Libros del crepúsculo

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viernes, 2 de octubre de 2009

Yago o la calumnia


En un ya viejo estudio, La calomnie. Relation humaine (1968), Michel Adam utilizaba la figura de Yago, personaje del Otelo de Shakespeare, como arquetipo. El principal impulso del calumniador, decía Adam, es el control o la posesión del calumniado. Yago, que se siente miserable, quiere a toda costa degradar a Desdémona para dominarla y, a la vez, no sentirse tan solo en su degradación. “Cuando la soledad del calumniador se vuelve agobiante, quiere poder compensar su desesperación recuperando una certidumbre: el dominio sobre el otro, probar que éste no puede ser más que un malvado”.
El libro de Adam apareció en medio del mayo francés, cuando la opinión pública aún respondía a cierto orden normativo, heredado del civismo moderno y reforzado por la polarización ideológica de la Guerra Fría. Algunos estudiosos de la prensa norteamericana han observado fenómenos de autocensura, entre los años 50 y 70 del pasado siglo, generados por leyes contra la difamación que permitían demandar a periódicos y medios por sumas extraordinarias.
En la Gran Bretaña el record se fijó en 2 millones de libras, durante el litigio entre Lord Aldington y un sobrino nieto del escritor ruso León Tolstoy. El año pasado dicho record estuvo a punto de ser batido por Robert Murat, el sospechoso de la desaparición de la niña Madelaine McCann, quien interpuso una demanda por difamación a doce medios británicos, reclamando una indemnización de 2 millones y medio de euros. Los medios demandados llegaron un arreglo con Murat por la suma de 715 000 euros.
¿Qué pasará con la calumnia en la era digital? Los medios electrónicos producen una democratización, saludable en muchos aspectos, pero incodificable desde el punto de vista moral y jurídico. El lenguaje del calumniador y el calumniado, contrario a lo que pensaba Adam, se asemejan cada vez más –ver, por ejemplo, la actual querella entre Sarkozy y Villepin en Francia. Cuando el mundo digital se mezcla con la ausencia de estado de derecho y el déficit de cultura cívica, como en tantos países latinoamericanos, la difamación se vuelve rutinaria e impune.

3 comentarios:

  1. Muy interesante, Rafael. Intentare buscar el libro de Adam. Tu comentario me deja con muchas interrogantes sobre el papel de la calumnia en la vida politica de una sociedad, el publico hacia quien se dirige y su eficacia como argumento politico.
    La calumnia, me parece, es casi siempre un mal argumento politico: descalificar una idea mediante la degradacion de la persona que la sustenta. Sin embargo,la calumnia tiene bastante impacto, aunque sea a corto plazo y para un politico no es muy sencillo quitarsela de encima.
    La calumnia es, de alguna manera, el Pan y Circo de la vida politica contemporanea: se dirige a un publico amplio y profano, para quien las discusiones politicas son ante todo un espectaculo mediatico.

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  2. Hola, Ernesto, coincido con tu apreciación sobre el papel del espectáculo en la opinión pública, pero agrego que la calumnia no sólo afecta a los políticos. En la era digital nadie está a salvo de la difamación.

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  3. La calumnia es aterradora, en condiciones normales es invencible...

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