Libros del crepúsculo

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martes, 30 de marzo de 2010

¿Suicidio de un imperio?


Es impresionante la convergencia intelectual que pueden alcanzar poderes políticos, supuestamente ubicados en polos ideológicos contrapuestos. En medios académicos oficiales de Washington, La Habana y Moscú, por ejemplo, predomina una visión histórica muy parecida sobre la caída del Muro de Berlín en 1989 y la descomposición de la URSS entre 1991 y 1992.
Vladislav M. Zubok dio forma a esa visión en su libro Un imperio fallido. La Unión Soviética durante la Guerra Fría (Barcelona, Crítica, 2008). El libro de Zubok está sofisticadamente documentado, pero su tesis es simple: la Unión Soviética cayó porque sus líderes, especialmente Mijaíl Gorbachov, se encandilaron con Occidente y, sin querer, desmantelaron el sistema comunista:

“Por equivocado que estuviera, el “nuevo pensamiento” de Gorbachov garantizó un final pacífico a una de las rivalidades más peligrosas y prolongadas de la historia contemporánea. El colosal poder militar de la Unión Soviética, amasado a lo largo de décadas y décadas, no supo y no pudo compensar sus graves defectos, la erosión de la fe ideológica y la voluntad política del Kremlin y de sectores influyentes de las élites soviéticas. Gorbachov y los que lo apoyaron no estaban dispuestos a derramar sangre por una causa en la que no creían y por un imperio del que no sacaban provecho alguno. En lugar de responder combatiendo, el imperio socialista de la URSS, tal vez el más curioso y singular de la historia moderna, prefirió suicidarse”.

Zubok, profesor de historia en Temple University, lleva años estudiando la URSS y sus dos libros anteriores, Antiamericanism in Russia: From Stalin to Putin e Inside the Kremlin´s Cold War: From Stalin to Krushchev, son textos de referencia para la comprensión del fenómeno soviético. Sin embargo, su último libro tiende a la simplificación historiográfica por medio de una concentración del análisis en las élites del poder.
Zubok le resta importancia a la crisis económica e ideológica del comunismo entre los años 60 y 80 y a la movilización de las sociedades civiles y las disidencias en Europa del Este y la URSS. El cambio, a su juicio, vino de afuera, casi, como recepción afirmativa por parte de las nomenclaturas de la famosa sugerencia de Ronald Reagan: “Mr. Gorbachov, open this gate. Mr. Gorbachov, tear dawn this wall”.
La mejor refutación de esa tesis que he leído no proviene de un historiador sino de un periodista: el reportero de Newsweek en Berlín Oriental, durante los años 80, Michael R. Meyer. El libro El año que cambió el mundo (Norma, 2009) de Meyer sostiene que la caída del socialismo real se debió a las contradicciones de ese sistema, a los excesos de la estatalización económica y del control de la sociedad civil y al choque entre nuevas generaciones cambiantes y una burocracia aferrada al poder.
Los protagonistas del libro de Meyer no son Reagan, Thatcher, Gorbachov o el Papa, sino Havel y Walesa, Pozsgay y Patocka, Solidaridad y Carta 77, la juventud berlinesa y los disidentes soviéticos, los pueblos checos y polacos, húngaros y alemanes que se lanzaron a las calles a demandar la apertura. Fue esa presión social, que Meyer no duda en llamar “revolución”, la que llevó al colapso la prolongada crisis del antiguo régimen comunista.

4 comentarios:

  1. Quizás el origen del profesor de historia le juega una mala pasada y pierde objetividad su análisis de lo acontecido en la URSS en esos años.
    Quizás porque coincido con Meyer.
    De cualquier manera, llevó mucho tiempo el cambio y eso me desesperanza.

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  2. Gracias por el comentario, Zoe. La limitación del enfoque de Zubok, creo, tiene que ver con una idea de la historia centrada en la élites del poder. No se trata, naturalmente, de que las élites no sean importantes sino que el estudio de las mismas debe realizarse a partir de una visión plural y no únicamente a partir del papel de las burocracias gobernantes. Estas últimas son las protagonistas del libro de Zubok. De ahí que el historiador no pueda captar, plenamente, el complejo proceso de recomposición de la clase política en Europa del Este y Rusia entre mediados de los 80 y mediados de los 90.

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  3. Bueno, Havel y Walesa, Pozsgay y Patocka, Solidaridad, Carta 77, la juventud berlinesa, los disidentes soviéticos, los pueblos checos, polacos, húngaros y alemanes, son demasiadas manzanas en una misma cesta. Por que no aceptar que la tesis de Zubok funciona en buena medida para explicar la desaparicion de la URSS y la de Zubok para Polonia. Aunque si se acepta esa tesis, tambien hay que aceptar que sin la retirada de las tropas del Pacto de Varsovia la historia hubiera sido otra.

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  4. Gracias por el comentario, Alejandro. Existe la equivocada idea de que en la antigua URSS, especialmente en ciudades importantes como Moscú, Kiev o Leningrado, no hubo movimientos de la sociedad civil similares a los de Europa del Este, en la década de los 80. Sí los hubo, pero son menos conocidos porque el propio liderazgo reformista de Gorbachov y el proceso de la "glasnost", promovido desde arriba, los opacaban. Esta dimensión del análisis es la que falta en el libro de Zubok. Y al faltar, la explicación de la caída de la URSS se mueve hacia argumentos superfluos o exógenos como la "ingenuidad" de Gorbachov o la "influencia" de Reagan, Bush padre, la Thatcher y el Papa. Por otra parte, es evidente el rechazo de Zubok por la figura de Gorbachov, quien queda retratado como un político sin visión de Estado, ya que antepuso la "nueva mentalidad" a la preservación del imperio, por el que Zubok siente una marcada nostalgia. ¿Por qué no entender que había una visión de Estado en Gorbachov, sólo que la misma no tenía que ver con la vieja racionalidad del imperio soviético? Zubok parece compartir la idea de que la función de la URSS era ser imperio y que si el mismo cayó fue porque sus líderes no lo impidieron, no porque una crisis estructural lo estuviera resquebrajando por dentro. Esta idea de un suicidio involuntario es la que ha predominado también, por cierto, en la academia de inteligencia de Estados Unidos y Cuba.

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