Libros del crepúsculo

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viernes, 7 de noviembre de 2014

La madre de todas las polémicas

Ahora que tanto se escribe sobre las "polémicas culturales" de los años 60, en Cuba, tal vez convenga regresar al origen de todos aquellos debates. Un origen ideológico -muchas veces lo "cultural" funciona, en los estudios cubanos, como eufemismo de lo ideológico o, estrictamente, de lo político-, que, luego de aniquilar toda posibilidad de un proyecto liberal, republicano o democrático, dentro del campo intelectual revolucionario, se reducía a dos alternativas: el comunismo pro-soviético u otro tipo de socialismo, más cercano a las tradiciones de la izquierda nacionalista o populista latinoamericana o a la social democracia europea. La primera vez que, dentro de la esfera ideológica revolucionaria, aparece nítidamente esta contradicción es en la polémica epistolar que sostuvieron el Che Guevara, ya comandante del Ejército Rebelde, y René Ramos Latour, líder de la clandestinidad del Movimiento de 26 de Julio y sustituto, en Santiago de Cuba, de Frank País, luego del asesinato de éste, en el verano de 1957.
Las divergencias entre los dirigentes del Llano (Faustino Pérez, Armando Hart, Enrique Oltuski, Frank País, René Ramos Latour…) y de la Sierra (los dos Castro y Guevara, fundamentalmente) estallaron desde antes de la muerte de País, pero se agudizaron a fines de año, cuando la dirigencia urbana pactó con políticos "auténticos" y "ortodoxos", exiliados en Miami, como el ex presidente Carlos Prío Socarrás y los líderes de la ortodoxia Roberto Agramonte y Manuel Bisbé. A nombre del 26 de Julio, Felipe Pazos y Léster Rodríguez firmaron el Pacto de Miami, con esos y otros políticos de la oposición pacífica, como Manuel Antonio de Varona y José Miró Cardona. A pesar de que Castro había firmado el Manifiesto de la Sierra, con Pazos, en marzo del 57, que proponía más o menos lo mismo que el Pacto de Miami, y de que los representantes del 26 de Julio en el exilio, Mario Llerena y Raúl Chibás, tenían instrucciones de negociar con aquellos políticos, los jefes de la Sierra montaron en cólera, reprendieron a los dirigentes del Llano y llegaron a pedir que Pazos y Rodríguez fueran declarados "traidores a la Revolución" y fusilados.
Luego de la desautorización del Pacto de Miami, por Fidel Castro, el 14 de diciembre de 1957, esto escribía el Che Guevara a Ramos Latour:

Pertenezco por mi preparación ideológica a los que creen que la solución de los problemas del mundo está detrás de la llamada cortina de hierro y tomo este movimiento como uno de los tantos provocados por el afán de la burguesía de liberarse de las cadenas económicas del imperialismo. Consideré siempre a Fidel como un auténtico líder de la burguesía de izquierda, aunque su figura está realzada por cualidades personales de extraordinaria brillantez que lo colocan muy por arriba de su clase. Con ese espíritu inicié la lucha: honradamente sin esperanza de ir más allá de la liberación del país, dispuesto a irme cuando las condiciones de la lucha posterior giraran a la derecha (hacia lo que Uds. Representan) toda la acción del Movimiento. Pareciéndome imposible lo que después supe, es decir, que se tergiversaba así la voluntad de quien es auténtico líder y motor único del Movimiento, pensé lo que me avergüenzo de haber pensado.

