picapedrero glorioso”, en alusión a sus trabajos forzados en las canteras de San Lázaro. “Imagínate a José Martí, al Verbo de la independencia cubana, pica que te pica piedra en esta cantera, bajo el achicharrante sol del mediodía”. Quien habla es el profesor Luciente, catedrático de Cultura Cubana de la Universidad de la Habana, crítico de la decadencia nacional, figura hecha de retazos de Mañach, Sánchez Arango, el propio Roa y otros intelectuales de aquella generación.
Gallegos se propuso escribir una novela “cubana”, por lo que en la misma no podían faltar el azúcar, que se trata por medio del ingenio de los Azcárate, y una visita antropológica a la santería. Sobre esto último, habría que decir que Gallegos recorre con lealtad el panteón del sincretismo afrocubano, de la mano de otro de sus amigos, Fernando Ortiz, pero no lo hace desde la típica y complaciente visión “integradora”. Gallegos observa en el catolicismo cubano un “encubrimiento de lo africano idolátrico” que se manifestaba lo mismo en los altares de las casas que en las revistas de los poetas.

2 comentarios:

  1. Muy interesante su comentario sobre la obra de Gallegos. Creo que sería de gran valor, ahora que hoy en día nuestros países se encuentran hermanados por causas no muy dignas, explorar mejor esa relación entre la intelectualidad venezolana y la cubana. Fernando Ortiz fue una referencia muy importante no sólo para Gallegos, sino también para Don Mariano Picón Salas, quien cita su famoso trabajo del Contrapunteo del tabaco y del azúcar como un modelo de escritura.
    Hoy en día me llama la atención que esos puentes entre uno y otro mundo intelectual se han caído. Pocos en Venezuela conocen los trabajos suyos, y de otros importantes intelectuales y críticos. Asimismo, muy pocos de sus trabajos y de otros grandes pensadores cubanos del exilio conocen lo que se ha estado trabajando en Venezuela: sobre todo, las críticas de los abusos de la historia, como los trabajos de Luis Castro Leiva, Germán Carrera Damas, o Manuel Caballero.

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  2. esta muy bonito su blog me encanto su comentrio sobre monsivais siempre le admire mucho su articulo sobre romulo gallegos es muy interesante aprendi mucho gracias

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