Libros del crepúsculo

Libros del crepúsculo

lunes, 19 de octubre de 2009

Disolver al pueblo



Ahora que se acerca el aniversario 20° de la caída del Muro de Berlín, a celebrarse el próximo 9 de noviembre, algunos suplementos  –The New York Review of Books, El País Semanal…- comienzan a repasar la historia berlinesa entre 1945 y 1989. En dicha historia figura, como evento importante de la resistencia a la hegemonía soviética en Europa del Este, la huelga de los albañiles berlineses que, en junio de 1953, construían la avenida Stalin. Los obreros dejaron caer sus brazos, en protesta contra el alza de precios, impuestos y jornada laboral, sin mejora salarial.
La huelga del 17 de junio de 1953, reprimida por el ejército soviético y la naciente policía de Alemania oriental e investigada por la Stasi, se considera un antecedente del levantamiento de Hungría en 1956, de la Primavera de Praga en 1968 y de la fundación del sindicato Solidaridad en Gdansk, en 1980. Esos eventos demuestran que la realidad del bloque soviético, afirmada con todos los recursos metafísicos y militares del marxismo leninismo y la OTAN, nunca careció de objeción, dentro de la propia clase obrera de aquellos países, en los 45 años que duró.
Bertolt Brecht, que había regresado de su exilio a Alemania del Este, huyendo, en buena medida, del macarthysmo norteamericano, reaccionó contra la stalinización del socialismo alemán. A partir de declaraciones de Erich Mielke, el fundador de la Stasi, algunos historiadores y críticos han sugerido que el infarto que mató a Brecht, en 1956, fue inducido por la policía secreta alemana. Aunque nunca dejó de ser venerado por Moscú, en vida y póstumamente, durante sus tres últimos años Brecht tuvo dificultades con la burocracia cultural de Berlín oriental. Su compañía, el Berliner Ensemble, fue atacada por el montaje de “Santa Juana de los Mataderos” y su filme Kuhle Wampe fue censurado.
Varios poemas de su último cuaderno, las Elegías de Buckow (1953), reflejan el malestar de Brecht con el stalinismo alemán. En uno de aquellos poemas confesaba “no me gusta el lugar de donde vengo/ no me gusta el lugar a donde voy”, versos que han sido interpretados como el balance de una vida entre el nazismo y el comunismo. Otro era una valiente defensa de los albañiles de Berlín que, en 1953, se negaron a construir una avenida en honor a Stalin. El irónico poema, titulado “La solución”, capta ese momento en que las élites de un totalitarismo, incapaces de asumir responsabilidad alguna por el desastre del país, culpan al pueblo por no “estar a la altura de las circunstancias”.


La Solución


Tras la sublevación del 17 de junio,

La Secretaría de la Unión de Escritores

Hizo repartir folletos en la Stalinalle

Indicando que el pueblo

Había perdido la confianza del gobierno

Y podía ganarla de nuevo solamente

Con esfuerzos redoblados ¿No sería más simple

En ese caso para el gobierno

Disolver el pueblo

Y elegir otro?

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