Libros del crepúsculo

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miércoles, 17 de abril de 2013

Los liberales se autocritican



El número de abril de Letras Libres, en sus ediciones mexicana y española, contiene un excelente dossier, titulado “Autocrítica liberal”, que podría volverse referencial. Ideado y coordinado por el joven historiador mexicano Carlos Bravo Regidor, el coloquio reúne a un grupo de teóricos y ensayistas de la últimas generaciones (Jesús Silva-Herzog Márquez, José Antonio Aguilar, Humberto Beck, Patrick Iber, David Peña Rangel, Estefanía Vela Barba, Saúl López Noriega, Ramón González Férriz) que someten a crítica al liberalismo desde algún tipo de identificación con ese ideario.
Aguilar Rivera reprocha al liberalismo –específicamente al mexicano- su tendencia a hibridarse con corrientes de pensamiento que le son ajenas, como el positivismo o el multiculturalismo. Silva-Herzog, en cambio, piensa que hay que abandonar el ideal de la pureza y entender al liberalismo como una posición anclada en la duda y no en la fe. Por el mismo camino van las colaboraciones de Gabriel Zaid y Roger Bartra, que llaman a distinguir entre liberalismo político y liberalismo económico –o neoliberalismo- y a rescatar el diálogo entre liberales, socialistas y católicos.
Ramón González Férriz y David Peña Rangel repiensan las relaciones, primero amigables y luego tensas, entre liberalismo y nacionalismo. Humberto Beck cuestiona el peso del concepto de “libertad negativa”, según la célebre formulación de Isaiah Berlin, en la tradición liberal, que condujo a posiciones intolerantes en la Guerra Fría. Patrick Iber se pregunta si existe una “tentación imperial” en el liberalismo, a partir del rol de las grandes potencias atlánticas en los dos últimos siglos. Estefanía Vela Barba critica la fijación excluyente del relato de los derechos fundamentales en “los hombres”. Carlos Bravo Regidor lamenta las malas lecturas que algunos liberales hicieron del marxismo, aunque también agradece las buenas. 
A pesar de su espesor teórico, el dossier ha sido armado con agilidad: textos breves, compactos, legibles desde cualquier público. Es evidente que un objetivo colateral del mismo fue sumar al diálogo intelectual a una nueva generación de académicos, que comienza a intervenir en la esfera pública mexicana sin la rigidez ni la territorialidad de otros tiempos. Letras Libres, como antes Vuelta, ha sido siempre un medio que defiende un campo intelectual donde los académicos suman su voz a un debate abierto, sin jergas ni autorizaciones preestablecidas.
Tal vez es por eso que, luego de la lectura, se tiene la impresión de que todos los autores, aunque coinciden en que el liberalismo debe autocriticarse, no entienden de la misma manera al sujeto que se autocritica. Unos piensan el liberalismo como teoría o filosofía política, otros como tradición intelectual, otros como ideología partidaria, otros más, como estilo o actitud moral. Probablemente, el liberalismo sea todo eso a la vez, pero quienes hablan en su nombre, en este número de Letras Libres, son intelectuales. Habría que explorar mejor si sigue existiendo liberalismo fuera de la ciudad letrada –entre políticos, empresarios, religiosos, gremios, asociaciones civiles- y si ese liberalismo siente la necesidad de autocriticarse.

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