Hoy es un "hotel boutique", terriblemente modernizado, pero así debió lucir el patio del Hotel de Cortés en la Ciudad de México, cuando el poeta beat Lawrence Ferlinghetti, el legendario fundador de la librería City Lights de San Francisco, pernoctaba en el DF, allá por los años 60. En La Noche Mexicana (2012), un volumen que recoge diarios y poemas escritos durante aquellos viajes, el patio del Cortés aparece como un remanso, en medio de las guerras culturales de los 60.
El Cortés, ubicado en la avenida Hidalgo, casi llegando a Reforma, frente a una de las esquinas de la Alameda Central, fue desde el siglo XVII refugio de viajeros. Allí los frailes agustinos construyeron una de las primeras hosterías del Virreinato de la Nueva España, con el fin de albergar a los misioneros que partían a la evangelización de las Filipinas. Hoy, el hotel conserva la fachada, pero los interiores han perdido la magia que Ferlinghetti sintió en los 60.
Mientras las grandes potencias mundiales estaban a punto de irse a la guerra nuclear, mientras el Che Guevara era ejecutado en Bolivia y los jóvenes norteamericanos, "adictos y consumidores de narcóticos", eran arrestados en la frontera, el patio del Cortés estaba ahí para recordar que la paz no era imposible. Así lo dejó escrito Ferlinghetti en un poema de las Navidades de 2002, en el que recordó la fuente y el loro de aquel patio, que ya no existen:
En el hotel de Cortés
no todo está perdido
mientras exista
un loro en el patio
y una fuente en el medio
con mazos de flores
y gente que desayuna
como si no pasara nada
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