Libros del crepúsculo

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jueves, 6 de octubre de 2011

Retrato del marxista latinoamericano

Una buena prueba del atractivo intelectual del marxismo como teoría de la historia social y del capitalismo moderno es que, a pesar de las visiones eurocéntricas de Marx y Engels sobre América Latina, esta región se convirtió, en el último siglo, en una de las zonas del mundo con más marxistas per cápita. Lo que Marx y Engels pensaron sobre Bolívar, Haití, México o la expansión territorial de Estados Unidos fue relativizado o desconocido –los textos de Marx y Engels sobre América Latina no circularon plenamente hasta la edición de los mismos en las editoriales mexicanas Siglo XXI y Cuadernos del Pasado y el Presente en los 70- por varias generaciones de comunistas latinoamericanos.
Un siglo de marxismo latinoamericano es tiempo suficiente para observar las luces y sombras de esa tradición. Podemos recorrer con la vista los nombres fundamentales del marxismo en cada nación latinoamericana (Juan B. Justo, Luis Emilio Recabarren, Aníbal Ponce, Julio Antonio Mella, Juan Marinello, Ernesto Guevara, Roque Dalton, Nahuel Moreno, Fernando Martínez Heredia…) y, más allá de cualquier preferencia doctrinal o política, se hace difícil cuestionar la creatividad y el refinamiento que, dentro de esa tradición, distinguieron al peruano José Carlos Mariátegui (1895-1930). No hay otro marxista latinoamericano que haya alcanzado tal mezcla de originalidad y autonomía.
En Mariátegui, a diferencia de tantos discípulos de Moscú, el marxismo no era una terminología impostada sino un lenguaje incorporado y recreado. Como el escritor de vanguardia que fue, este ensayista peruano sumó el marxismo como un referente más de una escritura que pocas veces se ve colonizada por la jerga del materialismo histórico o dialéctico. Para Mariátegui esa autonomía no fue, únicamente, una cuestión de estilo, fue, ante todo, un asunto de independencia intelectual. Esa asunción del marxismo desde un lugar vanguardista y autónomo se produjo durante su estancia en Europa, entre 1918 y 1923, cuando recorrió Italia, Alemania, Francia, Austria, Checoslovaquia y Bélgica y, sintomáticamente, no visitó la Unión Soviética.
La elegancia estilística e ideológica del marxismo de Mariátegui se lee en las primeras páginas de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928). El exergo que escoge es nada menos que de ese demonio del irracionalismo burgués que, según Moscú, fue Friedrich Nietzsche, en Der Wenderer und sein Schatten (El caminante y su sombra), que lo conecta con la defensa del sentido fragmentario de la escritura, que también podríamos encontrar en otros dos marxistas europeos, contemporáneos suyos, Antonio Gramsci y Walter Benjamin: “ya no quiero leer a ningún autor en el que se advierta su intención de hacer un libro, sino a aquellos cuyos pensamientos se convirtieron espontáneamente en un libro”.
Luego, en la “Advertencia”, la autonomía intelectual de Mariátegui vuelve a sorprendernos. Cita de nuevo a Nietzsche y dice que, como este, “quiere meter toda su sangre en sus ideas” y se defiende del cargo de “europeizante” que algunos le levantan. Su defensa no se inspira en José Martí o en José Enrique Rodó sino ¡en Domingo Faustino Sarmiento!, el gran liberal argentino, admirador de Estados Unidos: “he hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeo u occidentales. Sarmiento, que es todavía uno de los creadores de la argentinidad, fue en su época un europeizante. No encontró mejor modo de ser argentino”.
A tono con esta entrada, el debate con el liberalismo latinoamericano que sostiene Mariátegui en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) es de una cortesía asombrosa. En los temas centrales, que son los de la tierra y el indio, el marxista peruano apuesta por un reparto agrario radicalmente distinto al liberal, ya que propone el reconocimiento de la propiedad comunal, en la línea constitucional abierta por la Revolución Mexicana. Pero aún en medio de su polémica con el liberalismo no desprecia nunca lo que éste avanzó en materia de educación laica y hasta admite que una reforma agraria de tipo liberal, basada en la pequeña o la mediana propiedad, que limite el latifundismo, no carece de ciertas ventajas.
El ejemplo que tiene en mente es el de las reformas agrarias liberales y “antibolcheviques” que se emprendieron en algunos países de Europa del Este –Checoslovaquia, Rumanía, Hungría, Polonia-, luego de la Revolución de Octubre, y que él conoció durante sus viajes. Sin embargo, Mariátegui contrapone esas experiencias de reparto agrario, no a la colectivización soviética, sino a la restitución y dotación de ejidos demandadas por Emiliano Zapata y los revolucionarios mexicanos, con las que él simpatiza y que son las que considera adecuadas para las comunidades indígenas y campesinas del Perú. Tan sólo este pasaje de los Siete ensayos es suficiente para retratar la herejía marxista de Mariátegui:

“Para quienes se mantienen dentro de la doctrina demoliberal –si buscan de veras una solución al problema del indio, que redima a éste, ante todo, de su servidumbre- pueden dirigir la mirada a la experiencia checa o rumana, dado que la mexicana, por su inspiración y su proceso, les parece un ejemplo peligroso. Para ellos es aún tiempo de propugnar la fórmula liberal. Si lo hicieran, lograrían, al menos, que en el debate del problema agrario provocado por la nueva generación, no estuviese del todo ausente el pensamiento liberal, que, según la historia escrita, rige la vida del Perú desde la fundación de la República”.

7 comentarios:

  1. Querido Rafa, mira que les das oportunidades a tus críticos para que hablen de ti.
    Llamar a Sarmiento nada menos que “el gran liberal argentino”. Un poco más y lo abrazas.

