Libros del crepúsculo

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lunes, 10 de noviembre de 2014

Marx después del muro



Se cumplen por estos días, veinticinco años de la caída del Muro de Berlín y del fin de los socialismos reales en Europa del Este. A aquel invierno de 1989 sobrevinieron, en dos o tres años, la desintegración de la URSS y el colapso del bloque soviético. Veinticinco años que han refutado los vaticinios más idílicos de entonces, que hablaban de “últimos hombres”, “fines de la historia” o albores del reino definitivo  de la libertad. 
              Uno de los augurios contrariados, en las décadas que han seguido a la caída del Muro de Berlín, es el de la decadencia, junto con los regímenes comunistas y las economías planificadas, de la teoría marxista. No exageran quienes afirman que la obra de Karl Marx se ha vuelto más importante para las ciencias sociales e, incluso, para la esfera pública de Occidente, de lo que era entre los años 70 y 80, antes de la desintegración de la URSS.
            Desde fines de los 90 y, especialmente, a partir de la crisis económica mundial de 2008, se han escrito decenas de biografías y estudios sobre Marx y algunos de ellos se han convertido en auténticos best sellers del mercado global del libro. En 1999, el británico Francis Wheen escribió una espléndida biografía de Marx, que completó, en 2006, con una historia de la escritura de El Capital.
            Más recientemente, un académico norteamericano, el historiador de la Universidad de Missouri, Jonathan Sperber, escribió otra biografía, Karl Marx. A Nineteenth Century Life (2013), que reforzó la imagen mundana, de caballero victoriano, que atribuyó Wheen al pensador alemán. En sentido contrario a Wheen y Sperber, el biógrafo de Friedrich Engels, Tristram Hunt, en su libro Marx’s General (2013), prefirió concentrarse en la vida conspirativa y revolucionaria de los fundadores del marxismo.
            Historiadores, filósofos y sociólogos como Eric Hobsbawm, Terry Eagleton y Göran Therborn también dedicaron libros a Marx y al marxismo en los últimos años, que hemos comentado en este blog. Pero ninguno de ellos ha tenido el éxito del volumen del joven economista francés, Thomas Piketty, Le Capital au XXI siècle (2013), que aparece este año, en español, en el Fondo de Cultura Económica. Paul Krugman y Joseph Stiglitz han consagrado a Piketty como la nueva estrella de la economía global.
            Piketty se inspira en Marx para sostener que, en la actualidad, la acumulación de capital es mayor que el crecimiento real de la economía global, por lo que, a su juicio, el aumento la desigualdad social y la disparidad en la distribución del ingreso son constantes. El éxito del libro de Piketty trasciende, por lo visto, el mercado de los diagnósticos de la crisis de 2008 y afirma la vigencia del pensamiento de Marx en el siglo XXI.
            A esta lista de estudiosos de Marx, en las últimas décadas, habría que agregar la nutrida corriente de pensamiento, autodenominada “neomarxista” (Zizek, Rancière, Badiou, Hardt, Negri, Butler, Laclau, Buck-Morss, Bosteels…), que ha colonizado teóricamente los estudios culturales, sobre todo, en la academia norteamericana. Nunca antes la idea comunista había ejercido tanto atractivo en la juventud universitaria de Estados Unidos.
            Esta paradoja de un revival del marxismo después del comunismo se explica no sólo por la última crisis del capitalismo sino por la ausencia de un poder comunista mundial, como el de la era soviética, que, por su estructura totalitaria, restaba popularidad a esa teoría. El capitalismo global y la universalización de la democracia favorecen esta vuelta a su gran crítico, en el siglo XIX, y confirman a Marx como una marca de la cultura occidental.

             

3 comentarios:

  1. Este es el tercer comentario, si desaparece, no volveré a intentarlo. Agradecía el trabajo de la polémica Ramos Latour-Guevara, desconocida para mí hasta el viernes. Siempre leo este blog, pero es difícil dejar comentarios. Un abrazo

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  3. Comentar un libro que no se ha leído es, más que atrevimiento, necesedad. Sin embargo, por la reseña de nuestro anfitrión deduzco que el economista no introduce el componente tecnológico de la informática y la cibernética de nuestra época. Y es que la demanda de fuerza laboral humana ha descendido y lo seguirá haciendo exponencialmente. De ahí que la acumulación de capital y la brecha enorme entre los ricos y las masas empobrecidas y desempleadas no se explica más por la obsoleta teoría de la lucha de clases. Y no va a tener solución con la capacitación de los sectores marginados porque sencillamente cada día que pasa más actividades son ejecutadas por máquinas y dispositivos de la llamada inteligencia artificial. Un ejemplo ilustrativo es Lucía, la figura holográfica que en el aeropuerto de New York informa a los pasajeros y evacúa sus dudas. Esto se ha extendido ya por otros aeropuertos y no tardará en generalizarse. Solo un ejemplo. Es decir que ni en la interacción personal de servicio al cliente se precisa ya el componente humano. La programación, aunque toda la gente estuviera capacitada, no requerirá la ocupación de toda la población activa global. Ni muchísimo menos. Ni siquiera choferes harán falta en cuestión de 50 años.
    Tratar de revivir en este siglo XXI la elaborada ensoñación de "El Capital" de Marx, cuando vemos que la revolución industrial del siglo XVIII es un niño de teta comparado con la revolución cibernética puede ser un éxito entre académicos y economistas que no acaban de entender que el salto en lo que llamaban "medios de producción" es de tal envergadura que toda la parafernalia previa en que se basan irá poco a poco dejando de tener sentido. Aunque los que lo alcazarán a verlo serán generaciones por venir.

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