Ramos Latour, que en octubre había subido a la Sierra a debatir la idea del Pacto de Miami con los comandantes, responde a Guevara:

Supe desde que te conocí de tu preparación ideológica y jamás hube de referirme a ello. No es ahora el momento de discutir “donde está la salvación del mundo”. Quiero sólo dejar constancia de nuestra opinión, que por supuesto es enteramente distinta de la tuya. Considero que no hay en la Dirección Nacional del Movimiento ningún representante de “la derecha” y sí un grupo de hombres que aspiran a llevar adelante con la liberación de Cuba, la Revolución que, iniciada en el pensamiento político de José Martí, luego de su peregrinar por las tierras americanas, se vio frustrada por la intervención del gobierno de los Estados Unidos en el proceso revolucionario. Nuestras diferencias fundamentales consisten en que a nosotros nos preocupa poner en manos de los pueblos tiranizados de “nuestra América” los gobiernos, que respondiendo a sus ansias de Libertad y Progreso, sepan mantenerse estrechamente unidos para garantizar sus derechos como naciones libres y hacerlos respetar por las grandes potencias.

Y agrega:


Nosotros queremos una América fuerte, dueña de su propio destino, una América que se enfrente altiva a los Estados Unidos, Rusia, China o cualquier potencia que trate de atentar contra su independencia económica y política. En cambio los que tienen tu preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos del nocivo dominio “yanqui” por medio del no menos nocivo dominio “soviético”….  En cuanto a mí, puedo decirte que me considero un obrero; como obrero trabajé hasta que renuncié a mi salario por incorporarme a las Fuerzas Revolucionarias de la Sierra, abandonando al mismo tiempo mis estudios de Ciencias Sociales y Derecho Político, que había emprendido con la esperanza de prepararme debidamente para servir mejor a mi pueblo. Soy obrero, pero no de los que militan en el Partido Comunista y se preocupan grandemente por los problemas de Hungría y Egipto, que no pueden resolver, y no son capaces de renunciar a sus puestos e incorporarse al proceso revolucionario que tiene, como fin inmediato, el derrocamiento de una oprobiosa dictadura.

4 comentarios:

  1. Rafael, hablas de "las divergencias entre los dirigentes del Llano y de la Sierra" y es cierto que las había; pero también se dieron grandes afinidades y pienso, por ejemplo, que Frank País no hubiese autorizado la firma del Pacto de Miami ya que, contrario a la forma en la que él concebía el papel del M-26-7 -muy semejante a la que tenía Fidel Castro- en este pacto el 26 de Julio no era "primero entre iguales" sino uno más entre todos los firmantes. Creo que País, como Hart o Fidel Castro, veían como un movimiento único, excepcional ¿mesiánico? que estaba llamado a dirigir no solo la lucha contra Batista sino que era el movimiento idóneo para refundar la República. De ahí, creo, que esa dirigencia (sin País ya, por supuesto) si estuvo dispuesto a firmar el Pacto de Caracas con el cual pudo imponer sus condiciones. Saludos, Javier

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  2. Gracias, Javier. Cómo hubiera actuado País frente al Pacto de Miami cae dentro de la especulación contrafactual, pero no habría que olvidar que la idea de ese entendimiento con toda oposición antibatistiana no electoralista era compartida por la Dirección Nacional del 26 de Julio, especialmente por la dirigencia urbana, incluyendo a País, que en Santiago conversaba con todo el mundo, hasta con el Vicecónsul norteamericano. Hart y Oltuski, por ejemplo, también debatieron con Castro y Guevara sobre el tema, entre octubre y diciembre del 57, y defendieron la actuación de sus representantes en Miami. El Pacto de Caracas es diferente porque ya para entonces la hegemonía de la Sierra estaba más consolidada y, además, no había propuesta o insinuación de propuesta de mediación a Estados Unidos, como había en el Pacto de Miami, que era algo que molestaba mucho a los jefes de la Sierra.

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  3. La carta guevarista es también el primer documento donde la idea de Miami como lugar antagónico, como "no-lugar" aparece enunciada claramente. A partir de esa enunciación surgen todas las elaboraciones procastristas en torno al tropo "Miami". La cultura de masas norteamericana lo adoptó y hasta el día de hoy aparece como concepto subyacente, como la "idea primitiva" diría un lógico, del imaginario político cubanoamericano. Así entró también en mi poema hípico "Che en Miami", antecedente de estas disquisiciones.

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  4. Muy claro Guevara a este respecto. La historia se ha encargado de que así sea.

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