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  2. Sarmiento, junto con Alberdi y Mitre, fue uno de los tres grandes liberales argentinos del siglo XIX ¿De qué otra forma se le puede llamar?

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  3. ¿Pequeño liberal argentino?

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  4. Interesante e increíble que los problemas sociales en América no hayan tenido políticas para desarrollar las economías agroindustriales con tanta población en las zonas rurales.
    Estuve viendo un reportaje sobre las Brigadas Rojas italianas, fundadas en Milán por grupos obreros trabajando en las grandes fábricas del norte industrializado: Siemens, Pirelli, Breda, todos originarios del sur de Italia, emigrantes económicos, sin condiciones mínimas para vivir, durmiendo en las estaciones de trenes después de largas jornadas de trabajo, discriminados no les alquilaban apartamentos. Entrevistan a los miembros del comando Aldo Moro, los que secuestraron y asesinaron al dirigente democristiano; Moretti, el jefe, fue condenado a cadena perpetua y trabaja en la reinserción de presos y explicaba que la influencia era marxista y del movimiento uruguayo de guerrilla urbana: Los Tupamaros. En éste caso la influencia marxista y anarquista y la experiencia en América viajó a Europa en la década del setenta. Saludos. Maite

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  5. Bueno amigos, si no lo saben prueben decir: "el gran lider aleman Adolfo Hitler", o el "el gran comunista cubano Fidel Castro" a ver como les suena. A mi, por supuesto, me suena muy mal, pero hay a quien le suena muy bien. Es solamente una cuestion de matiz, no?

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  6. El marxismo tiene justificación de ser en la época que se creó. El marxismo es producto del romanticismo positivista de mediados del siglo XIX que, a diferencia del romanticismo pesimista, en vez de negar el conocimiento como este, creó una especie de fe ciega en la ciencia en la búsqueda del conocimiento absoluto de lo infinito y lo eterno. El marxismo, aunque de palabra niega la existencia de la verdad absoluta, de hecho se otorga a sí mismo el "mérito" de haberla descubierto en las "las leyes más generales que rigen el desarrollo del universo" que no eran más que la reelaboración de ciertos silogismos aristotélicos por Fitche y mistificados por Hegel. Ello, a la luz de los más elementales presupuestos científicos y metodológicos actuales es un puro absurdo pues, desde finales del siglo XIX, el conocimiento científico ha superado con creces la lógica y los presupuestos marxistas en particular y positivistas en general. Ante los logros de la revolución industrial, los positivistas (y, entre ellos, Marx y Engels) creyeron que, si elaboraban una ciencia social con una metodología equivalente a la de las ciencias naturales, podrían hacer una revolución social igualemnte exitosa, poryecto que resultó en un rotundo fracaso.
    El propio Marx, nunca elaboró teóricamente el socialismo porque jamás pudo darle conclusión a su estudio del capitalismo, lastrado de por sí por el mecanicismo positivista, aún empantanado en la lógica arsitotélica. Otros personajes menos escrupulosos teóricamente, como Engels, escribieron remedos de una teoría marxista sin la consecuencia metodológica ni la rigurosidad científica de Marx, o, sencillamente, como Lenin, retorcieron las estructuras lógicas del marxismo para llegar a conclusiones festinadas y sin rigor teórico, con el sólo propósito de justificar acciones políticas contrarias a la teoría de Marx. Este método, más simplificado, fue utilizado por Stalin y Mao para justificar la esclavización de naciones enteras y la masacre de millones de personas, peores aún que las de Hitler.
    En cuanto a Latinoamérica, según la teoría de marx, era imposible, como lo ha demostrado la práctica, hacer científicamente una revolución y construir una sociedad, no ya superior al capitalismo, sino que siquiera que le llegue a las suelas de los zapatos. Todo lo que han hecho los latinoamericanos es repetir, parafrasear y especular incoherentemente sobre las categorías marxistas sin llegarlas a entenderlas jamás.
    Mariátegui jamás fue marxista. A pesar de ser magnífico escritor y que utilizara un lenguaje marxistoide jamás hizo el más elemental análisis económico ni sociológico marxista. Pero, por otro lado.efectivamente, fue un admirador de las colectivizaciones de Stalin y propone una vuelta a las comunas indígenas, que sólo han mantenido la producción agraria y a la población indígena en el mayor de los atrasos, algo que nada tiene que el espíritu progresivista del marxismo. Sus "ejemplos" de la "experiencia" (llámese estalinización) de la agricultira Checa y Rumana, y de los absurdos de ese caos que se ha dado en llamar "revolución" mexicana, carecen de la más absoluta seriedad teórica.
    Por demás, en el mundo debería haber más pudor en hablar a favor del marxismo que en hablar del fascismo porque los comunistas han esclavizado y destruido naciones enteras, asesinado a millones de personas en represiones, hambrunas, actos de terrorismo, etc. Declararse marxista es como declararse criminal de lesa humanidad.
    http://havanaschool.blogspot.com/

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  7. Que tal Rafael.
    Supe de ti por el reciente otorgamiento del premio de ensayo Isabel Polanco al colombiano Carlos Granés, una cosa llevó a la otra y cai en tu blog.
    Perdona si mi ignorancia me impidió conocer tu trabajo antes pues soy cubano aunque vivo entre Estados Unidos y Colombia desde 1992.
    Estaré por aquí de vez en cuando leyendo tus materiales si bien no son mi tema central de interés pero me ilustran sobre un aspecto no tocado por mi curiosidad hasta hoy.
    Muchas gracias por tu esta presencia directa tuya en la web.
    Saludos desde Guadalajara de Buga, Roberto Wong VISUAL THINKER
    http://lamediarueda.blogspot.com http://wongspainting.blogspot.com (trabajo visual)

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